Los días festivos
FAUNA ESTIVAL
Aprenderse este calendario del ocio tiene su maña. Hay que saber barajar las celebraciones nacionales y las regionales. Así como estar familiarizado con el enroque respectivo entre el final y el comienzo de la semana en caso de que un festivo caiga en domingo, lo cual lo convertirá en un lunes
La comida, entre fiesta y siesta

Mi yo de los veinte años y mi yo de los cuarenta se encuentran a las cinco de la mañana. A esa hora, aquel muchacho venezolano llegaba de las fiestas a dormir la borrachera. A esa misma hora, el hombre caraqueño-andaluz se levanta para ... desayunar y luego ir al gimnasio. Aunque esto último lo logré al segundo intento. La madrugada en que estrenaba mi nueva voluntad, en medio de la oscuridad y el vacío de las calles, me encontré con que el gimnasio estaba cerrado. Se trataba de unos duendes conocidos que, aún después de un lustro viviendo en España, todavía me hacen trastadas: los días festivos. Consulté mi teléfono y, en efecto, ese 8 de septiembre era el día de la Virgen de la Victoria, patrona de Málaga.
Con los festivos me sucede como a esos animales que presienten los terremotos minutos antes de que se sacuda la Tierra. Salgo a la calle, para comprar el periódico, el pan o hacer una diligencia, y de repente caigo en cuenta de un insólito silencio. Por un momento, me siento como Rip Van Winkle despertando de su siesta o como el último hombre en el planeta. A diferencia de los animales e insectos antisísmicos, mis antenas detectan no el movimiento que vendrá sino el reposo sobrevenido. Una calma posapocalíptica, casi definitiva. La ciudad y el resto del país adquieren el frenesí de una casa de vampiros durante el día. Ni una brizna de paja se agitará esa jornada. Todo lo planeado deberá esperar a que se cumpla el eclipse de hibernación.
Aprenderse este calendario del ocio tiene su maña. Hay que saber barajar las celebraciones nacionales y las regionales. Así como estar familiarizado con el enroque respectivo entre el final y el comienzo de la semana en caso de que un festivo caiga en domingo, lo cual lo convertirá en un lunes. Sin embargo, y en contra de lo que los prejuicios pudieran hacer pensar, España no figura entre los países con más festivos en Europa. Es cierto que no tiene un día de la Liberación que conmemorar, como Francia e Italia, aunque sí cuenta con una fecha simbólicamente parecida: el día de la Constitución, el 6 de diciembre. En esta ocasión, los políticos aprovechan de intercambiar guantazos dignos, pues desde cada extremo ideológico afirman que ese día no hay nada que celebrar. Bien sea porque reniegan de la Transición o porque la celan mucho y sienten que el legado del 78 ha sido malbaratado.
«En contra de lo que los prejuicios pudieran hacer pensar, España no figura entre los países con más festivos en Europa»
Estos aspavientos en nada alteran el consenso español, con aquiescencia de todos sus regionalismos e independentismos: el 6 de diciembre es importante no por la constitución sino porque es un día festivo. Y los días festivos en España son intocables. En ellos, las dos Españas se reconcilian, se callan y retozan juntas, felices, confiadas, de acuerdo en no poner un pie fuera de la cama antes de las diez de la mañana. Por ello, sus denominaciones particulares, que van desde el «Día de la Asunción de la Virgen» hasta la «Fiesta del Trabajo» (vaya oxímoron), complacen al complejo corazón de este país apasionado y apasionante, a su sístole litúrgica y a su diástole obrera, como viejos amigos cascarrabias que en esos días señalados deciden deponer sus máscaras, dejar de dar el coñazo y descansar.
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