Desvelan un último sacrificio tartésico de los «liquidadores» en el patio del Turuñuelo
Los análisis zooarqueológicos de 52 animales hallados en el yacimiento de Guareña revelan que se colocaron en tres fases a lo largo de los años, la última poco antes de sellar el edificio
El enigma de Tarteso y su misterioso final, en la primera exposición en España sobre esta cultura
![Recreación del sacrificio masivo en el Turuñuelo](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/11/23/Sacrificio-02-RGxDcAiNaw1KiBEdJJBpSXM-1200x840@abc.jpg)
Las columnas de humo se verían a kilómetros a distancia a finales del siglo V antes de Cristo en las vegas altas del Guadiana. En el centro del patio del edificio tartésico que hoy se conoce como el yacimiento de las Casas del Turuñuelo ( ... Guareña, Badajoz), extendieron mantos de espigas de cebada, símbolo de la riqueza de su agricultura, y fueron colocando encima los cuerpos sacrificados de 27 caballos, tres vacas, dos cerdos y un perro justo antes o en el momento de prender fuego al cereal.
Dispusieron a los animales con cuidado, emparejando a una decena de los équidos en un sector, y dejaron que las brasas se apoderaran de ese espacio de 125 metros cuadrados, elevando al cielo sus plegarias durante largo tiempo. Horas y horas, según describen Pilar Iborra y Silvia Albizuri, las arqueozoólogas del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i) y del Instituto de Arqueología de la Universidad de Barcelona (IAUB) que han estudiado los huesos, a tenor de los restos óseos tostados y del pan solidificado de semillas quemadas recuperado en el lugar, de hasta quince centímetros de altura en algunos puntos.
Los animales sacrificados -en su mayoría machos en edad adulta destinados a tareas domésticas y valiosos para la comunidad-, quedaron allí expuestos a la intemperie entre dos y ocho años, como memoria del ritual cuyo sentido hoy se nos escapa, a merced de buitres y perros carroñeros que esparcieron sus restos y dejaron la impronta de sus picos y sus dientes en algunos huesos. Fue el primer sacrificio masivo realizado en este patio, pero no el único.
Tiempo después, algunos de los esqueletos fueron apartados a un rincón y en el corredor central de losas de pizarra se repitió la ceremonia. En esta ocasión, sobre la gruesa capa de espigas se dispusieron con mimo doce caballos, dos de ellos con los cuellos cruzados al pie de la escalera para bloquear simbólicamente el acceso al primer piso del edificio.
Sus cuerpos permanecieron esta vez solo unos días expuestos. El hecho de que los esqueletos estén completos y en conexión anatómica sugiere un entierro rápido, aunque las señales de agentes ambientales en algunos huesos indican que hubo partes que quedaron al aire libre. Estiman que de dos a ocho años.
Estos restos no alimentaron, sin embargo, a los carroñeros. «El espacio estaría controlado, igual por el centinela», aventura Iborra aludiendo a los únicos restos humanos descubiertos en el Turuñuelo, en una habitación del piso superior, del que se ha enviado una muestra a un laboratorio de Bruselas para tratar de obtener ADN.
«O estaban cubiertos con algún tipo de pieles o con esterillas», añade Albizuri. De esta segunda escenificación ritual se descubrieron restos de esterillas vegetales, así como siete pesas de bronce junto con un fragmento de lana, el más antiguo registrado hasta el momento en la Península Ibérica. También se hallaron objetos que revelan contactos con el Mediterráneo oriental, como tres frascos de ungüento púnico hechos de pasta vítrea y cinco tabas, unos huesos de astrágalo de oveja usados para el juego, además de importaciones como partes de tres cuencos de origen macedonio y los pies de una escultura de mármol pentélico de Atenas.
6.770 huesos de animales
En un artículo publicado en Plos One, el equipo científico interdisciplinar del proyecto 'Construyendo Tarteso' del Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC-Junta de Extremadura) da a conocer los resultados del estudio de los 6.770 huesos de animales recogidos en el patio que han liderado Iborra y Albizuri y desvela que algunos de ellos pertenecen a una tercera fase, la última de esta secuencia de sacrificios única en el Mediterráneo.
Según han podido comprobar gracias a la datación por radiocarbono, siete animales fueron depositados antes de que el edificio fuera sellado intencionadamente bajo un túmulo de 90 metros de diámetro y seis de altura. «Es una fase diferente porque tenemos el sacrificio de solo dos équidos y el consumo de otras especies, como las dos vacas, las dos cerdas y hay un ternerito que además de marcas de utensilios que utilizaron para descarnar también tiene mordeduras humanas marcadas en los huesos», relata Iborra.
Los rituales anteriores debieron de precisar de numerosos participantes, pero este último parece haber sido llevado a cabo por un grupo menor, sin tanto esmero. «Cambia el protocolo -comenta Albizuri-. Ya no parece algo tan sacro, como si los encargados del momento final, los liquidadores, lo hubieran hecho antes de sellarlo todo con toneladas de tierra».
Banquetes diferentes
No creen, sin embargo, que este último depósito esté relacionado con los restos del banquete que los arqueólogos descubrieron en el piso superior. «Hasta que no tengamos una batería de dataciones completa (que ahora solo se ha hecho en el patio) es muy difícil relacionar este último momento del patio con esa fiesta ceremonial del piso superior, de la sala del banquete que le llaman, donde hay platos y copas rotas. Es otra historia», declara Albizuri. Además, señala, la escalera de acceso principal a la planta de arriba habría quedado inutilizada por ese sacrificio que habría durado un tiempo. «Pienso que no tiene nada que ver el banquete de arriba con lo que se produjo abajo», añade.
«Todo está en estudio», interviene Iborra. Aún queda mucho por excavar en el Turuñuelo y cada campaña depara sorpresas. La última fue el descubrimiento hace unos meses de los primeros rostros de Tartesos: los restos de cinco esculturas de diosas y de un guerrero que, tras su paso por la exposición sobre Tartesos en el Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid, ya se encuentran en las dependencias del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) para ser restauradas.
Esther Rodríguez, codirectora junto a Sebastián Celestino de las excavaciones, avanza a ABC que en marzo regresarán al yacimiento para continuar investigando la zona donde se encontraron esas primeras representaciones humanas de una cultura aún rodeada de misterio. Buscan delimitar este singular edificio en el lado este y, quién sabe, «a ver si salen más fragmentos de las caras en ese rincón».
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