Descubriendo helépolis, la colosal máquina de asedio de Alejandro Magno
Una nueva investigación confirma los datos de Bitón de Pérgamo (siglo II a.C.) acerca de esta pieza clave de las campañas militares que desafiaba las murallas de las ciudades en guerra
Encuentran miles de monedas y piezas arqueológicas en el desahucio de un sótano secreto en Atenas
![Recreación de una helépolis](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/12/20/Helepolis-kfQD-U7018794995WVF-1200x840@diario_abc.jpg)
La conquista de nuevos territorios pero también la autodefensa, fueron la principal causa de que la guerra fuera un fenómeno constante durante la Antigüedad. Los conflictos bélicos trajeron de la mano el desarrollo de la ingeniería bélica, con creación armas para la defensa ... y para el asedio.
Entre estas últimas destacó la helépolis o torre de asedio, una descomunal máquina construida sobre una base rectangular sobre la que se levantaban varios pisos de tamaño descendiente y que servía para atacar las murallas de las ciudades o servir de plataforma para que los soldados pudieran acceder a los recintos amurallados y combatir cuerpo a cuerpo al enemigo.
Al estar fabricados con materiales orgánicos como la madera o las pieles, no ha llegado ningún ejemplar hasta nuestros días y solo conocemos datos de estas auténticas máquinas de matar a través de los textos antiguos escritos por historiadores e ingenieros.
En este sentido, destaca el tratado sobre armamentística escrito por Bitón de Pérgamo, ingeniero que vivió entre finales del siglo III e inicios del siglo II a.C. y que escribió para el rey Atalo II el tratado 'Sobre la construcción de armas de guerra y catapultas' en el que describió con minuciosidad seis máquinas bélicas, entre las que se encuentra la helépolis de Posidonio.
Gracias a textos como el de Bitón, sabemos que las helépolis solían estar recubiertas por capas de pieles de buey tratadas con materiales ignífugos o placas de metal para evitar que las flechas incendiarias del enemigo provocasen un incendio en la torre y que, durante los asedios, solían colocarse frente a las murallas de las ciudades sitiadas y, desde ellas, eran lanzados todo tipo de proyectiles.
Una de las principales ventajas de estas máquinas era que podían desmontarse con facilidad y transportarse en carros de tracción animal, lo que facilitó su uso durante las campañas militares de Alejandro Magno. En las ciudades y tras ser montadas, cientos de soldados empujaban las helepólis hasta que estuvieran a una distancia adecuada para lograr golpear su objetivo: las murallas, empalizadas o parapetos y romper la primera línea de defensa del enemigo.
La torre de Rodas y la helépolis de Posidonio
Una de las torres de asedio más famosas de la Antigüedad es la construida por Epímaco de Atenas y empleada en el sitio de Rodas del año 304 a.C.: una gigantesca estructura de 40 metros de altura de nueve pisos con catapultas, dos escaleras interiores, -una para el ascenso y otra para el descenso de la tripulación-, y una pasarela abatible para el montaje de los soldados en la muralla enemiga. Apoyada sobre ocho ruedas, la maquinaria se movía con la fuerza de varios centenares de soldados.
La helépolis de Posidonio fue uno de los elementos claves en el éxito de las campañas militares de Alejandro Magno. En la descripción de la máquina hecha por Bitón llama la atención que el ingeniero asegura que para su puesta en marcha solo eran necesarias unas pocas decenas de soldados, dato que contrasta con las informaciones de otras torres de asedio anteriores y posteriores para cuya movilización era necesaria la fuerza de varios cientos de soldados. Según los datos de Bitón, la helépolis de Posidonio medía 28 metros de altura, tenía unas dimensiones de 15x23 metros y un peso de 90 toneladas, -según cálculos actuales-.
Datos empíricos
A partir de estos datos, el ingeniero y profesor de la Universidad Politécnica de Atenas, Theodosios Tasios, ha realizado una investigación, que se ha presentado estos días en el III Congreso Internacional de Tecnología Antigua y Bizantina, para demostrar si las afirmaciones del ingeniero de Pérgamo eran correctas.
Teniendo en cuenta la resistencia a la rodadura de sistemas similares y tras calcular cuánta fuerza necesitaban los soldados para empujar las manijas del eje del cabrestante, Tasios asegura que para poner en funcionamiento la máquina de Posidonio eran solo necesarios 40 soldados que, organizados en grupos de 4, empujaban las 10 manijas. Cabe destacar que el movimiento era posible gracias a un enorme cabrestante vertical movido por algunos soldados, que marchaban en círculo en el primer piso de la máquina.
«Los soldados empujaban en dirección horizontal 10 grandes manijas que sobresalían radialmente del torno vertical. El movimiento de los soldados hacía girar el eje vertical del cabrestante, que a su vez hacía girar una soga que transmitía el movimiento al eje de las ruedas delanteras, que permitía que estas rodaran por el suelo, venciendo la resistencia a la rodadura. Había un cinturón similar para las ruedas traseras», explicó Tasios durante su intervención.
El investigador explica a ABC que su estudio es similar a los realizados por otros investigadores modernos (computacional o experimentalmente) para cuestiones que ayudan a comprender, la Tecnología, aspecto fundamental de la Civilización Griega Antigua. «En este caso, me enfrenté al desacuerdo radical entre dos grandes investigadores, E.W. Marsden y O. Lendle, pero ninguno de ellos citó evidencia para respaldar su opinión. También contenía los datos empíricos deVitruvio (10.15.7) sobre el tamaño de las resistencias a la rodadura de una gran helépolis. El resto fue simple ingeniería…».
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