Entrevista
Rodrigo Fresán: «No hago literatura del yo, escribo literatura del yo qué sé»
Narrativa
En su más reciente novela 'El estilo de los elementos' (Random House) queda muy claro que lo importante para el escritor argentino no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta

De mayor no seré escritor sino lector, se dijo Land a sí mismo. O así cree haberlo dicho, porque escucha su voz de niño afirmarlo en casetes grabados años atrás. Una epidemia de la desmemoria ha comenzado a borrar y alterar el pasado. El suyo ... y el de quienes lo rodean. Ese es el punto de partida de 'El estilo de los elementos' (Random House), la más reciente novela de Rodrigo Fresán, una historia monumental sobre la niñez y la vocación literaria en la que los hijos se salvan leyendo y los escritores fantasmas reescriben el pasado para no dejar de recordar.
Escrita en tres movimientos y setecientas páginas, esta novela retoma las obsesiones de Rodrigo Fresán: el oficio de escribir, la continuidad entre lectura y escritura, el arbitrario proceso creativo y su constante flujo de conciencia. En 'El estilo de los elementos', Fresán se divierte, salta de un tiempo a otro, juega y crea versiones de un mismo hecho, según el personaje que en ese momento narre. La memoria personal depende de los recuerdos de otros y justo por ese motivo todo es falible, distinto.
A estas alturas, queda muy claro que lo importante para Fresán no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta: Land, ese hijo de editores que quiere ser lector; sus padres, siempre a la moda y obsesionados con que el niño se haga escritor y que por eso le regalan una y otra vez 'The elements of Style'; las enseñanzas de César X Drill, su mentor y exégeta o Ella, un amor que surge en la adolescencia y regresará en el futuro.
Como si se tratara de un cuerpo vivo, esta novela conecta con el tríptico que forman 'La parte contada', 'La parte inventada' y 'La parte recordada' y traza una línea directa con 'Historia argentina'. Propone saltos en el tiempo y en ciudades que podrían ser Buenos Aires, Caracas o Barcelona, pero que Fresán no aborda como escenarios reales y fidedignos, sino como laboratorios donde todo se reordena, porque «el pasado no es otra cosa que algo que sucede en el presente, en ese momento en que nos mentimos que todo eso que imaginamos es, en verdad, lo que sucedió». Sobre estos temas habla el crítico literario de ABC y el autor de 'Vidas de santos' y 'Trabajos manuales'.
—¿A estas alturas, la única certeza es el estilo?
—Cuando tienes una cierta cantidad de libros, surge algo más o menos parecido a las certezas. No devienen de la seguridad, sino de la resignación. Todos mis libros tratan sobre el leer y escribir, sobre la paternidad y… ¿la hijitud? Es eso que Proust decía: los trastornos de la memoria y las intermitencias del corazón.
—¿Sin juego no hay literatura?
—Me divierto escribiendo. No me llama la atención la literatura para alcanzar trascendencia o ser testigo de tu tiempo. Soy defensor de lo que decía Nabokov: que la palabra realidad tendría que escribirse siempre entre comillas. Todos mis héroes absolutos, llámense Vonnegut, Bioy Casares, Proust o Nabokov se la pasaban bien escribiendo.
—¿Y la auto ficción, qué?
—Me interesa, si la entendemos como al David Copperfield, de Dickens. Este libro tiene episodios reales, pero prefiero jugar. Cuando algunos amigos me preguntan cuáles son las partes autobiográficas, se quedan pasmados porque las que les parecen demenciales e imposibles son las verdaderas.
—¿Un ejemplo?
—Estuve dos años sin ir al colegio y mis padres no se enteraron.
—¿Mejor lector que escritor, como Land?
—El escritor es consecuencia de un lector. En algún momento todos somos lectores en principio, pero a algunas personas el acto de leer les activa la necesidad de narrar. Este libro es una defensa de la lectura, además de una crítica a la omnisciencia del yo autoral. Una crítica a la literatura del yo, y todo eso. A mí me gusta decir que lo que yo hago no es literatura del yo, sino es literatura del yo-yo. O literatura del qué sé yo, también.
—César X Drill es una especie de exégeta, el que contradice los mandatos de los elementos del estilo, ¿no?
—César X Drill es la teoría de la práctica. Todos los personajes de este libro existen y ninguno es real. Están compuestos de muchos otros. Por ejemplo, César X dril es una combinación de Rodolfo Walsh, Paco Porrúa y Quino, a los que conocí bastante. Hasta me cuidé de no ser Land. Soy el escritor que termina completamente enloquecido y al que le clavan el lápiz en el cuello.
—Land comparte con El Escritor de 'La parte inventada' su propia negación.
—Es tan tentador dejar de escribir como seguir escribiendo. Dejar de leer es mucho más difícil. También me refería a una desaparición mucho más sublime y más digna, que sería la de desaparecer detrás de la obra.
—¿Quién es ese Tano, Tanito, Tanatos, que acaba tan mal?
—Es un modelo muy argentino de escritor precoz, alguien que aparentemente iba a comerse el mundo y no quedó nada de él más allá de sus primeros balbuceos. Todos los personajes de este libro son falsos, pero existen. De algún modo, este libro tiene algo de película de Wes Anderson. Muy melancólicas, muy tristes, pero con mucho color, muchos juegos y objetitos que componen un esquemático de toda una casa, de un país o de un momento.
—Los padres de Land son editores. Les obsesiona que sea escritor. ¿Qué parodian?
—Ellos quieren que sea como su pequeña criatura de Frankenstein, y, en tanto, editores quieren tener un escritor propio. El día que mi hijo me comunicó que no quería ser escritor cuando fuera grande, para mí fue un gran alivio. Si uno tiene algo de buena disposición y respeto por el futuro, sabes que tus hijos vienen a reescribirte a ti. Y que si hay justicia, por un simple motivo y razón de supervivencia cronológica, van a tener tu última versión. AL escribir, tengo la sensación de estar avanzando por una casa oscura sin sentir luces de habitaciones.
—¿Existe una argentinidad literaria? ¿Tienden los literatos argentinos a la permutación?
—La literatura argentina, mejor dicho, los autores de la literatura rioplatense frecuentaron lo fantástico y lo extraño. Hay una especie de felicidad y liberación. Peor, incluso, las grandes novelas argentinas no son novelas en un sentido clásico. 'Respiración Artificial', 'Rayuela', 'Sobre héroes y tumbas', 'Museo de la Novela Eterna' … Hasta el Facundo de Sarmiento. También está la idea esa del cuento como género rey, cortesía de Borges. Lo dijo él, más o menos así: puesto que tenemos la fatalidad de ser argentinos, nos queda el consuelo de que nuestro tema es el universo entero, ¿no?
—Como conocedor de la literatura en inglés, dígame: ¿la gran novela americana es un invento?
—Es una proposición falaz. Para mí hay cuatro novelas norteamericanas fundacionales: 'Moby Dick', 'La Letra Escarlata' 'Huckleberry Finn' y 'Retrato de una dama'. Todo lo que vino después son variaciones sobre esas cuatro. Si me preguntas cuál es la gran novela norteamericana, paradójicamente, es una novela escrita en inglés por un ruso, 'Lolita', no hay más novela más norteamericana y que reinvente el idioma inglés como ésa. Ninguno de los otros autores norteamericanos de nacimiento pudo hacerlo.
—¿La novela del XIX y el XX ha prescrito?
—No tenía competidores. Cuando alguien viajaba desde su casa, a 60 kilómetros de Londres, el novelista tenía la obligación de describir Londres. No existía ninguna referencia visual. Pero me niego a las fronteras, en general. Si una persona lee hoy por primera vez Moby Dick, será una novela del siglo XXI para esa persona.
—¿En qué sentido?
—La está leyendo ahora y no antes, quiero decir. Hay una fecha académica para la bibliografía. Todo hecho y todo artefacto cultural tiene dos edades, la edad de la obra en sí y la edad del lector,
—Land quiere ser lector, desde niño. ¿Cómo envejecen los clásicos juveniles?
—La cadena de lectura está mucho más interrumpida hoy. Los libros juveniles que yo leí siendo chico eran los mismos que habían leído mis abuelos cuando eran niños y jóvenes. Ahora, con todo lo de la literatura 'young adult' y la literatura específicamente para jóvenes, genera un efecto bucle De los niños magos pasas a los vampiros adolescentes, y de los vampiros adolescentes a los jugadores del hambre, etcétera, etcétera, etcétera. Supongo que también estarán los que logran escapar de eso y justo por eso se sentirán fortalecidos por la idea de la fuga.
—¿Vive un nuevo boom la literatura latinoamericana?
—A mi edad, puedo decir que este tipo de cosas no son tan espontáneas. No lo fue el boom en su momento. No son asuntos estrictamente literaroas, sino que tienen también que ver muchas veces con maniobras, jugadas, apuestas o logros del mercado editorial. Para mí los libros no tienen edad, sexo ni nacionalidad. Solo poseen verdad o no.
—Messi levantó la copa del mundo. Ahora sí una gran novela argentina sobre el fútbol, ¿verdad?
—No, no, bueno, es que no... Es que la verdad, te digo, sinceramente…
—Sé que no le quita el sueño, pero siempre se lo pregunto.
—Sí, algo de eso siempre sale que hablamos. Me acuerdo de lo del clásico entre Proust y lo de Joyce...
—Que, en un clásico literario entre James Joyce y el Deportivo Proust, usted sería del Deportivo Proust
—Ya, es que el fútbol en ficción. Como Land, yo nunca jugué al fútbol. ¡Incluso en el libro hago una defensa del béisbol! Me parece un deporte mucho más interesante.
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