ARTE

La 'playlist' del Museo Guggenheim-Bilbao

acto central del 25 aniversario del museo

Hace dos décadas y media abría sus puertas el Museo Guggenheim de Bilbao. En este tiempo ha ido conformando una poderosa colección que se muestra casi completa con motivo de la efemérides

Mural de Sol Lewitt que vuelve a instalarse en el Museo por tercera vez en su historia EFE

Como si de una obra de Lara Almarcegui se tratara, uno de esos listados en los que desgrana los materiales de los que se compone un edificio o un territorio, el Guggenheim de Bilbao sabe muy bien de qué 'están hechos' 25 ... años, y así lo desgrana: de 215 exposiciones temporales, por las que han circulado más de 18.000 obras de arte; de cerca de 25 millones de visitantes (lo que da una cifra de una media de un millón por año); de 120 miembros corporativos; de 5.400 empleados; de un impacto en el PIB de 5.800 millones de euros...

Y a estos datos, extraídos del balance presentado en junta extraordinaria a su patronos el lunes, se agregan los que termina de aportar Juan Ignacio Vidarte, su director (uno de los más longevos en activo, si tenemos además en cuenta que es en 1991 cuando se engancha al proyecto de construcción del museo): una colección de arte propia, independiente de la de la Fundación Guggenheim, aunque incardinada en ella, con 145 obras –más 30 de las que denominan 'en depósito a largo plazo'–, que podrían considerarse pocas, pero que Christie's tasó en 2019 en más de 800 millones de euros, y en los que se ha invertido, a lo largo de estos años, unos cien. Muchas de ellas, confiesa Lucía Agirre, una de sus responsables, ahora serían «económicamente inalcanzables».

Bodas de otro metal

Con buena parte de las mismas (un centenar y 20 de las prestadas) se conforma la exposición central de los fastos del aniversario, estas bodas de plata que, en el caso del Guggenheim, siempre son de otro metal, precisamente porque su otra piedra angular es el edificio de Frank Gehry, una obra de arte en sí, que por primera vez se ocupa por completo con una temporal y para la que se han restaurado y recuperado piezas que por su envergadura se han mostrado una o dos veces a lo sumo (como la 'stanza della madre' de Francesco Clemente, o el enorme mural de Sol Lewitt), y para la que se ha 'saneado' el propio edificio, al que se le devuelve la luz natural abriendo los lucernarios de las plantas superiores y del que se derriban paredes y particiones añadidas con el tiempo para facilitar los montajes en su endiablada planta.

En torno a la materia. Arriba, 'Habitación infinita' de Yayoi Kusama. Sobre estas líneas, obras de Juan Muñoz y de Joseph Beuys

De alguna manera, 'Secciones / intersecciones' (ese es su título) es una declaración de intenciones. Permite sacar pecho, 25 años después, cuando la exposición inaugural del Guggenheim-Bilbao se hizo con fondos de la colección, pero de la casa madre, con por entonces escasísimas aportaciones propias.

Por primera vez, el museo se ocupa por completo con una temporal, para la que se han restaurado y recuperado piezas que, por su envergadura, se han mostrado antes una o dos veces a lo sumo

Y ayuda a descubrir cómo colecciona una institución que se ha puesto como meta la calidad sobre la cantidad (y por eso tardaron tanto en entrar los Cy Towbly o el Ellsworth Kelly que ahora vemos en sus paredes); un conjunto de grandes nombres, con el que se narra el devenir del arte occidental (Europa y EE.UU.) desde la IIGM, en el que el arte vasco y español no pretende ser una coda, pero en la que el aire de los tiempos deja al descubierto sus debilidades, como el poco peso en la misma de mujeres (un tercio del total), o de la creación proveniente de otras latitudes, cuyas entradas se cuentan con los dedos de una mano, y donde el tuerto –Latinoamérica– es el rey.

Por eso se dirige nuestra atención a una de las ultimísimas adquisiciones: el gran manto 'Mar Creciente' (son metros y metros cuadrados) hecho con plástico reciclado del ganés El Anatsui. Solo el tiempo nos dirá si aquello es una 'excentricidad epocal' o una obra maestra, ahora que todo se lee en clave medioambiental y feminista. Si hablamos de técnicas, aquí priman la pintura y la escultura.

Una y trina

La muestra, que en cada planta se renombra (es realmente una exposición de exposiciones) no quiere ser cronológica, pero no le queda más remedio que serlo en su arranque, el de la planta tercera: Allí 'Marcando la historia' demuestra el peso de las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX en la colección, con la abstracción (Motherwell, Lee Krasner, De Kooning –que fue la primera compra–, Rothko –la pieza más antigua–) y el pop como ejes.

Precisamente en la sala de este último movimiento queda concretado el concepto de 'intersección' del título: Así, junto a popes canónicos como Warhol o Rosenquist, se sitúa a Gilbert & George trabajando varias décadas después; o los 'tulipanes' de Koons, que suben de su emplazamiento natural, la explanada exterior (que ceden a dos chillidas que por su peso no se exhibían nunca) para hablar de tú a tú. Antes de bajar una planta, las aportaciones de los españoles a estos registros 'encerrados' en una habitación propia: Palazuelo, Oteiza, Uslé o Tàpies. Y una Cristina Iglesias que sirve para un roto y un descosido, pues está en los tres capítulos.

Lo eterno y lo efímero. Arriba, 'La stanza della madre', de Francesco Clemente. Sobre estas líneas, 'Mar creciente', de El Anatsui, y una 'Celosía' de Cristina Iglesias

Un piso más abajo, nuestro 'cicerone' será el filósofo Lyotard en 'Desplegando narrativas', pues se evitan los grandes relatos en pos de las microhistorias. Aquí descubrimos algunos de los capítulos más memorables de lo propuesto, gracias en buena media a las 'capillas' (que no les engañe este nombre) dedicadas a Boltanski, al mencionado Clemente (de hecho, es que su 'habitación' fue concebida para la sala del museo que la acoge, de ahí sus medidas perfectas para encajar en sus límites), Baselitz o el cara a cara entre Kiefer y Beuys. Sin embargo, el reencuentro entre Yoko Ono, Ernesto Neto e Yves Klein en torno al cuerpo y la 'performance' merece detenerse.

Es en la primera planta, 'La vida material', en donde más se imposta el discurso para no perderle el pulso al aire de los tiempos. Cierto que allí prevalece lo 'físico' (frente a la digitalización imperante), y por eso es acertado que todo pivote en torno a la enorme circunferencia de pizarra de 'Círculo de Bilbao', de Richard Long (pese a que lo que lo abarca todo es el 'irrintzi', un grito, algo inmaterial, de Itziar Okariz); pero ni Susana Solano es a priori defensora a ultranza del inmigrante que surca mares, ni el povera (Kounellis) una corriente ecologista. Por cierto, el árbol de los deseos de Yoko Ono (un olivo) ya empieza a resentirse encerrado en un interior.

El recorrido acaba en la Sala de Vídeo y Cine del museo, con 'una experiencia': Una de las habitaciones infinitas de Yayoi Kusama, metáfora perfecta de las muchas luces (y alguna sombra) de un conjunto que en el pecado de su apellido lleva la penitencia de estar obligada a ser tan rotundo en sus propuestas. Ahora, que si se construyera escuchando a la mayoría democrática, estaría plagada de coches y motos, las dos expos más visitadas en estas décadas. Afortunadamente las compras están muy estudiadas, pasan varios filtros de distintos comités, y, como evidencia la muestra, a veces llegan desde las exposiciones temporales que organiza la institución (Abigail Lazkoz, Juan Luis Moraza, Jenny Holzer...).

Exposición

'Secciones / Intersecciones. 25 años de la Colección del Museo Guggenheim-Bilbao'

Museo Guggenheim. Bilbao. Avda. Abandoibarra, 2. Comisarios: Lekha Hileman, Manuel Cirauqui, Geaninne G.-Guimaraes, Lucía Agirre y Maite Borjabad. Patrocina: BBK. Hasta el 22 de enero

Así, que pasen otros 25 años más. Zorionak.

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