INTERNET
El hipermuseo futuro del arte digital
arte digital
Nuevas y sorprendentes formas de creación nacen al calor de incandescentes microprocesadores con suficiente poder como para motivar juegos de guerra, y, en teoría también, para ir más allá de la sala
![Imagen de Decentraland](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/30/decentraland-RfLkVLb1ScQ5bVtKbNcISoN-1200x840@diario_abc.jpeg)
Según parece, el hecho de que llamemos 'analógica' a la fotografía de la emulsión en oposición a la digital es un error venido para quedarse, producto de haber extrapolado mal la relación reloj analógico (el que funciona por medio de ciclos iguales, análogos, ... de sus manecillas), con el reloj digital (el que da la hora por medio de dígitos).
En la actualidad, lo digital ha ampliado en gran medida su territorio semántico: de hacer referencia a lo dactilar a nombrar aquello que crea, transporta o almacena información por medio de bits. El arte digital no es por tanto el propio de los dedos, pese a que lo táctil de las pantallas en que se le da forma o se consume haya supuesto una curiosa reconexión con los orígenes, un agujero de gusano interconceptual: el arte digital es aquel que se gesta en el diálogo entre los unos y los ceros.
Esa es su materia prima, al menos a cierta escala: descendiendo hasta las profundidades de las partículas elementales y más allá, al hipotético tejido último de los lazos o las cuerdas, cualquier forma de arte estaría trabajando con lo mismo, pero esto es alejarnos demasiado en la dimensión del relato.
La tecnología artística avanza más rápido que los espacios para acogerla, caminamos en círculos: primero fueron las visitas virtuales, más un puente que una experiencia genuina, la traducción a la pantalla, al fin y al cabo, de las obras pensadas para ser vistas en el plano matérico. Desde los Museos Vaticanos al Museo Nacional del Prado, pasando por todo tipo de recintos para la exhibición, no podemos decir que sea algo nuevo ni mucho menos superado. Las exposiciones inmersivas han llevado un paso más allá el paradigma, pero con todo su despliegue visual, en la mayoría de casos hoy por hoy trasladan obras en formatos tradicionales al espectáculo audiovisual.
Y luego están, claro, los museos que o bien ofrecen una colección mixta tradicional y digital —como puede ser el caso de Moco Museum—, o bien nacen en el plano físico para albergar exclusivamente lo digital, como el pionero Seattle NFT Museum, teamLab Borderless o Beeple Studios en Charleston, el hogar creativo del artista Mike Winkelmann, quien revolucionó la escena del arte digital con la subasta en Christie's de su obra 'Everydays: The First 5,000 Days', que alcanzó unos estratosféricos 69 millones de dólares en la que fue la primera pieza digital vendida por una casa de subastas tradicional.
![DRDA Art Metamuseum](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/30/drdaartmetamuseum-U32255085440CpV-760x427@diario_abc.jpg)
El siguiente paso en la evolución asíncrona del arte digital y sus espacios es el museo que nace en lo digital para acoger lo digital. Hablamos, por ejemplo, de los enclaves metaversiales decentraland o Voxels, que en sus orígenes eran casi un museo digital infinito (y por qué no, bastante bizarro), o de DRDA Art Metamuseum, cuyos ladrillos son estructuras virtuales a las cuales accedemos desde el navegador en un ordenador, o mediante unas gafas VR. Resulta lógico pensar que el camino —online— a seguir es este: el arte digital pertenece a un museo digital, solo allí podrá desplegar su verdadera naturaleza, revelarse en todo su esplendor. A la casa de las obras creadas mediante ordenadores y tablets no se puede llegar en metro y andando, sino conectándose.
La experiencia, eso sí, lejos de ser futurista, es bastante arcaica. Las profundidades de internet albergan micromundos donde versiones primitivas de estos espacios se erigieron a partir de las ruinas de chats visuales como el noventero WorldsChat, juegos abandonados por sus desarrolladores, como el bello Myst, u otros como Doom, transformados por una comunidad de acólitos infernales y muy hábiles. El extraordinario documental por capítulos Preserving Worlds cuenta las historias de estos paisajes estancados en un no tiempo, y de sus moradores, que se las han ingeniado para hacer de ellos refugios matrixianos, anomalías en la red que se esconden de la tormenta de la velocísima y exasperante ultraactualidad de la era social media.
![WorldsChat en Preserving Worlds](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/30/worldschat-U31878563866oXN-760x427@diario_abc.jpg)
El paso futuro, la sublimación del museo que merece el arte digital es, como el hipertexto que estiró los límites del texto, un hipermuseo, el cénit museístico para lo que hoy alcanzamos a imaginar como arte; un espacio que maximice las virtudes y posibilidades de este tipo de arte de tal manera que no exista correspondencia ni sucedáneo fuera de él. La idea no es nueva: como todo lo híper, puede rastrearse hasta los años tecnoutópicos de principios del milenio. Por lo general encontraremos definiciones de redes deslocalizadas con nodos que comparten recursos repartidos a lo largo y ancho del globo; en muchas ocasiones, se especulaba, estas redes se crearían sin planificación previa, gracias a la colaboración desinteresada de usuarios anónimos.
Entonces, claro, no había llovido tanto. Desde nuestra perspectiva actual, cualquier cosa que suene a colaboración internacional o a 'geoaltruismo' nos provoca una sonrisa y una mueca de resignación. El hipermuseo, eso sí, sigue siendo una posibilidad grandiosa: obras que no solo se exhiben, sino que, sin las limitaciones del espacio y sus distancias reales, se vinculan con otras obras y elementos de un vastísimo océano de información artística no a golpe de clic, sino con una mirada a un detalle, una observación, o incluso un pensamiento. ¿Ciencia ficción? Elon Musk está invirtiendo parte de su fortuna en Neuralink, aunque probablemente no sea el arte el motivo.
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