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Los dones del exilio de Santiago Sierra y Sol Calero en el CA2M

Móstoles (Madrid)

En las antípodas el uno de la otra, en blanco y negro él, colorida ella, Santiago Sierra y Sol Calero, de generaciones diversas, se encuentran con sus defensas del débil en el centro mostoleño

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Detalle del montaje de la exposición de Sol Calero en el CA2M Sue Ponce

L o tropológico adquiere a veces dimensiones topológicas, y eso puede determinar que la 'coincidencia casual' en el CA2M de Santiago Sierra (Madrid, 1966) y Sol Calero (Caracas, 1982) puedan iluminarnos desde los anómalos 'dones del exilio'.

Estos dos artistas han experimentado ... profundamente lo que supone ser emigrantes, en el caso del español, al posicionarse como artista en el agitado contexto de México a mediados de los noventa, mientras que Sol Calero, nacida en Venezuela, pasó su adolescencia en Tenerife para, tras varias mudanzas, residir desde hace quince años en Berlín. Estos datos biográficos no son accidentales, pues determinan la obsesión que ambos tienen por la cuestión de la identidad.

Santiago Sierra ha sido reconocido como un artista de gran prestigio internacional, desplegando acciones que han llevado a considerarse como provocadoras e incluso, como sucedió con su serie en ARCO'18, ser censurado. Si bien teóricos como Claire Bishop han considerado que su obra es el ejemplo más depurado de la 'performance delegada', en realidad, no creo que sea la suya una forma de la delegación que, a la postre, suena a cosa de Hacienda. Considero que lo fundamental para él es plantar cara al sistema sabiendo, como afirmara Fredric Jameson, que es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo.

En vecindad con sus crudas imágenes en blanco y negro, las creaciones multicolores y tropicalizantes de Calero parecieran componer un ensueño paradisíaco. Sin embargo, conviene recordar que 'et in Arcadia ego'. Las fachadas de las casas de Los Roques, un archipiélago venezolano que atrae al turismo, me hacen pensar que tal vez estemos ante una sublimación, o confrontados con el velamiento de algo freudianamente ominoso.

Viaje simulacro

Más allá de la atmósfera ludificante, Sol Calero nos invita a realizar un viaje en ese autobús que ha construido en la sala, un simulacro en el que, sin movernos, nos desplazamos por una naturaleza ficcionalizada que remite a lugares reales como el Teide. El realismo mágico lleva hasta el placer del baile o el melodrama en un culebrón con acento 'queer'.

Acertadamente han dispuesto la foto de Sierra del camión bloqueando el periférico de México DF (1998) como punto de partida de un recorrido por las acciones en las que ha ofrecido una perspectiva inevitablemente materialista del fetichismo de la mercancía. Aquel atasco es el primer ladrillo del muro frente al que los sujetos están condenados, maltratados por la ley kafkiana.

La gran sala del CA2M está literalmente alicatada con imágenes de miles de personas remuneradas para estar cara a la pared. Ciertamente Calero no quiere 'castigar' a nadie, aunque su actitud no es buenrollista ni está apelando al ingenuismo; desplazada lejos de sus orígenes, intenta desenredar los tópicos que terminan por cristalizar en exotismo.

Castigados. En las imágenes, detalle del montaje de la muestra de Santiag Sierra en el Museo de Móstoles Sue Ponce

Sierra advierte que en sus trabajos «hay poco margen para la ambigüedad o la imaginación del espectador», mientras que a Calero lo que le interesa es ofrecer evocaciones espaciales o desplazamientos que activen el imaginario de los otros. Contemplando, por tanto, estas dos exposiciones y acentuando su antagonismo, oscilamos entre la explotación y la identidad desplazada, el testimonio crítico y el culebrón, la tragedia y el melodrama, la indignación y la fantasía restauradora.

Sierra es un cínico que, como apuntara gráficamente Sloterdijk, mea contra el viento del idealismo, un sujeto que ejerce la 'parresía', esto es, se niega a callarse, transportando un gigantesco NO que desborda la 'preferencia' de Bartleby. Calero recupera las creencias populares y la artesanía para generar ámbitos hospitalarios en un mundo cruelmente hostil, incluso parece confiar en que los milagros sean reales.

En el año 2000, Gerardo Mosquera incluyó a Santiago Sierra en la lúcida exposición 'No es sólo lo que ves' (MNCARS) presentando a unas prostitutas a las que se había tatuado una línea en las espaldas, remuneradas con unas dosis de droga. Más allá de las lecturas obvias, plantea una radical disección del conceptualismo y del mantra del 'menos es más', actualmente entonado por los ricachones neo-estoicos.

La interpelación ideológica que materializan los sujetos cara a la pared es, como en el imaginario post-antropofágico de Calero, consecuencia de las identidades y los estereotipos: raciales y sexuales, pero también determinados por la pobreza o las creencias religiosas. Condenados y humillados, literalmente 'sin rostro', explotados incluso en el 'sacrosanto' mundo del arte.

Las 'acciones remuneradas' de Sierra subrayan la condición prostituida de ese trabajo que, como crudamente se leía en Auschwitz, «libera». El realismo crítico de este artista fricciona con el imaginario mágico de Sol Calero; la «parte maldita», tematizada por Bataille, refleja y distorsiona la comunidad soñada en el exilio. Si Sierra ha sido descalificado como 'capataz', Calero emprende, con desaforado vitalismo, la búsqueda de la guanábana, un fruto que para unos tiene virtudes para curar el cáncer mientras que otros consideran tóxico.

Sol Calero y Santiago Sierra

Santiago Sierra. '1.052 personas cara a la pared'. Comisario: Alexis Callado. Hasta el 2 de febrero.

Sol Calero. 'Buscando guanábana ando yo'. Comisaria: Tania Pardo. Hasta el 5 de enero de 2025.

CA2M. Móstoles. Avda. Constitución, 23.

A veces estamos en la habitación del ángel exterminador buñuelesco (rematerializado en el Pabellón de España en Venecia que Sierra perpetrara en 2003) y, en ciertas ocasiones, deseamos montarnos en un 'colectivo' para reencontrar una identidad perdida o construir un horizonte que ofrezca una mínima esperanza.

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