ARTE
Atrapados y conmovidos en el Thyssen-Málaga
Málaga
En el Barroco se forja toda una iconografía pictórica y también parte del 'carácter español'. Así lo plasma 'Fieramente humanos'
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Adentrarse en 'Fieramente humanos' en el Museo Thyssen-Málaga no es sólo hacerlo en una exposición dominada por grandes piezas –algunas sencillamente extraordinarias–, con una atmósfera escenográfica que parece trasladar a la sala el manejo expresivo de la luz de la pintura barroca y cruzada ... por una red de valiosos diálogos entre obras. Ciertamente es mucho más que esto, mucho más que hacerlo en un sobresaliente conjunto (31 pinturas y 4 esculturas) de autores como Mena, Martínez Montañés, Ribera, Ribalta, Murillo, Alonso Cano, Velázquez, Pereda o Herrera el Viejo, entre otros, y con una sensorial puesta en escena.
Supone hacerlo en una exposición que aborda algunos asuntos cruciales del arte religioso en nuestro país durante el Barroco, al tiempo que observamos cómo cristalizan recursos lingüísticos y preocupaciones existenciales que acaban configurándose como característicos, al modo de unas poéticas, del arte español.
Merced a distintos encuentros, se desliza la deuda de algunos artistas españoles del siglo XX con el arte de la Edad Moderna y cómo recurrentemente se recuperan motivos ligados al imaginario del Barroco, reformulándose en función a una actitud vital (Darío Villalba) o se instrumentalizan con auténtica 'vis' crítica (Equipo Crónica y Antonio Saura).
Exigencia de humanidad
En gran medida, la exposición se construye sobre la exigencia de humanidad, de convertir en reales, creíbles y semejantes a toda la cohorte de santos y representaciones divinas, de modo que propiciase, en la línea de un arte de la persuasión como es el Barroco, la acentuación del vínculo del espectador con lo que se representa. El artista buscaba mover y conmover y, para ello, se auxilia del naturalismo que le permite negar la imagen ideal, fría y distante del Renacimiento.
Así, quedamos atrapados y conmovidos por la fisonomía macilenta y la piel apergaminada de los eremitas y anacoretas; la intensidad emocional, dolorosamente callada, de Mena con dos de sus iconografías más populares (la Dolorosa y el Ecce Homo); la piedad de numerosos santos; o el arrobamiento de otros en el trance, cuasi extático, de situarse ante la manifestación de la divinidad, que enlaza con la mística española.

El Decreto XXV, conocido como el Decreto de las imágenes, que se promulga a partir de la muy tardía y apresurada sesión sobre el uso de las imágenes y sus derivaciones artísticas entre el 3 y el 4 de diciembre de 1563 –al cierre del Concilio de Trento (1545-63)–, da un lugar preeminente al ejemplo de virtud, y por ende imitable, que representan los mártires y santos.
Sin embargo, alerta también sobre el 'desorden' en el culto y uso de las imágenes, así como sobre la incorporación de nuevas figuras al santoral, encaminándose a un escenario muchas veces contradictorio (santificaciones masivas en el Barroco; exigencia en la representación de pasajes recogidos en los Evangelios, aunque, por mor del efectismo y de agudizar la persuasión, se recuperasen las visiones de algunos santos y papas antiguos, incurriendo en la repudiada falta de decoro; o el acopio de reliquias por parte de Felipe II). Algunas de esas paradojas se intuyen en este conjunto.

'Fieramente humanos. Retratos de santidad barroca'
Colectiva. Museo Carmen Thyssen Málaga. Málaga. Palacio de Villalón. C/ Compañía, 10. Comisario: Pablo González Tornel. Hasta el 18 de febrero
No podemos olvidar cómo la literatura posconciliar y los tratados de artes plásticas, como el de Pacheco, fueron desarrollando aspectos no precisados en el mencionado decreto por la premura con la que se discutió, especialmente cuestiones relativas al modelo de representación de los personajes de la Pasión y los santos. Muchas de las magníficas obras aquí expuestas obedecen a esas premisas.
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