FAUNA ESTIVAL
Averno verano
El momento de la despedida tras un día de playa –o de todo un verano– siempre es el más duro... O no
Fauna estival: Mi reino por un chiringuito

«En el verano cada palabra respira en el verano», dice el poeta Guillermo Sucre. Pocas maneras tan sutiles de definir ese totalitarismo sensual que es esta época del año. Otro escritor, cuyo nombre no recuerdo, comparó el verano con la noche, pues ... ambos llegan de improviso y en su duración parecen eternos… hasta que se terminan.
Para quienes nos hemos quedado en casa, ese momento 'entre chien et loup', como bien dicen los franceses, cuando los contornos del día se difuminan, representa un alivio. El sol declina, el calor cede un par de grados, un girón de brisa se desgarra en el cielo y nos acaricia el rostro. Para quienes regresan de la playa, en cambio, se trata de los prolegómenos de la resaca. De la playa siempre se regresa borracho. De sol o de alcohol. Muchas veces, de ambas «sustancias».
«Otro escritor comparó el verano con la noche, ambos llegan de improviso y en su duración parecen eternos… hasta que se terminan»
A los guiris se les reconoce por el rojo langosta de sus pieles insoladas. Suelen circular en traje de baño, como si la ciudad toda fuera un balneario, a veces incluso un baño, que viniera incluido en el alquiler del piso Airbnb. Andan ebrios, festivos, histéricamente alegres. En realidad, ya empiezan a sentir el dolor de cabeza, anuncio de náuseas, vómitos y una horrorosa sed con sabor a arena. A los lugareños cuesta verlos de regreso. Unos tienen sus propios coches. Otros usan el transporte público. Lo cual acentúa la impresión de que las ciudades veraniegas están habitadas solo por los turistas. Aunque, hay algo extraño: en mis cinco años en Málaga, nunca me he encontrado en la playa con ningún amigo malagueño.
'The grass is always greener on the other side', y el mar es más azul si para llegar a él tengo que viajar al menos un par de horas. Lo cual conduce a la aporía regionalista-antiturística-autodespreciativa por excelencia de los españoles de La Costa del Sol: el guiri es despreciable porque viene a bañarse en nuestra playa, pongamos La Malagueta, cuando todo el mundo sabe que las mejores playas son las de Almería, Cádiz o Mallorca.
«Lo mejor que tiene el verano es la promesa de que algún día tiene que acabarse»
Esto nos conduce a la verdadera, la inconfesable, contradicción de fondo en la cual los extremos se tocan: tanto guiris como lugareños odian el verano. En general, la gente cree que ama el verano. Lo asocian con baños de sol, mar, amigos, fiestas y un descanso reparador antes de volver a la tan menospreciada rutina.
Se trata, por supuesto, de un espejismo en el desierto. Lo mejor que tiene el verano es la promesa de que algún día tiene que acabarse. Es el fin de la resaca de la última borrachera para los visitantes. Es el descenso de las afluencias y la temperatura para los locales.
¿Algún día podré volver a despertarme en mi cama, sin salitre ni pegotes de diversa procedencia?, se pregunta el guiri. ¿Cuándo podré volver a mi ciudad, a mi trabajo de todos los días, a hacer la compra en el súper de la esquina?, se lamenta el residente. ¿Cuándo se acabará este exilio forzado, que hacemos cada año solo porque los demás lo hacen?, se preguntan a coro tirios y troyanos, guiris y cuñaos. Pero el verano, como una noche de insomnio, es eterno. Es el averno verano, como diría Bárbara Espinosa, que sabe de estas cosas. Aquí seguimos, atrapados, por ahora y para siempre.
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