El 8M tiñe de morado el Museo Thyssen
La pinacoteca inaugura 'Maestras', una lectura militante de la Historia del Arte en clave cien por cien feminista
¿Qué pintan las mujeres en el Prado?

'Heroínas', 'Invitadas', 'Invisibles', 'Olvidadas y silenciadas', 'Ni musas ni sumisas', 'Monstruas y centauras'... Son títulos de muestras y libros de arte desde un prisma feminista, a los que ahora se suma 'Maestras', una «exposición declaradamente feminista», «una visión de la Historia ... del Arte en femenino«, »una exposición de mujeres sobre mujeres» (comisariada y patrocinada también por mujeres), en el Thyssen, un museo que está llevando a cabo «un proceso de redefinición feminista».
Aunque lo parezca, no es 8M, sino 30-O. Una marea violeta invade la pinacoteca. Paredes y banderolas moradas; catálogo con portada malva (y textos militantes)... A la entrada de la muestra, un monumental gráfico, con círculos (sí, del mismo color), desvela, entre otras cosas, quiénes de estas maestras hicieron una reivindicación pública de la igualdad. Por si aún no nos habíamos dado cuenta de la tesis de la nueva exposición del Museo Thyssen, un texto (sobre una pared morada, claro) al inicio del recorrido explica que la muestra está «inspirada en la noción actual de sororidad». Se habla de sistema patriarcal, de misoginia...
Y, por si quedaba alguna duda, arranca la exposición con tres obras –espléndidas, eso sí– de tres «empoderadas» pintoras (Artemisia Gentileschi, Fede Galizia y Lavinia Fontana) con un único tema, muy feminista y empoderado: Judit decapitando a Holofernes. Toda una declaración de intenciones. En el caso de Artemisia, se ha entendido por parte de la crítica como la propia pintora vengándose de su agresor sexual: fue violada a los 17 años por Agostino Tassi, un pintor amigo de su padre. Unos metros más allá, otras pinturas de esta maestra que podrían leerse en clave feminista: dos versiones de 'Susana y los viejos' (el acoso y el abuso sexual) y 'Yael y Sísara', en el que la heroína bíblica le clava en la sien al comandante una estaca con un martillo.

Las cosas han cambiado mucho desde que en los 80, las Guerrilla Girls se preguntaban, bajo sus disfraces de gorilas: «¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Met Museum?». Los grandes museos históricos desempolvan de sus almacenes los trabajos de las grandes pioneras del arte. El Prado comenzó esta rehabilitación hace unos años con Clara Peeters, le siguió un cara a cara entre Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana y la exposición 'Invitadas'. Los lienzos de estas antiguas maestras cotizan al alza en el mercado (algunos alcanzan precios estratosféricos) y hoy se multiplican las peticiones de préstamos para exposiciones.
El Museo Thyssen, además de la ya citada exposición 'Heroínas', en 2011, ha expuesto monográficas de mujeres artistas, algunas pioneras del feminismo como Georgia O'Keeffe. Parecía superada, más de una década después, la perspectiva feminista en museos de arte moderno y contemporáneo como el Thyssen, donde no ha habido, ni hay que se sepa, exclusión de artistas por ser mujeres. En su colección atesora 26 obras de trece de ellas, incluidas algunas del alquiler de la colección Carmen Thyssen. Con proyectos como éste se corre el riesgo de crear nuevos guetos (en este caso de mujeres artistas), como cuando los museos se empeñaban en hacer exposiciones colectivas de arte latinoamericano. ¿El arte de cada país de Latinoamérica no tiene entidad por sí mismo? ¿Y el de estas mujeres tampoco?

La comisaria, Rocío de la Villa, fundadora de Mujeres en las Artes Visuales (MAV), cree que las monográficas «no son tan 'empoderantes' para cambiar el canon» como las colectivas. La exposición, advierte, «pone en positivo la otra mitad de la Historia del Arte. No es sectaria, no excluye a nadie. Gustará incluso a los no feministas». «¿Por qué no conocíamos a estas mujeres? ¿Por qué sus obras estaban en los almacenes de los museos?», se pregunta en plena soflama feminista. «Es un correctivo sin paliativos a los prejuicios del patriarcado. Son historias de unas heroínas convertidas en historias de violencia de género por sus compañeros. Son mujeres excluidas, sepultadas, a las que se les robó su pasado y su identidad; mujeres calladas por temor a ser decapitadas».
La exposición cuenta con el patrocinio de Carolina Herrera. Ayer, una modelo posaba con un vestido de rayas blancas y negras de la firma ante algunos de los cuadros en las salas del Thyssen para un reportaje en la revista 'Elle'. ¿Una perspectiva feminista más?

Pero la exposición, que permanecerá abierta hasta el 4 de febrero de 2024, tiene una segunda lectura, meramente artística. Además de los ya citados, hay excelentes préstamos de artistas como Angelica Kauffmann, Vigée-Le Brun (pintora de cámara de María Antonieta) –un retrato de Madame Elisabeth ha sido cedido por Versalles–, Mary Cassatt, María Blanchard, Berthe Morisot, Paula Modersohn-Becker, Tamara de Lempicka, Camille Claudel, Maruja Mallo, Natalia Goncharova, Sonia Delaunay, Frida Kahlo o Rosa Bonheur. Estas dos últimas han sido erigidas como abanderadas del feminismo. También permite la muestra descubrir nombres poco conocidos o desconocidos por el gran público, algunos de un alto nivel, como Henriette Browne.
Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, comenta que muchas artistas fueron apreciadas y reconocidas en su tiempo, pero en el XIX hubo «un borrado sistemático» de ellas: «He descubierto a algunas que son fantásticas, cuyos nombres ni me sonaban y que nos habían sido robadas. Las mujeres artistas fueron excluidas de museos y manuales. Queremos revertirlo y mostrar una Historia del Arte occidental contada por mujeres». El compromiso del museo con el feminismo, dice un Solana ganado para la causa, «ha repercutido en la programación del museo. Y vamos a ir a más. No se trata solo de meter en el canon a las artistas borradas, sino de transformar el propio canon».
'Heroínas', 'Invitadas', 'Invisibles', 'Olvidadas y silenciadas'... y quizás hasta la coronilla de ser manoseadas.
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