Artistas y modelos: hasta que la muerte (o el arte) los separe
La Fundación Canal narra en una exposición las apasionantes historias de trece parejas de creadores y sus musas-esposas-amantes, que fueron catalizadoras del genio creativo, aunque en ocasiones supuso un tsunami de destrucción
Musas: las mujeres ocultas tras las grandes obras de arte

Picasso, Matisse, Delacroix... El artista y la modelo es un tema recurrente en la Historia del Arte. No es posible entenderla sin los pintores, escultores, dibujantes, grabadores..., pero tampoco sin sus modelos y musas, muy mayoritariamente mujeres. En muchos de los casos ... son éstas quienes inspiraron sus obras maestras y aquellos difícilmente hubieran alcanzado la fama y la gloria sin ellas. Aunque el concepto tradicional de musa como una modelo pasiva, a merced de un artista mayor y influyente, ha sido sustituido por el de una musa emancipada, agente activa, que brinda apoyo emocional, energía intelectual, creatividad y ayuda a los artistas. Algo así como 'cooperadoras necesarias'.
La Fundación Canal aborda esta fértil pero compleja relación entre artistas y modelos o musas en su sala de exposiciones de Madrid (Mateo Inurria, 2) con una muestra que puede visitarse hasta el 5 de enero de 2024 y que narra historias de pasión, creación y destrucción. Hay casos en los que ellas voluntariamente deciden sacrificar sus prometedoras carreras para apoyar las de sus esposos o amantes, dedicarse a la casa y a los hijos e incluso gestionar la economía familiar y hasta ser sus marchantes. Pero también las hay que lucharon contra viento y marea para no renunciar a su sueño de ser artistas. Hay historias con final feliz, y otras que acaban en drama, como las épicas tragedias griegas, con el suicidio de la musa-amante-modelo.
La comisaria, Rosario Sarmiento, ha seleccionado trece parejas de artistas de estilos muy diversos, desde finales del XIX hasta finales del XX. Pero podrían ser muchas más. No está, por ejemplo, Jeanne Hébuterne, quien, embarazada de ocho meses, se tiró por la ventana. No pudo soportar la muerte de Amedeo Modigliani, el Príncipe de Montparnasse. Ni la Fornarina, la hija del panadero que traía de cabeza a Rafael. Tanto que su mecenas Agostino Chigi les dejó una habitación en Villa Farnesina para que dieran rienda suelta a su pasión, entre posado y posado. Ni la bella Simonetta, musa eterna de Botticelli. Estaba tan perdida y platónicamente enamorado de ella que pidió ser enterrado a los pies de su sepulcro en la iglesia de Ognissanti de Florencia. Tampoco, parejas tan conocidas como Auguste Rodin y Camille Claudel, Egon Schiele y Wally Neuzil o Frida Kahlo y Diego Rivera. La lista es interminable.
La muestra reúne un centenar de piezas (pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, grabados). Sarmiento la ha dividido en cinco secciones, en función del tipo de relación entre artista y modelo: 'Sin ti no soy' (los artistas buscan en sus musas la belleza y el erotismo, y en muchas ocasiones mantienen una apasionada relación sentimental), 'Detrás de ti' (mujeres que son imprescindibles y sin las cuales los artistas no habrían sido igualmente reconocidos), 'Las musas rotas' (una sala en negro y rojo stendhaliano, donde cuelgan obras tras las cuales hay historias de pasión y sexo, pero también de desamor, locura y autodestrucción, protagonizadas por dos caníbales: Picasso y Bacon), 'De modelo a artista' (las modelos consiguen convertirse en artistas, se dan relaciones de inspiración mutua) y 'Cómplices en el amor y en la creación' (artistas cuyo trabajo estaba impregnado por la personalidad de sus parejas).
Suele decirse que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Pero esa frase habría que actualizarla a los tiempos actuales y sustituir 'detrás de' por 'al lado de'. Preguntamos a la comisaria si no teme que haya críticas por no haber puesto el foco en el papel activo de las musas-modelos. Defiende que ha querido contar en cada caso la historia tal como ocurrió, sin ocultar ni falsear los hechos y sin hacer juicios de valor con ojos del siglo XXI sobre lo que vivieron esas trece parejas.

Raimundo de Madrazo y Aline Masson
Raimundo de Madrazo (1841-1920) pertenece a una de las sagas de pintores más importantes de nuestro país. Hijo, hermano y cuñado de artistas, se formó y vivió en París, donde obtuvo un gran reconocimiento. Fue objeto de deseo de la alta burguesía y la aristocracia. Tras la muerte de su esposa, Eugenia de Ochoa, conoce a la joven Aline Masson, hija del conserje del marqués de Casa Riera, que vivía muy cerca de su estudio. Se convirtió en su modelo favorita, a la que retrata de forma casi obsesiva en muchas pinturas. En la exposición se exhibe 'Travesuras de la modelo', en la que Madrazo presenta un juego entre modelo y artista. Retrata a Masson, pícara y traviesa, vestida de rosa, supuestamente en el descanso de una sesión de posado. Se acerca a su retrato, coge el pincel y pinta un monigote, que representa al propio Madrazo. Al lado del lienzo, unas fotografías de la Biblioteca Nacional, en la que vemos a pintor y modelo en el estudio. Imaginamos que hubo entre ellos una relación íntima.

Toulouse-Lautrec y Jane Avril
Su nombre y apellidos eran más grandes que su cuerpo. Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec apenas medía metro y medio, pero cada centímetro de su diminuta y deforme anatomía era puro genio. Nadie como él supo retratar el París bohemio de finales del XIX: sus cafés, teatros, cabarets, burdeles... Nunca retrata a las prostitutas ejerciendo su profesión, sino en la intimidad: bañándose, peinándose, vistiéndose... Una vida de excesos, ahogada en absenta, que alimentó uno de los mayores mitos de la Historia del Arte. Sus padres, el conde Alphonse de Toulouse-Lautrec -Montfa y Adèle Tapié de Celeyran, eran primos hermanos. Una anomalía congénita impedía que sus huesos crecieran con normalidad. A ello se sumarían dos fracturas en los fémures de ambas piernas entre 1878 y 1879. Sus piernas dejaron de crecer.
Fue, desde 1884, uno de los vecinos más célebres de Montmartre. Frecuentaba el Moulin Rouge, el Mirliton, el Moulin de la Galette o Le Chat Noir, donde se movía como pez en el agua. Conoció y retrató a empresarios, cantantes, bailarinas, actrices, vedettes... Una de sus modelos favoritas fue Jane Avril (1868-1943), una de las bailarinas de cancán más conocidas del Moulin Rouge, donde fue contratada con 20 años. Se conocieron en 1890 y fueron grandes amigos. Era hija del marqués italiano Luigi de Font y de su amante, La belle Elise. El marqués las abandonó y Jane sufrió el maltrato de su madre, que era alcohólica. Cuelgan en la exposición las once litografías de su serie 'Elles' y dos fotografías de Jane Avril. En una aparece con una serpiente enrollada en su vestido. Tras la muerte de Lautrec, se convirtió en actriz. Murió en la indigencia.
Salvador Dalí y Gala
Camuflada de musa, agazapada siempre tras la figura y la sombra de Dalí, Elena Ivánovna Diákonova (Kazán, Rusia, 1894-Portlligat, 1982), Gala fue una heroína posmoderna que creó su propia imagen. A buen seguro, el poeta Paul Éluard –a quien conoció en el sanatorio Clavadel para tuberculosos de Davos (Suiza) y que fue su primer marido– y los artistas Max Ernst (tuvo una apasionada aventura con este guapo pintor rubio de ojos azules) y Salvador Dalí, su segundo y último esposo, no habrían sido los mismos sin esta mujer a su lado. Porque Gala nunca estuvo detrás de ellos, siempre junto a ellos.
Enfermiza, lectora compulsiva (le gustaban las novelas de Dostoievski) y muy religiosa (solía llevar siempre consigo una imagen de la Virgen de Kazán), adoraba la música de Wagner. Sus animales favoritos eran los gatos. Tuvo 'feeling' con Lorca, pero Buñuel la detestaba. Tal vez viera amenazada su amistad con Dalí por la joven rusa. Repudiada por Breton –¿le hizo bullying?– y por el cineasta aragonés, que a punto estuvo un día de estrangularla, mantuvo malas relaciones también con las familias de Éluard y Dalí. Y una muy compleja con uno de sus hermanos.
Gala y Dalí se conocieron en 1929 en Cadaqués. Ella aún estaba casada con Éluard. Nunca más se separaron. Cuelga en la muestra 'Los tres enigmas gloriosos de Gala', préstamo del Museo Reina Sofía, que fue pintado por Dalí en 1982, año de la muerte de Gala, que lo dejó devastado. Durante el entierro en el castillo de Púbol, Dalí se lamentaba: «Gala me ha abandonado».

Julio Romero de Torres y María Teresa López
El nombre del pintor cordobés Julio Romero de Torres (1874-1930) ha quedado indisolublemente ligado al de María Teresa López (1913-2003), su modelo más conocida. Es la que aparece en cuadros tan célebres como 'La Fuensanta' y 'La chiquita piconera' (lo acabó tres meses antes de su muerte), e ilustraba el antiguo billete de cien pesetas. Hija de un matrimonio cordobés que emigró a Argentina y regresó a España. Vivían cerca de la Casa del Potro, donde residía Romero de Torres y hoy sede de su museo en Córdoba. Posó para él desde muy pequeña.
Pintor por antonomasia de la mujer, creó un arquetipo de belleza idealizada: una mujer racial, de pelo y tez morenos, ojos negros... Con fama de mujeriego, María Teresa fue su objeto de deseo, pero ella pasó su vida desmintiendo haber sido amante del pintor. «Ser su modelo me amargó la vida», confesaba. No fue la suya una vida feliz. Fracasó su matrimonio. Trabajó como costurera. Pasó sus últimos años sola, sin dinero, en un asilo de monjas.

Joaquín Sorolla y Clotilde García
Fue mucho más que la esposa de Joaquín Sorolla y madre de sus hijos. Clotilde García del Castillo fue la musa omnipresente e inmortal en la obra de Sorolla a lo largo de toda su carrera. Posó para él en innumerables retratos, se ocupó de la familia, de organizar la casa y de la administración de los bienes de su marido. Todo, para que Sorolla -este año se conmemora el centenario de su muerte- se dedicara solo a pintar. Además, fue ella la artífice de la creación del Museo Sorolla de Madrid. En 1925 hizo testamento y legó al Estado español la casa familiar y las colecciones que había en ella con el fin de hacer un museo dedicado a Sorolla. Clotilde murió en 1929, se creó una fundación en 1931 y un año después, Manuel Azaña, jefe del Gobierno de la República, inauguró el Museo Sorolla.
Clotilde García del Castillo (1865-1929) era hija del fotógrafo Antonio García Peris, en cuyo estudio entró como ayudante Joaquín Sorolla a los 15 años. No tardaron en enamorarse. Se casaron en 1888 y tuvieron tres hijos. Se conservan unas 2.000 cartas de la pareja. En la exposición se exhiben seis obras de Sorolla y fotografías familiares, incluido una en la que el artista pinta el célebre retrato de Clotilde con vestido negro, hoy en la colección del Metropolitan Museum de Nueva York.

Eugenio Granell y Amparo Segarra
Pintor, escultor, escenógrafo, fotógrafo, poeta, periodista, locutor de radio, violinista..., Eugenio Granell (1912-2001) fue un artista todoterreno y el último representante del surrealismo español. En 1928 se traslada desde su Galicia natal hasta Madrid para cursar sus estudios de violín en la Escuela Superior de Música. Fue asiduo en las tertulias de los cafés madrileños. Gran amigo de André Breton, se conocieron en mayo de 1941 en Ciudad Trujillo (República Dominicana), donde Breton hizo un alto en su camino hacia el exilio neoyorquino. Granell, joven republicano gallego también exiliado, trabajaba como periodista. Se citaron en la terraza del hotel Palace para hacerle una entrevista, publicada en el diario «La Nación». Breton llegó a tener siete óleos y cuarenta obras sobre papel de Eugenio Granel, que conservó hasta su muerte.
En el tren que le condujo a Le Havre, para embarcar rumbo a América en su exilio (República Dominicana, Guatemala y Puerto Rico), conoce a Amparo Segarra (1915-2007), con quien se casaría. Actriz de teatro, figurinista y escenógrafa, también era artista plástica: autora de collages. Eugenio y Amparo crearon obras a cuatro manos (dos de ellas se exhiben en la muestra). Pero siempre estuvo a la sombra de Granell.
Eduardo Chillida y Pilar Belzunce
En Chillida Leku, 'el lugar de Chillida', bajo un magnolio, hay una sencilla pero preciosa cruz. Es el lugar donde están enterrados Eduardo Chillida (1924-2002) y su esposa, Pilar Belzunce. Fue ella la que le pidió que la realizara para su tumba. Siempre pensó que se moriría antes que su marido, pero le sobrevivió. El maldito alzhéimer, que no entiende de genios, fue apagando, como si fuera una vela, la vida de uno de los artistas españoles más importantes del siglo XX. Moría el 19 de agosto de 2002, con la elegancia y discreción de las que hizo gala toda su vida. El próximo año se conmemora el centenario de su nacimiento. Confesaba el escultor que sin Pili (así llamaba siempre a su esposa), no hubiera podido desarrollar su ingente producción artística: «Pili y yo hemos estado juntos toda la vida. Aquí nada hubiera funcionado si no hubiera estado ella».
Nacida en Filipinas en 1925 y fallecida en 2015 en San Sebastián, Pilar Belzunce y Eduardo Chillida se conocieron siendo ella una adolescente. Se casaron en 1950 y tuvieron ocho hijos. Siendo aún novios, Eduardo le dijo a Pili: «Te pido una cosa: que te encargues tú de los asuntos materiales. No quiero unir el dinero con el arte, porque son dos mundos que no tienen nada que ver el uno con el otro». Y así lo hizo. Chillida se limitó a crear arte, gracias a que su esposa se ocupó del resto. Formaron un gran equipo. Además de un óleo y tres litografías del artista, y fotografías del álbum familiar, se muestra una escultura realizada por Pilar Belzunce: una lurra, de 1976.
Antonio López y María Moreno
Para el pintor y escultor Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real, 1936) el año 2020 fue durísimo. El 17 de febrero llegaba la primera crisis (personal, vital): moría su esposa, la también pintora María Moreno (1933-2020), tras una larga enfermedad. Se apagaba su luz. Así solía referirse a Mari, como la llamaba. Y, tan sólo un mes después, cuando aún no ha tenido siquiera tiempo de superar el luto, llegó el mazazo del Covid. Es el único superviviente de los realistas madrileños: ya nos han dejado María Moreno, Isabel Quintanilla, Amalia Avia, Julio y Paco López Hernández, Esperanza Parada... y un abstracto de adopción, Lucio Muñoz.
Decía en una entrevista con ABC que «Mari ha pintado lo que le ha gustado, lo ha hecho con mucha entrega, con mucha generosidad, con mucha limpieza. Ha vendido, ha expuesto... Mari ha cumplido con su destino: nació pintora y ha pintado. Hemos vivido de la pintura los dos». Negaba que hubiera competencia alguna entre ellos («yo quería lo mejor para Mari y ella para mí, por encima de nuestros propios intereses»). ¿Quién aprendió más de quién? «Yo de Mari, porque necesito aprender mucho de los demás. Ella tenía una sabiduría natural enorme, yo no. Mari me ha enseñado, como mi tío, el punto luminoso de la tarea de pintar. Es lo más puro que hay. No es ruidoso, no busca lo llamativo». ¿Qué destaca de Mari como pintora? «Es de esas personas que no tienen ambición, que pintan porque les gusta, porque han nacido para pintar. Una pintura tan independiente, tan fuera de las normas, de las modas, tan personal, tan honda, tan auténtica... es muy difícil. Es lo que buscamos todos».

Antonio y Mari se conocieron en Madrid cuando ambos eran estudiantes en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Formaron parte del grupo de realistas madrileños, más un puñado de amigos que un grupo artístico. En la exposición, un precioso dibujo de Antonio López, 'Mari en la clínica', y un busto de su esposa, de 1961. Es la primera escultura del artista. De María Moreno se muestra un cuadro inédito: un retrato de Antonio tumbado en un sofá (1990-1991), de una colección particular. En una de las escenas finales de la película 'El sol del membrillo', de Víctor Erice, aparece Mari pintando este cuadro.
Picasso y sus mujeres
Imposible hablar de una sola musa, modelo o amante en el caso de Pablo Picasso. Fueron muchas las que pasaron por su vida y por su obra. Imposible hablar de una sin la otra. En una entrevista con ABC, su hija Paloma decía que «mirando su trabajo, se ve que cada mujer se vuelve parte de su obra. Decía que no sabía si encontraba a una nueva mujer porque ya estaba trabajando en esa dirección o cambiaba de dirección porque encontraba a una mujer. La mujer era parte de su materia para crear». Dos de ellas (Marie-Thérèse Walter y Jacqueline Roque) se suicidaron. No soportaron vivir sin él.
En la lista de musas-amantes-esposas de Picasso, Fernande Olivier, que inspiró sus primeras obras en París, donde trabajaba en el Bateau Lavoir de Montmartre. Allí alumbró 'Las señoritas de Aviñón'. Después llegaría Olga Khokhlova, bailarina en los Ballets Rusos de Diáguilev. En 1917 se cruzó en su camino Pablo Picasso, al que acaba de abandonar Irène Lagut. Olga y él se conocieron en Roma, en una gira de la compañía con el ballet 'Parade'. Picasso dio buena cuenta del consejo de Diáguilev: «Con una rusa, uno se casa». Un año después se daban el sí quiero en París. El único hijo de la pareja, Paulo, nacería en 1921.
El 8 de enero de 1927, a la salida de las Galerías Lafayette de París, Pablo Picasso se topa con una joven rubia de ojos azules, de origen sueco, que le cautivó de inmediato. Le propuso retratarla. Marie-Thérèse Walter tenía 17 años, él 28 más. El artista seguía casado con la bailarina rusa Olga Khokhlova. Desde aquel día Pablo y Marie-Thérèse se volvieron inseparables. Ella se enamoró perdidamente y él la convirtió en su nueva musa y amante. Supuso una erupción creatividad en su carrera. La pintó y esculpió obsesivamente en innumerables obras, siempre voluptuosa, sensual, con pinceladas curvas. En 1930 Picasso compra el Castillo de Boisgeloup (Normandía), donde vive su apasionado amor con Marie-Thérèse, fruto del cual nació su hija Maya el 5 de septiembre de 1935.
En 1936 conoció a la joven fotógrafa francesa Dora Maar. Y ya se sabe: tres son multitud. Dora será su modelo, musa y amante en esas fechas. Es ella «la mujer que llora» que aparece en muchos de los bocetos del 'Guernica'. Fue testigo privilegiado del proceso de creación del cuadro, que inmortalizó en imágenes. Henriette Theodora Markovitch, más conocida como Dora Maar (1907-1997) , era pintora, fotógrafa y escultora. Nacida en París, aunque criada en Argentina, estudió en la Academie Lothe, donde conoció al mítico fotógrafo Henri Cartier-Bresson, un año más joven que ella. Trabajó también como actriz en alguna película. Era amiga íntima de André Breton, y de Paul y Nusch Éluard, a quienes retrató en muchas ocasiones.
Picasso la abandonó por Françoise Gilot, «la mujer-flor». La pintora francesa irrumpió en la vida del artista en mayo de 1943, en una Francia ocupada por los alemanes. Ella tenía 21 años, Picasso pasaba ya de los 60. El encuentro se produjo en el restaurante Le Catalan en la Rue des Grands-Augustins de París. Ella estaba cenando con una amiga y el actor Alain Cuny. Él hacía lo propio con la vizcondesa de Noailles, Dora Maar (por entonces su amante) y unos amigos. La bella Françoise no tardó en llamar la atención de Picasso, que para las mujeres tenía un radar finísimo. Se acercó a su mesa con un frutero lleno de cerezas. Así de original era él. La invitó a su estudio. Una nueva presa estaba ya atrapada irremediablemente en su tela de araña. Fue el comienzo de una atormentada historia de amor (con Picasso todas lo eran), que duró diez años, hasta 1953, fruto de la cual nacieron dos hijos (Claude y Paloma) y que ella contó en primera persona en'Vida con Picasso' (1964). Fue la única mujer que se atrevió a abandonar a Picasso. Gilot murió el pasado mes de junio a los 101 años.
La última musa-esposa de Picasso fue Jacqueline Roque. La inmortalizó hasta en 400 obras. Casada con un ingeniero, André Hutin, con quien tuvo una hija, Catherine, se trasladaron a vivir a África, pero cuatro años más tarde regresaron a Francia y Jacqueline se divorció de Hutin. Se asentó en la Costa Azul y comenzó a trabajar en la tienda de su primo, el taller de cerámica Madoura en Vallauris. Fue allí donde conoció a Picasso, que por entonces estaba muy interesado en la cerámica. Ella tenía 26 años y él 72. Se casaron en 1961. Jacqueline sentía una auténtica adoración por Picasso. No superó su ausencia. Se pegó un tiro en 1986 en Mougins a los 59 años. Está enterrada en los jardines del Castillo de Vauvenargues junto a Picasso.

Francis Bacon y George Dyer
La lista de amantes de Francis Bacon (1909-1992) fue interminable. Pero sólo unos cuantos dejaron en él una profunda huella. El primero, Eric Hall, un hombre de negocios, banquero y juez de Paz, casado y con hijos, que se convirtió en su mecenas y amante y se arruinó por su culpa. Estuvo con él 15 años. Después, Peter Lacy, un guapo pianista, con quien mantuvo una relación destructiva y obsesiva. Lacy lo estaba esclavizando física y psíquicamente. El tercero fue George Dyer (1934-1971): de una familia de rateros, alcohólico, estuvo en la cárcel... Bacon era, para él, su salvavidas. Lo chantajeaba y, tras una pelea, llegó a llamar a la policía para denunciar que el pintor tenía hachís en su estudio. Se suicidó el día anterior a la inauguración de la gran exposición de Bacon en el Grand Palais de París. Al parecer, el pintor ocultó los hechos. El destino le negaba a Bacon la posibilidad de ser feliz al mismo tiempo en el plano profesional y en el sentimental. Sentía un gran remordimiento por la muerte de Dyer: «Me siento tremendamente culpable. Todos los que he amado están muertos. O se mataron con el alcohol o se suicidaron . No sé por qué atraigo a este tipo de gente. No hay nada que hacer». Tras su muerte siguió retratándolo, quizás como una forma de exorcizar sus demonios. Su último amante fue José, un empresario que vivía en Madrid. Se dice que fue el gran amor de su vida. Vino el pintor a Madrid a verle en abril de 1992, desoyendo los consejos de su médico. Durante aquel fatídico viaje murió Francis Bacon. Tras padecer una deficiencia renal y respiratoria, sufrió un ataque cardiaco.
La exposición se centra en la figura de Dyer. El director John Maybury inmortalizó en su película 'Love is the devil', de 1998, cómo se conocieron Bacon y Dyer. Un día que Bacon dormía en su estudio se despertó a causa de un gran ruido: un ladrón que entraba a robar se cayó desde la claraboya del techo. Bacon le dijo: «Quítese la ropa y métase en la cama conmigo; podrá conseguir todo lo que quiera». Sea cierta o no, Bacon contaba la anécdota.

Lee Miller y Man Ray
Emmanuel Radnitzky –verdadero nombre de Man Ray (Filadelfia, 1890-París, 1976)– fue dibujante, pintor, escultor y, sobre todo, fotógrafo. Entre sus musas , nombres como Kiki de Montparnasse, Nush Éluard, Ady Fidelin, Meret Oppenheim, Juliet Browner –acabó siendo su esposa– y Lee Miller (Nueva York, 1907-1977). Tras sus inicios como cotizada modelo en la Gran Manzana (trabajó para las publicaciones de Condé Nast), esta última viajó en 1929 a París, donde se convirtió en asistente fotográfica, amante y musa surrealista de Man Ray. Nunca antes había aceptado discípulos. Mientras él se centraba en la pintura y la escultura, ella se dedicó por completo a la fotografía. De hecho, dicen que algunas instantáneas atribuidas a él son en realidad de Miller. La pareja formó parte del círculo de amigos de Picasso, Éluard, Cocteau... Rompieron en 1932. La relación duró tres años. Él, muy celoso, casi enloqueció. Ella se casó un par de veces: con el empresario egipcio Aziz Eloui Bey, con quien vivió en El Cairo, y con el crítico y coleccionista Roland Penrose. Vivieron en Inglaterra.
Kate Winslet se ha metido en la piel de esta fascinante y bellísima mujer en un 'biopic', 'Lee', dirigido por Ellen Kuras, basado en el libro que escribió su hijo Antony, 'The lives of Lee Miller'. Cuentan que de niña sufrió abusos sexuales y que su padre la hacía posar de forma erótica para fotografías. Acabó siendo una de las primeras corresponsales de guerra. Fue reportera gráfica durante la II Guerra Mundial. Es muy célebre la fotografía en la que posa en la bañera de Hitler, retratada por Scherman, el mismo día que el führer se suicidó. Logró colarse en su apartamento de Múnich. Fue una de las pocas mujeres que logró pasar de musa y modelo a artista. Enterró 60.000 negativos de su trabajo fotográfico en el altillo de su casa.

Maruja Mallo y Rafael Alberti
Maruja Mallo (1902-1995) fue una de las artistas españolas de vanguardia más importantes. Esta pintora gallega, formada en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, coincidió en la Residencia de Estudiantes de la capital con lo más granado del momento: Dalí, Lorca, Buñuel... Formó parte de la Escuela de Vallecas. Luchó por la libertad de las mujeres y contra los prejuicios de la época. Pionera, moderna, culta, fue una de las fundadoras de las Sinsombrero, un grupo de mujeres que decidieron quitarse el público en público como símbolo de rebeldía y liberación femenina. Consiguió ser una destacada pintora surrealista, a la que el Museo Picasso de Málaga la dedicará el próximo año una exposición. En 2021 vio la luz el catálogo razonado de su pintura.
Muy poco conocida es su relación con el poeta gaditano Rafael Alberti, que duró de 1925 a 1931. De hecho, se ocultó durante mucho tiempo, hasta que el propio Alberti la hizo pública en un artículo tras la muerte de la artista. Pintura y poesía van de la mano en esta relación. Se advierten similitudes entre 'Sobre los ángeles' del poeta y 'Los ángeles muertos' de la pintora. En los poemas de 'Sermones y moradas', Alberti parece trascribir los cuadros de Mallo. Ambos están marcados por un mundo lúgubre, sombrío. Además, ambos colaboraron juntos en algunos proyectos. La artista hizo los figurines y decorados para obras teatrales del escritor y también ilustró algunos de sus poemas, como 'El niño de la palma (chuflillas)', 'Joselito en su gloria' y 'Seguidillas a una extranjera', que publicó en ABC en 1930.
La relación se rompe abruptamente en 1931, cuando Alberti conoce a María Teresa León. Maruja Mallo consigue el reconocimiento en París, donde conoce a Breton (compró una de sus pinturas), Magritte, Éluard... Formará parte, junto con artistas como Artemisia Gentileschi, Angelica Kauffman, Clara Peeters, Rosa Bonheur, Mary Cassatt, Berthe Morisot, María Blanchard, Natalia Goncharova y Sonia Delaunay, de la exposición 'Maestras', que se inaugurará en el Museo Thyssen a finales de este mes.
Gerda Taro y Robert Capa
El 1 de agosto de 1937 tenían una cita en París para celebrar juntos el 27 cumpleaños de ella antes de que él se marchara a China. Pero ella nunca llegó. Si cambiamos París por Nueva York, bien podría ser el argumento de 'Tú y yo'. Ella no era Deborah Kerr, sino Gerda Taro, y él era Robert Capa y no Cary Grant. Nuestra historia no fue de ficción, sino real. Una historia romántica, de amor, guerra, pasión por la vida y por la fotografía, y muerte. Su verdadero nombre era Gerta Pohorylle. Nació el 1 de agosto de 1910 en Stuttgart. Siempre fue muy moderna: le gustaba fumar, la danza, el tenis... Huyendo del nazismo, esta joven judía llega a París en el 33. Trabajó como 'Au pair' y mecanógrafa de un psicoanalista. En 1934 conoce a un joven fotógrafo húngaro, también judío, Endre Ernö Friedmann -nombre real de Robert Capa-, tres años menor que ella. Le cambiaría la vida. La llamaban 'la pequeña rubia' . Y, aunque Capa fue un mujeriego empedernido (Ingrid Bergman se hallaba entre sus numerosas conquistas), Gerda fue, sin duda, la mujer de su vida.
Los dos son guapos, seductores, ambiciosos... Quieren conquistar París y el mundo. Ella le enseña a Capa a vestir como un dandi. Él le enseña fotografía. Viajan juntos a España, en el 36, para cubrir la Guerra Civil. Su resurrección comenzó en 1994, cuando la investigadora alemana Irme Shaber publicó una exhaustiva biografía. La aparición de la 'maleta mexicana', con más de 4.000 negativos (unos 300 de ella), acabó de resucitarla. Gerda logró sobrevivir a la batalla de Brunete, pero en la retirada el coche en el que viajaba sufrió un accidente. Un tanque le reventó las entrañas. Fue el 25 de julio de 1937. La trasladaron a un hospital en El Escorial, la operaron, pero, tras agonizar durante horas, murió en la madrugada del día 26. Alberti y María Teresa León llevan su cuerpo a Madrid. Después lo trasladaron a París. Capa falleció, en 1954, tras pisar una mina en Indochina. La suya fue una gran historia de amor, guerra y pasión.
Sin Gerda Taro, «Robert Capa no hubiera existido tal y como lo conocemos», advierte la comisaria. «Ella no solo lo creó, sino que lo ayudó a crecer, ejerciendo como una eficaz asesora y mánager. Él la introdujo en la fotografía y le hizo amar la profesión». Cuelgan en la exposición cuatro fotografías de cada uno de ellos. Robert Capa comenzó siendo un pseudónimo con el que firmaron ambos sus fotografías. Finalmente, él se quedó con el nombre del fotógrafo triunfador. Fue uno de los fundadores de la agencia Magnum.
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