Los tesoros y misterios de las rutas de la seda
El Museo Británico cuenta la historia humana de una red de redes entrelazadas que abarcó desde Japón hasta Irlanda y desde el Ártico hasta Madagascar
La misteriosa dolencia de los mercaderes de la Ruta de la Seda
![Mapa del mundo de la obra de Al-Idrisi (manuscrito de 1533 de un original de 1154)](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/12/28/mapa-ruta-de-la-seda-kbp-U7041945906cl-1200x840@diario_abc.jpg)
Con sus escasos ocho centímetros, la escultura adopta la forma inconfundible de un Buda sentado sobre una flor de loto, con las piernas cruzadas y los pies hacia arriba. En un pasado remoto debió de ser de un dorado bruñido, el color de la ... aleación del cobre en la que fue fundido hace un milenio y medio. Su mano derecha está apoyada en la rodilla, con la palma hacia fuera y los dedos apuntando hacia abajo en varadamudra, el gesto budista de cumplimiento de deseos. Con la izquierda sujeta el sanghati que lo envuelve.
La expresión es serena, los labios sonríen y sus ojos debieron brillar entre unos párpados semicerrados, insinuados por los restos de vidrio de su interior. El orfebre resaltó los rasgos con plata, estaño y niel negro. El bindi o tercer ojo pintado en la frente, símbolo de sabiduría en India, estuvo resaltado por una capa de metal que hoy sigue brillando.
Esta estatuilla, realizada entre el final del siglo VI y mediados del siglo VII, pertenece a la tradición artística del Valle del Swat (Pakistán), un importante centro del budismo primitivo, la fe que, en los primeros siglos de la era cristiana, se extendía desde el subcontinente indio hasta China. Sin embargo, el pequeño Buda se encontró a 5.000 kilómetros de distancia, en la isla sueca de Helgö, donde llegó hacia el 800 d.C. ¿Qué significado tendría este amuleto para sus dueños escandinavos? ¿Cómo viajaría hasta allí?
La miríada de interrogantes que suscitan los intercambios tangibles e intangibles en la antigüedad conforman la base de la exposición del Museo Británico: 'Las Rutas de la Seda', un título pluralizado para explicar la complejidad de una red de redes entrelazadas que abarcó desde Japón hasta Irlanda y desde el Ártico hasta Madagascar. El Buda de Helgö es el primero del viaje por una exposición de 300 objetos, dividida en cinco zonas geográficas, de este a oeste. El diseño de las salas es abierto, sin muros, acentuando la sensación de mundo interconectado. En las paredes laterales, se proyectan paisajes para traer al los espacios la naturaleza y geografía de tierras lejanas.
La cronología de las rutas es incierta. Los relatos chinos arrancan con la expedición a Asia Central de un enviado imperial de la dinastía Han a partir del año 138 a.C. Algunas fuentes se remontan a las campañas militares de Alejandro Magno (336-323 a.C.) en Asia Central, y otras, al movimiento milenario de grupos nómadas indoeuropeos. Las líneas de tiempo pueden detenerse en diferentes periodos históricos o continuar hasta el siglo XIX y más allá.
Relato épico
Para abordar un tema tan vasto, la exposición se centra en los cinco siglos comprendidos entre el año 500 y el 1000, un capítulo menos conocido que los viajes de Marco Polo, pero que coincide con Estados decisivos: la dinastía Tang en China, los nuevos Estados islámicos y el Califato Rashidun...
![Figura de camello de cerámica esmaltada hecha para enterramientos en la dinastía china Tang](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/12/27/camello-tang.jpg)
Entonces los Estados situados en la ruta de la seda estuvieron habitados por pueblos que interactuaban entre sí, hablaban numerosas lenguas y practicaban diversas creencias. Las principales religiones: budismo, cristianismo e islam se expandieron conectando Gran Bretaña y Japón, con el continente. La llegada de los vikingos escandinavos a Terranova, en torno al año 1000, marca un final oportuno tras el cual se inicia una nueva era de conectividad.
Las rutas de la seda narran un relato épico de mapas, viajes y milenios. Supusieron, además, la historia del desplazamiento por vías entrecruzadas de tierras, ríos, mares y océanos de una cascada de intercambios: piedras preciosas, zafiros y granates; minerales, jades y cristales de roca; resinas y ámbar; marfil, perlas, conchas y pieles; metales comunes y preciosos, el vidrio en bruto; tintes y pigmentos; especias, frutos secos, vino y miel; sustancias aromáticas, medicinales y plantas.
También viajaban objetos artesanales: monedas; accesorios de vestir incluidos tocados, calzado, joyas y adornos; elementos arquitectónicos, tallas y figuras; parafernalia religiosa y textos literarios. Se intercambiaban, además, animales: caballos, elefantes, perros de caza, aves rapaces y ornamentales como pavos reales y otras criaturas exóticas destinadas a pajareras y criaderos de animales.
La invención del término 'rutas de la seda' es moderna, apareció por primera vez en alemán –'seidenstrasse'–, y se atribuye al geógrafo Ferdinand von Richthofen (1833-1905) quien, sobre un 'Mapa de Asia Central: Panorama de las conexiones de transporte entre 128 a.C. y 150 d.C.', trazó dos líneas en rojo y azul para distinguir la hipótesis de sus rutas basada en fuentes griegas y chinas.
Origen de leyenda
Entre los años 500 y 1000, la seda era una mercancía valiosa. La cría de gusanos y la preparación de hilos a partir de sus capullos debió de comenzar en China hacia el 2700 a.C. En el reino budista de Jotán, entre los ríos Karakash y Yurungkash, en las ruinas de Dandan Uiliq han descubierto un panel pintado que representa la leyenda de su producción: una princesa oriental, presumiblemente china, contrabandeó con huevos de gusanos de seda y semillas de morera escondidos en su pelo mientras viajaba para casarse con el rey de Jotán. Aparece representada con un complejo tocado y un huevo rodeado por un aura, como si fuera una Virgen cristiana. En el lugar donde se plantaron las semillas de morera se construyó un monasterio.
La seda era sólo una de las mercancías que viajaban por Afro-Eurasia. Una plétora de personas, ideas y materiales atravesaban fronteras para ser intercambiados en guerras, diplomacia o peregrinaciones. Entre las ideas que se difundían, la fe en todas sus magnitudes cruzó continentes. También lo hicieron sistemas políticos y jerarquías; lenguas y escrituras; conocimientos como la ciencia, la medicina, la geografía y el derecho; estilos, iconografías y otras artes como la música y la poesía; métodos económicos desde la acuñación de monedas hasta los pesos y medidas; tecnologías, como la metalurgia, la fabricación de vidrio o papel.
Las personas también viajaban, individuos aislados y poblaciones enteras. Entre quienes se desplazaban por elección había comerciantes, peregrinos, misioneros, eruditos, exploradores o mercenarios. Otros se vieron obligados a trasladarse por causa de catástrofes naturales, cambios climáticos, guerras o persecuciones. El grupo más importante en esta categoría era el de los esclavos, que se traían y vendían en los mercados de Afro Eurasia. Era un comercio endémico que involucraba –y consumía– a millones de individuos.
Peste bubónica
El desplazamiento de hombres potenció la transmisión de un viajero macabro: la enfermedad. La peste bubónica recorrió en oleadas las redes de las rutas de la seda. Originada probablemente en Asia, se transmitió por las pulgas que infestaban a roedores a bordo de transportes mercantes, militares y de abastecimiento de alimentos. La llamada Peste de Justiniano se registró por primera vez en 541, en un puerto egipcio.
La exposición entreteje visiones e historias en torno a cada objeto: las siete piezas de ajedrez de un yacimiento en Samarcanda cuya tosquedad y datación temprana emocionan, pues son las primeras figuras de este juego que se conservan. Su marfil procede de India donde, en torno al año 500, se originó el ajedrez.
![Broche del oro procedente del barco funerario de Sutton Hoo](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/12/28/sutton-hoo-kbp--760x427@diario_abc.jpg)
Más ejemplos notables son: el broche del enterramiento de barcos de Sutton Hoo (Suffolk, Inglaterra), con sus dos jabalíes engastados con granates indios y cuyo lomo erizado es de gemas checas. En Italia, los lombardos en el año 568 d.C. asumieron y modificaron muchos aspectos de la vida bizantina como un cuerno para beber que tiene forma noreuropea, pero fue fabricado en un vidrio mediterráneo azul cobalto. O el torso musculoso de un gigantesco bodhisattva vestido con ropajes drapeados cuya técnica recuerda a la de los paños mojados de la escultura helenística.
La exposición pone también el foco sobre pueblos sepultados bajo la arena de la historia como los sogdianos, los ágiles comerciantes de lengua irania procedentes de Sogdiana, Asia Central. El mural del 'Salón de los embajadores' de Samarcanda (Uzbekistán) es una imponente visión de seis metros sobre un fondo azul lapislázuli. Representa un séquito con emisarios de tierras lejanas: sacerdotes zoroastrianos, un elefante blanco, camellos cargados con cestos de especias multicolores, mujeres cabalgando de lado y filas de ocas.
Una historia bien distinta la cuenta la anilla para un cuello en plata hallada en Tallín (Estonia). En los años 800 y 900 d.C., los vikingos comerciaron con esclavos que transportaban a Escandinavia por los ríos de Rusia y Ucrania. Su precio se pagaba en dírhams de plata y esta anilla fue probablemente fundida con monedas para su compra.
La última pieza de la exposición es 'El cofre de los francos', fabricado en Northumbria hacia el año 700. Fue tallado con relatos de historia judía, tradición cristiana y mitología romana y nórdica, narrados en latín e inglés antiguo y escritos en letras romanas y rúnicas. La inscripción del panel frontal no está dedicada a un rey o a un arzobispo, ni siquiera a Dios, sino a la ballena de cuyo hueso fue fabricada. Hace miles de años, el mundo ya estaba intrincadamente entrelazado y sus horizontes se extendían aún más lejos de lo que podríamos imaginar. Una pregunta queda en el aire: ¿Con qué ojos asombrados mirarían nuestros antepasados del año 500 la interconectividad de 2024?
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