Fernando quesada
Arqueólogos en su paraíso (II): La Bastida de Moixent, una ciudad ibérica del IV a.C. en su esplendor
El catedrático de Arqueología Fernando Quesada invita a asomarse a la singular ventana al pasado del sur de Valencia donde se halló al famoso Guerrero
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Fernando Quesada no se va por los cerros, aunque los de Úbeda del dicho no estén lejos de los cordobeses en los que excava desde hace años. Ante la tesitura de resaltar un yacimiento de entre los numerosos repartidos por toda España, «obviamente», el ... catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid destaca como «sumamente relevantes» los trabajos que dirige en el Cerro de la Cruz de Almedinilla, en el de la Merced de Cabra y en Montemayor.
Razones no le faltan. En el primero, un poblado ibérico que se comenzó a excavar ya en 1867, han documentado en los últimos años su destrucción violenta por Roma hacia el año 141 a.C. y la masacre de sus habitantes. El segundo es un impresionante complejo aristocrático palacial de época ibérica, que fue demolido a conciencia en tiempos de Aníbal. A estos dos se suman, además, las excavaciones en Montemayor, en cuyo cerro de la Horca se produjo el sensacional hallazgo de los restos de un carro de época ibérica bien conservado.
Quesada tiene entre manos investigaciones importantes, pero no le cuesta levantar la vista para recomendar otro enclave, ajeno a su día a día. Este reputado experto en historia y arqueología militar recorre mentalmente algunos sitios arqueológicos del ámbito de la Edad del Hierro ibérico que tan bien conoce. «El yacimiento post orientalizante tartésico final del Turuñuelo en Badajoz o la ciudad iberorromana de Libisosa en Lezuza (Albacete) están entre las excavaciones más interesantes, productivas e informativas de la última década», comenta. También las investigaciones en el 'oppidum' (asentamiento elevado) y el campo de batalla de la Segunda Guerra Púnica en la Muela de Iliturgi (Jaén) cruzan por su cabeza. «Hoy, en todos estos y otros lugares se están produciendo aportaciones realmente novedosas al conocimiento histórico», sostiene.
Convencido, sin embargo, de que otros colegas hablarán sobre estos sitios, Quesada se decanta por el 'oppidum' ibérico de La Bastida de Les Alcusses en Moixent (Valencia), «un ejemplo de una larga historia de investigaciones porque se comenzó a excavar ya antes de nuestra Guerra Civil y se sigue investigando actualmente».
Esa continuidad, con eficacia y resultados, «es inhabitual», asegura. Domingo Fletcher y Enrique Plá, «la gran Helena Bonet Rosado», y el actual arqueólogo que dirige las investigaciones, Jaime Vives Ferrándiz «han realizado un gran trabajo», dice.
El sitio, «visitable en un entorno hermoso y con muchos elementos visibles para el no especialista», pertenece a la fase plena de la cultura ibérica que, según el arqueólogo, «es quizá la menos documentada en yacimientos de hábitat». Su vida se centra en el siglo IV antes de Cristo. Destruido a fines de esa centuria, apenas fue reocupado posteriormente. «Eso nos permite conocer una ciudad ibérica -porque es un hábitat grande- en la época de esplendor de dicha cultura», resalta.
Antes
Después
Según este especialista, «se conocen bastante bien granjas, alquerías y poblados pequeños ibéricos, muchos ya tardíos, pero es una rareza una excavación en extensión con cientos de habitaciones formando diversas casas y manzanas, calles y plazas, que permiten hacernos idea del urbanismo de un poblado ibérico del siglo IV». El estudio de esta trama urbana, «aunque lento, está siendo muy productivo», asegura. En Moixent se conserva, además, todo el perímetro amurallado con varias puertas fortificadas, torres y el camino de ronda interior.
Símbolo de Valencia
«La Bastida ha proporcionado numerosos hallazgos de importancia y relevantes individualmente», añade Quesada. Recuerda, por ejemplo, que antes de mediados del siglo XX se recuperó el famoso Guerrero de La Bastida en bronce que «se ha llegado a convertir en un símbolo oficioso de Valencia». Esta figurita de un jinete armado se ha considerado a menudo como un exvoto aunque «fue probablemente el remate de un bastón de mando o báculo de heraldo».
Para este experto, «en los últimos años ha sido extraordinario el hallazgo, todavía único, de una serie de depósitos de ofrendas que incluyen armas inutilizadas, enterradas bajo el suelo de la puerta de acceso principal al poblado». En este espacio de tránsito se enterraron conjuntos de objetos quemados como si fueran tumbas, que «de alguna manera simbolizaban el tránsito al interior del espacio urbano y en cierto modo sacralizado», explica.
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Es una rareza una excavación en extensión con cientos de habitaciones formando diversas casas y manzanas, calles y plazas, que permiten hacernos idea del urbanismo de un poblado ibérico del siglo IV»
Fernando Quesada
Catedrático de Arqueología de la UAM
Las excavaciones más recientes están documentando en La Bastida una fase anterior a la ya conocida y «por si fuera poco se acaba de publicar el recorrido de la antigua carretera para carros que ascendía desde la llanura a la cresta amesetada donde se ubica la ciudad», añade Quesada.
A juicio del catedrático de la UAM, desde el Museo de Valencia «se ha hecho además mucho esfuerzo de divulgación y transferencia del conocimiento», que incluye la restauración de alguna casa, trabajos de recreación histórica y publicaciones novedosas que «colocan La Bastida en la punta de la investigación».
Quesada invita a pasear a lo largo de este yacimiento visitable que se ubica en un entorno elevado y de pinar «muy agradable». El recorrido ofrece «una visión casi única del entorno de control territorial sobre el valle y las vías circundantes, de las posibilidades defensivas, de las obras de fortificación, y del urbanismo, de la traza urbana de un asentamiento ibérico grande en época de esplendor».
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