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Sol y sombra: un eclipse con la mirada puesta en las nubes

La llamada 'franja de totalidad' en la que el día se volvió noche ocupó un trazado de 180 kilómetros de ancho en el continente americano

¿Cuándo podremos ver el próximo eclipse en España?

El espectacular eclipse total del Sol, en imágenes

Imagen del eclipse solar tomada desde Mazatlan, en México REUTERS/Henry Romero
Javier Ansorena

Javier Ansorena

Enviado especial a Old Forge (Nueva York, EE.UU.)

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El Sol se apagó este lunes en Norteamérica y la gente se puso a gritar. Así fue, al menos, en Old Forge, un pueblo del norte de Nueva York, donde cientos de personas reaccionaron así al momento en el que el día se convirtió en noche. «¡Qué locura!», gritó alguien. Y eso que apareció el otro gran protagonista del día: las nubes.

La Luna se interpuso entre el astro rey y la Tierra para crear un eclipse solar que se paseó por el continente durante un par de horas, un fenómeno inusual que ha desatado pasiones en EE.UU. En las zonas en las que la alienación entre el Sol, el satélite y nuestra pequeña bola de vida era perfecta, se produjo un eclipse solar. Es la llamada 'franja de totalidad', en la que acontece algo asombroso: una noche ficticia, que no volverá a ocurrir en ninguna parte del territorio de EE.UU. hasta 2044.

En el caso del eclipse de este lunes, era un trazado de unos 180 kilómetros de ancho. Durante unos minutos, en pleno día, allí el cielo se oscureció, como si fuera el atardecer o el amanecer. De repente, bajaron las temperaturas, cambiaron los vientos, aparecieron planetas que nuestros ojos no suelen ver en el firmamento.

El fenómeno comenzó poco después de las doce del mediodía -pasadas las ocho de la tarde en España- en Mazatlán, en la costa Mexicana. Unos veinte minutos después, ya ocurría en Texas, en la agitada frontera entre EE.UU. y México. Poco a poco, tocó territorios de varios estados del sur y del medio oeste de EE.UU.: Arkansas, Misuri, Illinois, Indiana, Ohio y Pensilvania. Hacia las nueve y veinte de la noche de España, ocurría en la punta noroeste del estado de Nueva York, en la zona de sus famosas cataratas del Niágara. Atravesó el norte de ese estado, recorrió parte de la frontera entre EE.UU. y Canadá: los estados de Vermont y Maine y las provincias de Ontario, Québec y New Brunswick. A las 17.13 locales -casi las diez de la noche en España- de Bonavista, en el remoto Labrador de Canadá, el eclipse dejaba su camino por el continente para difuminarse en el océano, donde ocurren, por estadística, la mayoría de ellos.

En Old Forge, un pueblo coqueto incrustado en la región montañosa de los Adirondacks, ocurrió a las 15.24 de la tarde (21.24 en España). «No voy a tener la oportunidad de que esto ocurra cerca de mí en lo que me queda de vida», aseguraba a este periódico Charlie Klesse, un jubilado que vive en Woodstock, unas tres horas al sur. Después de haber esquivado un atasco monumental camino de Albany, Klesse y su mujer acudieron a unos campos deportivos a las afueras de la localidad, como cientos de vecinos y de visitantes. Había colas para comprar cervezas y pizza, niños gritando, un mar de sillas plegables sobre un terreno de fútbol. También un puñado de científicos, armados con telescopios y maquetas para demostraciones, para explicar los detalles de lo que ocurría a los curiosos.

Todos con un ojo puesto en el Sol -los que consiguieron gafas protectoras- y otro en las nubes. Cuando ocurrió la Luna tapó el Sol, había una capa fina de nubes cubriendo el cielo.

«Es lo que hay», decía L. Dale, con una camiseta sobre el eclipse solar. Lo sabe mejor que nadie. Ella fue directora del Departamento de Física de la cercana Universidad de Utica. Pero le molestaban más las abundantes teorías conspiradoras que circulan en EE.UU. en las últimas semanas sobre el eclipse, todas mucho más complicadas que el propio fenómeno: desde que es una operación de control de población hasta que aprovecharían la concentración de gentío para lanzar gases venenosos sobre la población (al cierre de esta edición, no se había percibido ningún gas extraño sobre esta zona de la franja de totalidad). «Quienes hacen caso a esas teorías lo hacen por razones emocionales, no lógicas. O por divertirse», dice Dake.

Cuando empezó el eclipse parcial, que se pudo percibir en la mayor parte del territorio, algo más de una hora antes de la totalidad, por los altavoces colocados en Old Forge empezó a sonar 'Eclipse', de Pink Floyd.

Los espectadores empezaron a colocarse sus gafas protectoras -aquellos que las consiguieron, estaban agotadas en todo el país-, que son necesarias para ver el eclipse cuando es parcial. Y pedían al cielo que apartara las nubes.

La previsión era que buena parte de la franja de totalidad estuviera cubierta. Es normal que los cielos no estén despejados en esta época del año, pero la importancia de evitar las nubes era primordial: pueden deslucir parte del espectáculo de esta noche ficticia.

El tiempo que dura el eclipse solar completo, en el que no es necesario usar esas gafas, depende en qué parte de la franja de totalidad se encuentre uno. En su parte más externa, el apagón del solo dura algo menos de minuto y medio. En el centro de la franja, casi cuatro minutos y medio. En Old Forge, fue algo más de dos minutos y medio y pese a las nubes, fue un espectáculo inolvidable: llegó el frío, la Luna tapó al Sol, se creó la llamada corona solar, la luz se oscureció hasta un tono insólito, en el horizonte aparecieron los colores de un atardecer extraño. La gente estalló en un grito de asombro, los unos mirando a los otros.

Todavía tuvieron más fortuna quienes lo vivieron en zonas de totalidad y sin nubes. Por ejemplo, en la punta noreste, en Maine y en algunas zonas del sur del país.

Después quedaba lo más difícil: regresar a casa. Las autoridades locales han preparado durante meses -cerca de grandes ciudades, durante años- la gestión de un peregrinaje masivo a las zona de totalidad. Y, en algunos lugares, una búsqueda alocada y de último minuto de cielos despejados para cuando ocurriera el eclipse total.

Esperaban atascos monumentales una vez que la Luna se quitara de en medio y el día volviera a tener la luz de todos los días. Desde Texas a Vermont, se pedía a los viajantes que llevaran el depósito lleno, agua y comestibles. En el camino desde la ciudad de Nueva York hasta el norte del estado, este periódico vio advertencias constantes en los luminosos de la carretera: 'Eclipse solar del lunes', 'Llega pronto y quédate tarde', 'Cuenta con retrasos'. Es posible que a estas horas todavía haya gente en la carretera tratando de volver a casa.

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