Mercury 13: las mujeres a las que no dejaron pisar la Luna
Superaron con nota los mismos test que los astronautas de la NASA, pero a ellas no les permitieron montar un cohete. Aún así, las Mercury 13 sentaron las bases de la igualdad espacial en la agencia espacial estadounidense
50 años de la llegada del hombre a la Luna
![Algunas de las integrantes del Mercury 13 el día en que S. Gorelick (con el casco) dejó su trabajo por ir a las pruebas de la NASA. Se cancelarían dos días después](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2024/07/20/mercury-mujeres-01-R9RgdQhqyBhtmszM9faqTkN-1200x840@diario_abc.jpg)
El 9 de abril de 1959, la NASA presentó en sociedad a los conocidos como Mercury 7, el grupo de astronautas norteamericanos «elegidos para la gloria» que aspiraban a ser los primeros humanos en el espacio. Entre los focos y los asistentes en aquella ... mítica rueda de prensa se encontraban el doctor Randy Lovelace, presidente del Comité de Ciencias de la Vida de la NASA, y Donald Flickinger, general de brigada de la Fuerza Aérea de los EE.UU. Ellos habían participado en la creación de las pruebas de selección de aquellos hombres, todos confiables pilotos militares con una amplia trayectoria en combate y aviones de reacción.
Sin embargo, en las caras de ambos no se reflejaba la revolucionaria idea que ya estaban 'mascullando' para llevar la carrera espacial a otro nivel. Mucho antes incluso de que Kennedy proclamara aquel «elegimos ir a la Luna» que cambió la historia, pero que no se materializaría hasta una década después, el 20 de julio de 1969, hace este sábado 55 años. En aquel momento, sin haber estrenado los 60, esa meta era imposible. Entre los problemas sin solución se encontraba el peso de la carga: cada kilo contaba y lanzar a fornidos militares al espacio estaba creando muchas trabas.
Entonces, ¿por qué no probar mejor con mujeres, más livianas y pequeñas, para aquel propósito? Este fue el germen de una historia llena de ambiciones, intrigas y envidias; pero también de esperanzas, pasión y entrega. El relato de las que pudieron ser las primeras mujeres en el espacio, pero a las que no dejaron serlo: las 'Mercury 13'.
Un programa secreto
Al principio Lovelace y Flickinger trataron de hacerlo por los cauces 'oficiales'. El ejército, sin embargo, pronto se mostró reacio y prohibió el uso de sus instalaciones -las mismas por las que habían pasado los elegidos para el Programa Mercury- para aquel fin. Sin embargo, ambos creían tanto en su proyecto que decidieron hacerlo a espaldas de la NASA y con fondos privados: estaban convencidos de que si le mostraban al Gobierno las pruebas de que las mujeres eran igual de capaces que los hombres realizando aquellas tareas, la agencia espacial norteamericana no podría rechazar su propuesta.
Lovelace y Flickinger encontraron por casualidad a la candidata ideal: la piloto Jerrie Cobb. Sin llegar a la treintena ya había batido tres récords mundiales (el de vuelo más largo sin escalas, el de velocidad en avión ligero y el de altitud). Ella sabía que estaba en un mundo de hombres, por lo que su máxima era «llena tu avión de aceite, saca tu caja de herramientas y arregla cualquier cosa que se rompa en el aire; pero asegúrate de llevar tus tacones y tu lápiz labial en su lugar cuando aterrices». Y era consciente de que, como piloto (con independencia de su sexo), el espacio era el siguiente récord a batir.
Análisis del tracto mientras una manguera de goma se deslizaba por su garganta, extenuantes ejercicios de resistencia física o, como sus contrapartes masculinos, enemas de bario. En total, le practicaron 75 pruebas para medir la capacidad de su cuerpo de apenas 50 kilos. «Sin embargo, ninguna batalla fue más formidable que la que se libró fuera de las puertas de las instalaciones privadas de la clínica de Lovelace: la batalla contra el sexismo», indica Martha Ackmann en su libro 'Las astronautas olvidadas' (Ed. Luciérnaga, 2023), una obra documentada con textos oficiales de la época, entrevistas publicadas de los protagonistas y encuentros con los implicados en el proyecto Mercury 13 y sus familias.
«La primera aspirante a astronauta»
El secreto solo se acabaría si Cobb superaba los test. Si no, todo quedaría en una prueba fallida, la constatación de que las mujeres no podían hacer lo mismo que los hombres y, por tanto, su incapacidad para viajar al espacio. No obstante, Cobb pasó con nota y los resultados se hicieron públicos en el Simposio Internacional de Medicina Espacial en Estocolmo de 1960 junto con un reportaje en la revista 'Life' presentando a la «primera aspirante a astronauta».
![Jerrie Cobb junto a una cápsula espacial en tacones y vestido para un reportaje](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2024/07/20/141158main-image-feature-492-ys-full_papel_xoptimizadax-U03446774154dNb-760x700@diario_abc.jpg)
Lovelace no ocultó su satisfacción durante el congreso: «Según los resultados, Jerrie requiere de menos oxígeno por minuto que el astronauta masculino promedio, lo que significa que se necesitará menos oxígeno por peso para los miembros de la tripulación femenina que para los hombres», dijo triunfal. «No hay duda de que, con el tiempo, las mujeres participarán en el vuelo espacial, por lo tanto, debemos tener datos sobre ellas comparables con los que hemos obtenido sobre los hombres», apostilló.
A continuación detalló que las pruebas se ampliarían a un grupo «de doce o más pilotos mujeres», lo que llamó la atención de muchas féminas que se enteraron por las revistas de que los investigadores buscaban nuevos sujetos de estudio. Lovelace y Flickinger tenían unas siete candidatas, además de otra decena que propuso la propia Cobb, todas sacadas del mundo de la aviación femenino. Solo se pedía experiencia en vuelo de al menos 2.000 horas y ser mujer blanca -la guerra racial llegaría poco después-. Contaban positivamente los títulos universitarios y la buena disposición y arrojo de las candidatas.
Las Mercury 13
Finalmente, y tras realizar las pruebas, el grupo quedó reducido a trece integrantes: Cobb, que actuaría de líder y pionera en todos los experimentos; las gemelas idénticas Jan y Marion Dietrich, asiduas a las carreras de aviones; la amiga de Cobb, Jerri Sloan, también competidora aérea; Bernice 'B' Steadman, piloto profesional que tenía su propio servicio de aviación; su amiga Janey Hart, esposa del senador de Michigan Philip Hart y madre de ocho hijos; Jean Hixson, maestra de escuela primaria y oficial de la Reserva Aérea; Myrtle Thompson Cagle, recién casada que vio un artículo en prensa; Rhea Hurrle, secretaria y piloto que nunca le contó a su familia ni que era una excepcional piloto ni que estaba pasando las pruebas («Iba a esperar hasta llegar al espacio para decírselo», declararía más tarde); Irene Leverton, piloto del servicio forestal; Sarah Gorelick, ingeniera que dejaría su trabajo por hacer las pruebas para astronauta; Mary Wallace 'Wally' Funk, la más joven con apenas 22 años, aunque una de las más entusiastas del grupo; y su amiga Geraldine 'Jerri' Sloan, competidora de carreras aéreas de Dallas.
Al igual que Cobb, cada una de ellas pasó con nota los exámenes físicos -parejos a los de los hombres-. También la prueba experimental de flotar durante horas en un tanque de aislamiento, relatando lo que se les pasaba por la cabeza. Había sido testado con cientos de personas antes, algunas incluso relataban alucinaciones. El récord estaba en seis horas. Cobb aguantó nueve horas y cuarenta minutos. «Fue un modelo de paz y control», dijeron los médicos. Willy Funk solo salió cuando se lo indicaron, tras diez horas y treinta minutos. No dijo ni una palabra durante todo ese tiempo.
La opinión pública cada vez era más favorable a que las mujeres ingresaran en el cuerpo de astronautas. Cobb inauguró entonces la tercera y última fase: las pruebas en las instalaciones de Pensacola, donde entrenaban los Mercury 7 enfrentándose a giroscopios, inmersiones acuáticas y otros exigentes test. Una vez más, la piloto superó los exámenes holgadamente.
![Cobb en el giroscopio de las instalaciones de Pensacola, por donde pasaron los astronautas del Mercury 7](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2024/07/20/Jerrie_Cobb,_Lady_Pilot,_testing_Gimbal_Rig_in_AWT_-_GPN-2000-000379-U34575060762uaA-760x600@diario_abc.jpg)
Sin embargo, cuando se estaba preparando el terreno para que el resto llevara a cabo las pruebas (casi todas tenían que pedir vacaciones en el trabajo o buscar con quién dejar a sus hijos), la NASA canceló definitivamente el programa femenino que, en realidad, nunca había llegado a aprobar oficialmente.
Las Mercury 13 ante el Congreso de los EE.UU.
Lovelace, Flickinger y Cobb intentaron por todos los medios la reactivación del Mercury 13: enviaron cartas al entonces administrador de la NASA, James Webb; incluso tuvieron una reunión con el vicepresidente Lyndon Johnson que, aunque delante de Cobb se mostraba tibio, ya había firmado secretamente un documento sobre el programa en el que ponía: «¡Detengámoslo ahora!». Tras una multitud de puertas cerradas, solo les quedó llevar su caso ante el Congreso.
«Es inconcebible para mí -comenzó Hart, compañera de Cobb en las pruebas y que acompañó a los demandantes al estrado-, que el mundo del espacio exterior deba estar restringido solo a los hombres, como si fuera algún tipo de club exclusivo para caballeros. No estoy argumentando que se admita a las mujeres en el espacio solo para que no se sientan discriminadas. Estoy argumentando que se las admita porque tienen una contribución muy real que hacer», defendió.
Entre los representantes del bando que apoyaba la supresión del programa, se encontraba el astronauta John Glen, que como héroe nacional y primer estadounidense en orbitar la Tierra, fue llamado a testificar. «¿Te imaginas a una mujer pilotando un avión a reacción o alguno peligroso?. Por el amor de Dios, no«, dijo durante su declaración. También fue decisiva la oposición de Jacqueline Cochran, una afamada y rica piloto de aviones que, pese a que al principio parecía apoyar el programa, finalmente argumentó que la inclusión de las mujeres, retrasaría el programa, además de gastar el dinero en astronautas que después «se podían perder por el matrimonio».
El tema, si bien zanjado en los despachos, quedó flotando en la opinión pública. Algunas integrantes del Mercury 13 empezaron a organizar manifestaciones a favor de la inclusión de la mujer en el sector espacial. También hubo reacciones en contra e incluso acusaciones y declaraciones más que reprobables. Cuando a Robert Gilruth, director del Manned Spacecraft Center de la NASA fue preguntado acerca de si se tenían planes de incluir astronautas femeninas, contestó: «Bueno, todo lo que puedo decir es que los astronautas masculinos están completamente de acuerdo. Y como dice mi amigo Bob Gilruth -director del Centro de Naves Espaciales Tripuladas-, estamos reservando 50 kilos de carga útil para equipos recreativos», sugiriendo usar con fines sexuales a las mujeres en el espacio.
20 años esperando una estadounidense en el espacio
El 16 de junio de 1963, meses después de la comparecencia en el Congreso por el caso Mercury 13, Valentina Tereshkova, obrera textil y paracaidista aficionada -pero que nunca había pilotado un avión- se convertía en la primera mujer en ir al espacio. «Me alegro de que una mujer lo haya logrado. Pero lamento que no sea una estadounidense», declaró. Cobb se sintió desmoralizada. Abandonó todo y se fue al Amazonas, con su propio avión, donde trabajó como misionera (de hecho, fue nominada al Nobel de la Paz). Se enteró mientras sobrevolaba la selva de que Neil Armstrong había pisado la Luna.
Tuvieron que pasar dos décadas para poder ver a la primera estadounidense en el espacio. El 18 de junio de 1983, Sally Ride hizo historia espacial mientras algunas integrantes del Mercury 13 lo veían invitadas desde el palco de Cabo Cañaveral. A aquellas mujeres, ahora mayores, nadie las reconoció cuando se sentaron entre la gente.
Ellas no lo consiguieron, pero habían sentado las bases. La historia no terminó en Ride: Eilen Collins se convirtió en 1999 en la primera mujer en comandar un vuelo espacial. «Antes que nada, me gustaría reconocer a las Mercury 13 -dijo durante la rueda de prensa previa al lanzamiento, pidiéndoles que se levantaran entre los asistentes. »Si no fuera por las Mercury 13, yo no estaría hoy aquí«.
![Visitando el centro espacial invitadas por Eileen Collins. De izquierda a derecha: Gene Nora Jessen, Wally Funk, Jerrie Cobb, Jerri Truhill, Sarah Rutley, Myrtle Cagle y Bernice Steadman](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2024/07/20/162061main_image_feature_691_ys_full_papel_xoptimizadax-U44460442770Ztb-760x427@diario_abc.jpg)
Después llegó la primera mujer en la Estación Espacial Internacional, la primera caminata espacial de una mujer, la primera 'excursión' fuera de la ISS exclusivamente femenina... Y lo próximo es la primera mujer en la Luna, como ya ha planteado la NASA. De hecho, ya está asignado un puesto para la astronauta Christina Koch en Artemis 2, la misión tripulada que orbitará la Luna en septiembre del año que viene.
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Sin embargo, hay una integrante del Mercury 13 que nunca ha perdido la esperanza por ir al espacio. La entusiasta Wally Funk se enroló en las siguientes décadas en todo tipo de pruebas y experimentos aeroespaciales que le acercasen a su sueño. Incluso gastó 200.000 dólares en un billete de un vuelo privado en los aviones espaciales de Richard Branson, jefe de Virgin Galactic (que, de momento, no ha sido utilizado). Su oportunidad llegó con el primer vuelo privado al espacio de la compañía de Jeff Bezos, Blue Origin el 20 de julio de 2021, coincidiendo con la fecha en la que Armstrong pisó la Luna. «He esperado mucho. Pensé que nunca llegaría a ir arriba», declaró la astronauta apenas aterrizar. Tenía 82 años.
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