¿Por qué soy frío con mi familia y no con mis amigos?
En ocasiones nos encontramos en un entorno en el que no podemos ser nosotros mismos

Es común encontrarse con personas que son frías con sus familias, pero muy cariñosas con sus amigos. Normalmente las señalamos a ellas como responsables de este comportamiento, pero ¿y si es la familia la que ha dado lugar a ello?
Inés Valderrábano, psicóloga en el ... Instituto Cláritas , manifiesta que en ocasiones nos encontramos en un entorno en el que no podemos ser nosotros mismos , ya que se nos exige ser de una forma determinada que nos incomoda o no va con nosotros. Esto se puede dar tanto en el ámbito familiar como en un grupo de amigos.
«Quizás, la persona que es fría con la familia lo es porque siente que va a ser juzgado, criticado o no va a ser entendido. Y si siente eso, normalmente, es porque ya ha intentado abrirse y ha sido 'castigado' por ello», explica Valderrábano.
En cualquier caso, el camino para abrirse con la familia debe ser bidireccional . «En terapia podemos ayudar a esa persona a relacionarse con la familia de forma que se sienta cómoda. Le ayudamos a expresar sus gustos, sus necesidades y a enfrentarse a la crítica sin que le duela tanto. Incluso, se ayuda a enfrentarse a la idea de que la familia es la que es, no se puede cambiar, pero nosotros podemos decidir cuánto de cerca o de lejos nos ponemos», expone la psicóloga.
En el caso de hacer esto sin un profesional, puedes ir acercándote a tu familia despacio, evitando las discusiones, pero expresando con lo que no estás de acuerdo. Al final se trata de poner límites de una forma asertiva.
Por parte de la familia, Valderrábano recomienda llevar a cabo un trabajo de aceptación de las diferencias y dejar de lado una mente rígida. «Se trata de salirse de las ideas preconcebidas estáticas y poder abrirse a otras formas de hacer».
¿Por qué pagamos los enfados con quien tenemos más confianza?
La psicóloga establece que esto se debe al deseo que tenemos de causar una buena impresión y caer bien a los demás . «Cuando ya conocemos a una persona y ella sabe cómo somos podemos desenvolvernos sin el miedo al qué dirán o pensarán. Entonces podemos enseñar nuestras aficiones extrañas o manías, enfados, así como las vulnerabilidades, errores y miedos».
La parte positiva es que una vez que se derriba esa barrera, podemos relacionarnos con naturalidad y siendo fieles a nuestros estados de ánimo y a nosotros mismos.
En cualquier caso, recuerda que las personas que forman tu familia son con las que más has convivido y de las que has aprendido cómo desenvolverte en el mundo. Lo normal –insiste Valderrábano– es adoptar tu forma de ser de tu familia, y esto cuestionarlo en la adolescencia, lo que lleva a formar tu personalidad. «Este hecho debe ser aceptado por los padres, porque son personas distintas con una vida que puede y debe ser diferente a la suya».
Diferencia entre culturas
Por otra parte, el ser de un país u otro también influye en la forma en la que nos comportamos con nuestra familia, pues aunque no se debe generalizar, ya que cada persona es distinta, las tradiciones, culturas y formas de hacer son diferentes.
Aspectos como las horas de luz hacen que en los países mediterráneos seamos más expresivos e, incluso, 'gritones', mientras que en los países nórdicos las personas tienden a ser más comedidas e incluso 'grises'. «Otro ejemplo muy llamativo son los velatorios: en algunos países se debe de vestir de riguroso negro y estar en silencio, pero en otros la gente puede expresar sus emociones y llorar a los fallecidos de una forma más abierta», apunta Valderrábano.
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