El heroico rescate del avión español desaparecido en la peor ola de frío que se recuerda
Los restos del aparato militar en el que viajaban siete tripulantes fueron hallados a los ocho días en la sierra de Guadarrama
![Los restos del Junker que desapareció en febrero de 1956](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2021/01/11/abc-madrid-19560209-1-kQGI--620x349@abc.jpg)
- Compartir
En el febrero más frío de los que se tienen noticia en el último siglo, un avión militar desapareció durante su trayecto de Valladolid a Zaragoza con una tripulación de siete hombres. El «Junker», que prestaba servicio de estafeta militar, había partido a las 13,15 horas del 1 de febrero de 1956 del aeródromo de Villanubla en dirección al de Valenzuela, pero veinte minutos después se perdió el contacto por radio con él. Dada la velocidad que podía alcanzar el aparato, se calculaba que en esos momentos volaba sobre las provincias de Segovia o Soria. Comenzaba una difícil y heroica búsqueda que se extendió durante ocho largos y gélidos días.
España se vio azotada en aquel febrero por «la ola de frío más intensa de las registradas en España en el siglo XX y hasta hoy», según datos de la Agencia Estatal de Meteorología
. Soria llegó a alcanzar los -12,9ºC y Segovia los -11,8ºC.
![](https://s1.abcstatics.com/media/archivo/2021/01/11/abc-madrid-19560203-21-t6w--620x851[1]-k5cH-U401800329066haF-220x300@abc.jpg)
El Junker, que debía llegar al aeródromo de Valenzuela a las tres de la tarde, había establecido contacto con el aeropuerto aragonés, desde el que se le informó que estaba cerrado debido al temporal. Se ignoraba qué rumbo había tomado después el aparato.
Avisados todos los puestos de la Guardia Civil situados en la teórica ruta del avión, inmediatamente comenzaron su búsqueda y desde las bases de Getafe, Valenzuela y Villanubla se sumaron con exploraciones aéreas. Pero las primeras horas transcurrieron sin ningún resultado.
Las expediciones de montañeros que se organizaron en Soria, Segovia y Guadalajara tuvieron que soportar unas durísimas condiciones climatológicas, con fuertes nevadas y ventiscas que dificultaban su tarea. En la mayor parte de los lugares, la nieve alcanzaba más de medio metro de espesor y la visibilidad era escasa.
La Guardia Civil y los equipos de socorro, que actuaban bajo temperaturas de entre nueve y doce grados bajo cero, peinaron amplias zonas montañosas entre Segovia, Guadalajara y Soria. Buscaron en las vertientes del Moncayo, pues en esa parte se había oído volar un aparato, pero cuarenta y ocho horas después seguía sin localizarse el aparato. Las esperanzas de encontrar a alguno de los tripulantes con vida se disipaba por momentos mientras el tiempo empeoraba implacablemente.
Al tercer día, se exploró el macizo de Somosierra desde Segovia y se escaló el Alto del Rey (1.848 metros) en la provincia de Guadalajara, con temperaturas de hasta 20 grados bajo cero que ocasionaron algunos casos de congelación -afortunadamente leves- entre los expedicionarios. Mientras, aviones y helicópteros de las distintas bases aéreas reconocían por aire el terreno, pero todos los esfuerzos resultaban inútiles.
Aumentaron las patrullas exploradoras y se amplió el radio de acción hasta cerca del límite de la provincia de Madrid. Cada vez cobraba más fuerza la idea de que el Junker se había estrellado en los límites de Guadalajara con Soria y Segovia. Unos vecinos de Campisábalos aseguraron haber oído una lejana explosión el miércoles.
![](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2021/01/11/abc-madrid-19560209-5-k5cH-U401800329066H3G-510x689@abc.jpg)
Al fin, a las seis de la tarde del martes 7 de febrero, se localizaban los restos del avión en un lugar extremadamente agreste y rocoso de la sierra de Guadarrama, concretamente en el término de Peñalba de la Sierra (Guadalajara), lindante con el de Riofrío de Riaza (Segovia). El aparato estaba sumergido en una masa de nieve y hielo y tenía carbonizada su parte delantera. Todos los tripulantes habían muerto. En una de las alas del Junker se apreciaban señales de que había rozado con algún saliente de la sierra antes de estrellarse.
Fuerzas de la Guardia Civil de Colmenar de la Sierra y vecinos del mismo pueblo descubrieron los restos en una cota de unos 1.200 metros conocida como «Majada del Chacho». Aviones de reconocimiento habían volado varias veces en esos días por aquellos lugares, sin ver vestigio alguno porque el estado del aparato era tal que no se advertía su presencia a cien metros.
![](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2021/01/11/abc-madrid-19560208-15-k5cH-U401800329066BtE-220x300@abc.jpg)
La noticia no debió de llegar a tiempo a todas las zonas desde las que se buscaba el avión, porque continuaron los trabajos de exploración y hubo nuevos casos de congelación y de conducta heroica. ABC contaba que una patrulla integrada por un oficial de la Guardia Civil y varios paisanos coronaron la cima del Pico Ocejón (2.063 metros) y varios tuvieron que ser asistidos a su regreso de principios de congelación en nariz y orejas. Una expedición de cinco vecinos de Majaelrayo hicieron once horas de camino con veinte grados bajo cero hasta el pueblo de Cantalojas, cruzando la sierra del Robledal y ascendiendo hasta las cumbres de Sierra Tejera Negra. Tras pasar la noche en Cantalojas, regresaron al día siguiente explorando las cotas más altas del Alto del Rey, con los pies deshechos, pero el ánimo entero y decidido. Descansaron un día y al siguiente se lanzaron de nuevo a la sierra con la Guardia Civil y otros vecinos.
El enviado especial de ABC Manuel Menéndez Chacón relató al día siguiente el «patético» rescate del Junker y de sus siete tripulantes muertos, que se efectuó en adversas y penosas circunstancias. «Fue necesario trasladar los cadáveres a lo largo de más de un kilómetro por un terreno que solamente era transitable sirviéndose para andar de pies y manos. Depositados sobre mantas que se transportaban lentamente entre cuatro hombres, pudieron ser llevados todos a través, primero de las rocas, y después, de las torrenteras heladas hasta el punto desde donde una senda oculta bajo la nieve permitía caminar en pie», relató.
No hubo dificultad en identificar los cadáveres de los tenientes Carlos Escat y Carlos Amat, el brigada piloto Jaime Pérez, el sargento de radio Sr. Navarro, el cabo segundo, Sr. Cerezo, el soldado de primera Sr. Cañada y el ayudante de radio Sr. Sanjuán. Aunque todos sufrieron el efecto del fuego que siguió al choque, no resultaron calcinados. Varios llevaban relojes que estaban parados a las dos menos diez, la hora de la tragedia. Esta circunstancia contradijo a tantos que aseguraron haber oído el avión durante la tarde de aquel miércoles funesto.
El Junker debió de estrellarse de frente con una pared rocosa cortada en vertical, a juzgar por cómo se hallaban diseminados los restos del avión, materialmente deshecho, con excepción de la parte posterior. En el timón de la dirección se leía la matrícula del aparato: T. 2B-215.
«Pudo suceder que el mal tiempo les hiciera extraviarse y llegar a sufrir el choque sin tener noción exacta de la altitud a que volaban ni de la del suelo que tenían bajo los planos del avión; pudo ocurrir también que una brusca formación de hielo en los planos del aparato les obligase a perder altura y les llevase a estrellarse cuando buscaban salida para dirigirse a un campo de "emergencia"», conjeturaba Menéndez Chacón. De lo que no cabía duda era de la abnegada actuación de quienes intervinieron en su búsqueda y su rescate en condiciones tan duras. El enviado especial de ABC se avergonzó de haber creído acometer una heroicidad al llegar hasta el lugar del accidente cuando vio allí a un vecino de Riaza, Serafín Gaitero, de ¡setenta y dos años de edad!