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«Que se muera de hambre ese carcelero»

«Boli» retuvo a Ortega Lara en condiciones infrahumanas durante 532 días

Día 15/08/2012

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-«¿Nos puede decir cómo podemos acceder al «zulo» en el que se encuentra Ortega Lara debajo de esa maquinaria? ¿Es que no nos lo va a decir aunque el funcionario se muera de hambre?».

-«Pues que se muera de hambre ese carcelero».

Esas fueron las palabras del etarra Jesús María Uribetxeberria Bolinaga, «Boli» , cuando en 1997 la Guardia Civil le preguntó por el paradero del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por la banda en 1996 y liberado, sin colaboración ninguna de ETA, casi un año y medio después.

Bolinaga, que es ahora el que pretende pasar hambre para ser excarcelado a causa de una enfermedad irreversible y terminal, custodió con frialdad durante más de 500 días el secuestro de Ortega Lara, a quien, junto a otros tres etarras, tuvo encerrado en un «armario empotrado» de apenas tres metros de largo, dos y medio de ancho y 180 centímetros de alto.

El «carcelero» de Lara fue detenido en mayo de 1997, después de que en noviembre del año anterior la Guardia Civil encontrara pruebas de un pago por valor de cinco millones de pesetas a una persona anónima apodada «Bol» por parte del cabecilla de la banda Juan Luis Aguirre Lete, alias «Isuntza», detenido en Francia en esa fecha.

Tras varios meses, la Guardia Civil relacionó las siglas «Bol» con Jesús María Uribetxeberria Bolinaga, residente entonces en Mondragón, y montaron un dispositivo de vigilancia en torno a su persona. Al relacionársele con otros tres miembros más de la banda y comprobar que los cuatro acudían con asiduidad a un taller de herramientas que tenían alquilado desde hacía seis años, sospecharon que el «zulo» en el que se encontraba Ortega Lara podría estar en la nave, hipótesis que confirmaron al ver que transportaban comida al local.

«Le trataban como bestias»

Tras la autorización del por entonces juez Baltasar Garzón, se procedió a una operación en la que participaron más de 500 agentes de Inchaurrondo y que se saldó con la detención de los cuatro terroristas.

Bolinaga no colaboró en ningún momento. Tras su detención, según explicaba el que fuera ministro del Interior en ese momento, Jaime Mayor Oreja, se resistió a desvelar el lugar en el que Lara estaba encerrado. «Pretendían dejarle morir de hambre si no lo encontraba la Guardia Civil, más que tratar como una bestia a Ortega, son unos bestias los que son capaces de hacer una cosa así», aseguraba Mayor Oreja el mismo día de la liberación del funcionario.

Ni siquiera vigilaban a Ortega Lara a diario, tan solo se acercaban a suministrarle algo de comida. Poca. Lara perdió 23 kilos durante los 532 días que pasó alimentándose a base de frutas y verduras.

«Le trataban como bestias, actuaban como bestias con el funcionario y es evidente que han perdido todo referente moral», apuntaba en 1997 el teniente coronel jefe de la 513 Comandancia y coordinador de la operación, José Ignacio Laguna.

Morir matando

Bolinaga tenía por entonces 41 años, no trabajaba y vivía con su madre. Al igual que lo hacían sus otros tres compañeros, llevaba una vida normal. En ocasiones viajaba a Francia, donde los cabecillas de la banda le daban consignas sobre qué hacer con Ortega. Incluso tenían instrucciones de continuar con el cautiverio durante un año más. Bolinaga fue trasladado a Madrid para declarar ante la Audiencia Nacional, trayecto en el que tuvo la tentativa de «morir matando». Cuando el coche en el que viajaba -en el asiento trasero, esposado con un agente a cada lado- rebasó a dos motoristas de la Guardia Civila a la altura de Burgos, el «carcelero» de Ortega Lara se abalanzó por sorpresa sobre el conductor con la intención de chocar contra las dos motocicletas y acabar así con la vida de los agentes. Sin embargo los integrantes del coche pudieron reducirlo y controlar la situación sin tener que lamentar ningún daño.

Tras los interrogatorios, también se le atribuyeron los asesinatos de los guardias civiles Mario Leal Vaquero, Antonio López y Pedro Galmares. Bolinaga fue condenado a 32 años de cárcel por el secuestro, además de las penas por asesinato.

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