«Maldito sea el hombre que confía en el hombre: un projet d'alphabétisa-tion». Es el revelador título del nuevo trabajo de Angélica Liddell, una de las voces más provocadoras de la dramaturgia española actual, que se verá hasta el domingo 22 en las Naves del Español, dentro del Festival de Otoño en Primavera.
—El título de la obra y sus palabras introductorias son demoledoras y muy poco animosas. ¿Tan poca fe tiene en el ser humano?
—Ninguna. Lo llevamos demostrando desde el Gilgamesh. Y a mí me lo han demostrado varias veces.
—Se habla del teatro como reflejo de la sociedad. ¿Su teatro también lo es?
—Por supuesto, es el reflejo de la sociedad que detesto. Soy profundamente anti-social.
—¿Qué tiene el teatro de especial en cuanto a medio de expresión?
—Es el único medio que me permite vengarme de toda la mierda de la vida que hay que soportar en la vida.
—¿Se crea mejor desde el dolor, desde la desesperanza?
—No lo sé. Para mi no es una opción. Simplemente creo que no existe lo contrario. Me gustaría ser feliz. Eso sí.
—¿Cree que en nuestros tiempos las imágenes son más poderosas y efectivas en el teatro que la propia palabra, o juegan un papel similar?
—La imagen debe estar a la altura de la palabra y la palabra a la altura de la imagen.
—¿Es consciente de lo provocador que resulta su teatro? ¿Es algo buscado o la provocación está en el espectador que ve la obra?
—Sólo busco que el espectador comprenda que los peores sentimientos también nos pertenecen, quiero que comprendan que es muy dificil amar y ser amado. Tal vez profundizar en las miserias humanas sea provocador, sí.
—¿Le ayuda el teatro a que la vida sea un poco más llevadera?
—Sí. No puedo ir disparando a la gente como en el oeste, aunque me gustaría. Así, que disparo en un escenario.
;)
;)
;)
;)
