Formé parte de la Juventud Comunista a los 13 años, un caso único en Portugal. Sabía bien lo que hacía. Mi vida fue muy dura desde pequeño. Me separaron de mis padres con 6 años y a los 12 trabajaba en una serrería. Interioricé el mensaje social y político de mi padre, hombre del Partido Comunista que luchaba contra el mal y por la justicia. A los 15 fui un año a la cárcel por mis ideas políticas. Entré en la dirección del partido con 16 y cuando estaba preparando mi viaje a la Unión Soviética me apresaron de nuevo y poco después me mandaron al campo de concentración de Tarrafal, en Cabo Verde, mandado construir por Salazar para los presos políticos. Yo fui uno de los que estrenó el campo, al igual que mi padre, y acabé pasando allí nueve años de una pena de diez. Cada tienda tenía doce personas y nos pasábamos el día trabajando. Intenté escaparme junto con cuatro presos más pero no lo conseguimos porque uno de ellos no cumplió su parte. La iniciativa fue mía y de haberlo conseguirlo hubiese sido la huida más célebre de la historia. Veía pasar los años, salían personas más peligrosas que yo y no veía futuro, no me quería pasar allí el resto de mi vida.
El castigo por intentar escapar fue muy duro, nos llevaron 70 días a la «sartén», una celda sin ventanas en la que únicamente nos daban pan y agua. Perdí 20 kilos y enfermé de tuberculosis. Al salir no podía trabajar y pensé muchas veces que me moría. Fui el mártir de Tarrafal. Mi padre pasó 150 días en la «sartén» y se intentó suicidar cortándose las venas, pero un guardia vio sangre y le consiguieron reanimar. El último año que estuve allí me sentía cada vez peor y escribí una carta para poder ser juzgado, así logré regresar a Portugal. El PCP me castigó un año por indisciplina política y yo me sentí muy ofendido, les había dado todo, puse mi vida en peligro por defender unos ideales. Más adelante me reconvertí al socialismo democrático.
En el 62 participé en el asalto al cuartel de Beja y pasé otros cuatro años preso. Pasé un total de 16 años y medio bajo rejas, en cinco ocasiones diferentes. Pero quien no ha estado preso no sabe lo que es la libertad.
Todo lo que hice valió la pena. Estaba al servicio de una idea, aunque me engañaron y yo sin saberlo engañé a otras personas. Ser comunista hace años no es lo mismo que serlo ahora. Antes se sufría hasta morir y ahora es ser un oportunista. La política es parte intrínseca de mi vida aunque estoy insatisfecho con la gestión de mi partido.
TRANSCRITA POR BELÉN RODRIGO
CORRESPONSAL EN LISBOA