PEDRO SANTAMARÍA
El desorden mental de los adolescentes está claramente influenciado, salvo aquellos casos de enfermedad de origen genético, por los influjos tan desfavorables que los adultos estamos transmitiendo. Su ocio gira excesivamente hacia el juego violento y es que muchos de los jóvenes buscan apoyo y seguridad en este perfil, aceptándolo como el mejor amigo y «virando» hacia conductas antisociales. Los adolescentes son un fiel reflejo de las conductas que aprenden, imitan nuestras propias fuentes de motivación, ilusión, alegría pero también la forma que tenemos de resolver conflictos, de manejar nuestros propios impulsos agresivos, de cómo gestionamos la rabia de las insatisfacciones que genera la propia vida así como nuestros hábitos cotidianos, horas de descanso de comer, hasta nuestras propias dietas. Establecer en familia modelos de comunicación que favorezcan acuerdos, va a permitir que esta generación de jóvenes tan fuertes emocionalmente pero excesivamente retadores y en ocasiones desafiantes, gestionen mejor sus impulsos. Hay una capa de éstos jóvenes que cometen delitos por aburrimiento. Así, es necesario dar más valor al tiempo. ¿Crisis? Sí. La ilusión, el espíritu creativo, la capacidad de esfuerzo y de superación, está en crisis. Sabemos ya que el envejecimiento de nuestras neuronas está vinculado a la ausencia de estilos de vida saludable y estilos comunicativos en los que los contenidos de nuestro lenguaje estén cargados de mensajes positivos y constructivos. Hay que huir de mensajes negativos y de actitudes de vida fatalistas. Los jóvenes aprenden en la familia y en la escuela y han de saber que para evolucionar tienen que responsabilizarse de las decisiones que se toman y cómo se toman.
¿Acaso la humanidad no es capaz de adaptar emocionalmente, moralmente y espiritualmente (psicológicamente) su paso al progreso? No dejemos que la técnica supere a la humanidad en su desarrollo.
PEDRO SANTAMARÍA ES PSICOPEDAGOGO. ESPECIALISTA EN PSICOTERAPIA