
Jueves
, 25-02-10
POR B. LÓPEZ
CÓRDOBA. La calle Majaneque de la parcelación del mismo nombre a mediodía es una triste feria, un ir y venir de «pescadores» rescatando lo que el río no ha anegado; incluso los hay que se echan al agua para salvar algo. Es el caso de César Jurado que, explica, ha accedido «nadando» a su hogar, donde los «sillones, las mesas... están flotando».
Así ha recuperado un «poco» de ropa «para ir tirando. Si encima tenemos que comprar ropa...». Y es que César y su mujer no están para gastos si se tiene en cuenta que «nos hemos quedado sin nada».
Está en casa de Manuel Escribano que se ha traído una camioneta para «sacarlo todo» después de que el martes por la noche el agua entrara muy poco en su vivienda, que «estamos arreglando». Él culpa de la inundación a «quienes no organizaron bien la suelta de agua» de los pantanos.
Parcelas ilegales
Si se cruza la ciudad para volver al cauce del río, se llega a Las Cigüeñas, una de aquellas parcelaciones ilegales irreconducibles que intentó atajar Urbanismo en 2001, pero que al final fueron pasto de los chalés y desde el martes, en parte, del agua.
Encarni López espera en la puerta de su hogar que su hijo Francisco recoja cosas de su vivienda, cuyo sótano se inundó. «El que esperó tanto para soltar los embalses, se ha ganado el «Nobel»», se queja.
Reconoce que el martes lo pasó «muerta de miedo». A la medianoche, le dieron la orden de desalojo. Y el temor aún no pasó: «Tengo miedo de que el río siga subiendo».
A unos metros, una imagen insólita: vecinos sentados cerca de la lengua de río que toma la calle. María, nerviosa, está a la puerta de su vivienda inundada. No quiere fotos junto a su casa, porque, explica conteniendo las lágrimas, a su madre no le ha dicho la verdad: «Le cuento que el agua está lejos».
Con ella está Juan Carlos González, vecino de Vega Oeste-Montón de la Tierra, parcelación cercana que el Ayuntamiento descartó legalizar en 2004 por inundable, algo con lo que Juan Carlos no está de acuerdo. Antes de explicarse, se ofrece a enseñar cómo está la casa de él, su mujer y sus dos niños: cercada por un «muro» de agua de metro y medio. «Hemos perdido nuestra vida», lamenta y denuncia que el Consistorio aseguró que el río no llegaría a su hogar.
Afirma que esta parcelación con mucha lluvia no ha llegado a inundarse. Culpa de lo sucedido a «una mala actuación en los pantanos». «Que pongan medidas para que se legalice esto. Alcolea es más inundable que esto», sentencia. Esa barriada es la última parada de este tour de quejas, desgracias, barro... Hay que detenerse en la calle La Barca, anegada y plató improvisado de una cadena.
Pero, Juan Antonio Herrero no echa cuentas a la «tele». Está a proteger su casa, donde vive con su mujer y sus dos hijos. La noche del martes, el agua le llegó a los 70 centímetros y tiene bombas achicando. Sus muebles están para «tirarlos». Y acaba con una difícil pregunta para el plumilla: «¿Dónde busco dinero para recuperar esto? Estoy parado».