Moules frites al gusto de Tintín

La rebosante oferta de productos marineros es sencillamente espectacular. Un breve repaso a las cartas sirve para encontrar el auténtico denominador común, la delicatessen que nunca falta en la ciudad de las coles. Se trata del característico moules-frites. No es ninguna extravagante creación de los fieles de la 'nouvelle cuisine' , sino el tipismo convertido en plato. Efectivamente, se trata de unos clásicos mejillones con patatas fritas. Es una de las recetas más fáciles y se puede preparar en casa para triunfar como si de un Tintín cualquiera se tratase. Además hay quien dice que son algo afrodisiacos.

Los ingredientes se encuentran con cierta facilidad: tres kilos de mejillones pequeños, 100 gramos de mantequilla, cuatro chalotas, dos cebollas, medio litro de vino blanco seco, perejil fresco, pimienta y sal. Y por supuesto patatas. Las que queramos.

Primero se lavan los mejillones y los dejamos apartados. La higiene siempre es una nota definitoria de la cocina belga. Por otro lado derretimos la mantequilla en una olla grande. Allí mismo sofreímos las chalotas junto a las cebollas bien troceadas. Tampoco hace falta que sea un picado microscópico, más bien que se hagan notar. Añadimos un poco de sal, otro tanto de pimienta y perejil fresco picado.

Cuando empiece la cebolla a coger color, le echamos los mejillones. Esperamos un poco y le añadimos el vino blanco seco. Removemos bien con todos los ingredientes y tapamos la olla para no perder esencia. En cuanto empiece a salir vapor se vuelve a mezclar para que se fusionen los sabores. Tras un par de minutos estará en su punto. Los mejillones se abren bastante rápidos. Si no es así, desconfíe. No son frescos y no es buena idea comerlos.

Se sirven calentitos, con su caldito y acompañados de patatas fritas. Para comerlos se utiliza la cáscara vacía de uno de ellos para poder tomar los otros.