SUBLIME BATALLA DE ÓRGANOS
El sonido con todos sus colores
Catedral Primada de Toledo. Música del Centenario. III batalla de órganos. El Greco en espíritu debía andar vagando por el cielo del templo. Si la belleza es la sonrisa de Dios, la música que han sacado las manos de Vicent Dubois, Thierry Escaich, Marc Pinardel y Juan José Montero de los tres órganos grandes (Emperador, Berdalonga, Echevarría) y de los cuatro pequeños (el del Sagrario y los tres Realejos) es lo humano que se eleva para alcanzar esa belleza. No me queda más remedio que recurrir a la metáfora para expresar el sentir, el estremecimiento de entrañable emoción al recibir las descargas vibrátiles de las diez obras, entre las escritas y las improvisadas, que se han interpretado. Quizá este ha sido el día venturoso en que los hombres se han expresado en el lenguaje alado de los ángeles: notas, sonido y colorido, armonía y luz.
La tercera batalla de órganos se ha hecho corta. El tiempo ha volado. Con el «Ballo della battaglia», de B. Storace, y los cuatro organistas desplegando los registros ciertamente muy guerreros, tomamos tierra en el concierto. Proseguimos con el «Concierto para dos cémbalos BWV 1060» de J. S. Bach, mano a mano el Berdalonga y el Echevarría; Vicent Dubois y Thierry Escaich con el Adagio nos hicieron sentir o pensar aquello que se lee en la lira de Fray Luis de León: «El aire se serena/ y llena de hermosura y luz no usada / Salinas, cuando suena / la música estremada / por vuestra sabia mano gobernada»; y luego en el Allegro, la música adquirió ya la belleza de un coche de carreras a toda velocidad. Marc Pinardel y Juan José Montero, con el Concierto de Haendel en los órganos Realejos, nos acomodaron con gotas de un arcoiris de sonidos. Vino después la «Suite francesa», una improvisación, como un aviso, y la «Batalla imperial de I tono» de J. B. J. Cabanilles. Los organistas materializaron las infinitas posibilidades de producir lo que no es material: el sonido con todos sus colores.
La parte sublime de esta tercera batalla tuvo que ver con el arte de la improvisación. Improvisar no es una cuestión de ocurrencias, sino la unión del saber y la creatividad espontánea, donde los intérpretes abren las fuentes del lenguaje que discurre en su corazón, mientras ponen en tela de juicio sus conocimientos para explorar nuevos caminos. El más difícil todavía es equilibrar la improvisación cuando esto ocurre, como en la catedral de Toledo, con dos o cuatro organistas tocando a la vez. Las seis improvisaciones que llevaron a cabo, en diversos formatos y a partir de un tema, resultaron un derroche sonoro impresionante. La sensibilidad y el virtuosismo unieron fuerzas y nos abrieron caminos a todo tipo de emociones con momentos que no volverán a repetirse de la misma manera. Como espectadores expectantes fuimos oyentes de algo único que solo puede suceder una vez en la historia del universo. Sería un atrevimiento injusto decir que me gustó más la «Bataille Romantique» o el «Toque de Pífanos de Batalla» que la improvisación sobre el «Pange Lingua more Hispano» o «Moisés en el Mar Rojo». Hay que destacar la modernidad impresionista e impresionante de algunas músicas que han surgido como géiseres del órgano del Emperador, sin embargo su singularidad no dormía en las teclas de ese gigante, sino en las manos del organista, que las ha dado vida y nos las ha transmitido con inusitada fuerza.
Estos cuatro gladiadores expertos han llevado la batalla de órganos al triunfo de la música, de la cultura y del patrimonio que se atesora en instituciones como la catedral toledana. El merecido aplauso, además del reconocimiento al arte, llevaba implícita una acción de gracias.
Desde estas líneas es justo y necesario, también, hacer un reconocimiento público especial a Juan José Montero, alma máter y organizador de estas «batallas»; a la Fundación El Greco 2014 , por propiciarlas; y al Cabildo catedralicio por ofrecer su casa para el santo disfrute del pueblo. ¡Ojalá! este éxito abra los ojos de todos y estas batallas de órganos no queden como recuerdo de un año de fastos y perduren en el tiempo para seguir dando luz y deleite.
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