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El Papa invita a «preguntarnos si nuestra vida tiene el sabor del Evangelio»

Pide de nuevo «que cese la violencia en Siria» tras el asesinato de un misionero holandés

El Papa invita a «preguntarnos si nuestra vida tiene el sabor del Evangelio» efe

juan vicente boo

En cada encuentro con los fieles, el Papa Francisco invita a examinar y a mejorar la propia conducta. En la audiencia general del miércoles urgió a ochenta mil personas a «preguntarnos si nuestra vida tiene el sabor del Evangelio », y a dejarse guiar por el Espíritu Santo. Terminada la serie de catequesis semanales sobre los sacramentos, el Papa ha iniciado un nuevo ciclo sobre los siete dones del Espíritu Santo, comenzando por el de «sabiduría».

Cada miércoles, el Santo Padre dedica tres veces más tiempo a saludar a los fieles que a pronunciar su discurso. Antes de tomar la palabra, Francisco recorre en el «papamóvil» todos los pasillos de la plaza de San Pedro, saludando con la mirada y con gestos a decenas de miles de personas, besa docenas de niños y recibe, al vuelo, docenas de regalos. A veces se baja del automóvil descubierto para estrechar la mano de algunos, y siempre escucha lo que le dicen los más cercanos.

En la audiencia de hoy, cuando un peregrino le gritó en italiano « Francisco, ¡eres único! », el Papa le respondió: «¡También tú eres único! ¡No hay dos como tú!».

Poco después, en su comentario sobre el primero de los dones del Espíritu Santo, el Papa afirmaba que «la sabiduría es la gracia de poder ver todo con los ojos de Dios», incluida cada persona en su carácter único e irrepetible. Ese don de la sabiduría «nos hace capaces de reconocer la huella de Dios en nuestra vida y en la historia». El don de sabiduría «no significa que el cristiano tenga respuestas para todo», sino que sabe «ver todo con los ojos de Dios», es decir, con misericordia.

El Papa se emocionó recordando «el asesinato de un hermano mío jesuita holandés de 75 años, Frans van der Lugt, que llevaba 50 años en Siria», y que «era estimado por cristianos y musulmanes». Al cabo de tres años, la batalla internacional que se libra dentro de ese país suma ya 150.000 muertos, casi diez millones de desplazados y refugiados, y una destrucción de barrios enteros sin precedentes en una guerra civil.

El Santo Padre puso ante los fieles la tragedia «de tantas personas que mueren en ese país martirizado, mi amada Siria», y de tantas personas secuestradas, «tanto musulmanes como cristianos , entre los cuales hay obispos y sacerdotes».

Al mismo tiempo pidió con fuerza «a los responsables de Siria y la comunidad internacional: por favor, ¡que callen las armas y cese la violencia! ¡No más guerra! ¡No más destrucción! Que se respete el derecho humanitario y se llegue a la paz por el diálogo y la reconciliación».

El Papa invita a «preguntarnos si nuestra vida tiene el sabor del Evangelio»

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