España, vista por «The New York Times»: «El país donde se cena a las 22.00 horas»
Como ya hiciera «The Telegraph» en su día, el rotativo estadounidense carga contra los horarios españoles, marcados por la siesta y el «prime time»
Fue el pasado mes de septiembre cuando «The Telegraph» decidió abroncar a España en sus páginas a cuenta de la castiza siesta española. Esta sana tradición, que ni mucho menos es una costumbre extendida en nuestro país —pocos trabajadores tienen la suerte de dar unas cabezadas a mitad de jornada— era calificada por el rotativo británico como un serio retroceso que solo contribuía a que la productividad de los españoles descendiera notablemente. El artículo , que «The Telegraph» ilustraba con la llamativa imagen de un señor obeso dormido sobre una silla, conminaba a los españoles a adaptarnos más pronto que tarde al huso horario británico, un sistema que nuestro país abandonó en 1940.
Ahora es «The New York Times» el que se suma a la reprimenda a España a causa de los horarios. En un artículo titulado «España, el país de las cenas a las 10 P.M, preguntaos si no es hora de cambiar los horarios» el periodista Jim Yardley elabora un completo repaso por las costumbres y forma de vida española, sus cenas tardías, su «prime-time» televisivo y, como no, su siesta. Así comienza el reportaje:
«Con un cubo lleno de cervezas, Jorge Rodríguez y sus amigos se atrincheran en el «Mesón Viña» el miércoles por la noche para ver un partido de fútbol. En otra mesa, una pareja se abraza, ajena al resto del local, mientras la camarera les sirve una tortilla de patatas y otros tantos aperitivos. Entonces, comienza el partido. Esto no es algo inusual. Mientras en otros países la gente se prepara a esta hora para ir a la cama, en España la noche no comienza hasta las 22.00 horas, momento en que se sirve la cena y comienza el «prime-time» televisivo - que no acaba hasta la 1 .00- . Varias encuestas demuestran que casi una cuarta parte de la población española continúa viendo la televisión entre las 00 horas y la 1 de la madrugada».
España, dice Yardley, está empeñada en vivir con su propio reloj y sus ritmos de vida algo que, en opinión del periodista, carece de sentido en un momento en que el país «trata de recuperarse de una grave crisis económica» y en el que que la introducción de un horario más eficiente solo podría tener consecuencias positivas para nuestro progreso.
Acabar con la siesta
Si en algo se asemejan el reportaje de Jim Yardley y el elaborado en su día por «The Telegraph» es la intencionalidad de las imágenes que ilustran sus textos. Así como en el diario británico era un hombre con sobrepeso dormido plácidamente quien representaba a los españoles, «The New York Times» también escoge el cliché de la siesta para mostrar al mundo la que parece ser nuestra afición favorita. Esto queda retratado en una de las fotografías del reportaje y en cuyo pie de foto puede leerse: «Un horario más eficiente haría que las siestas tuvieran que ser de una hora o menos».
«Durante décadas, han sido muchos los españoles que se han tomado un largo descanso para la siesta del mediodía, algo que quedaría reducido con un sistema más eficiente», dice Yardley. El periodista, no en vano, reconoce en su artículo que aunque es cierto que la siesta es posiblemente un tópico injusto, lo que no puede negarse es el hecho de que no pocos trabajadores comienzan su jornada a primera hora de la mañana y la terminan bien entrada la noche. ¿Queremos cambiar esta situación? Para Paula del Pino, española de 47 años preguntada por el periodista, «la sociedad española está chapada a la antigua y a los políticos les gustan las cosas tal y como están ahora».
Una medida «necesaria»
Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe) , es otra de las fuentes consultadas para el reportaje de «The New York Times».
Precisamente, en el mes de septiembre Buqueras expresaba a este diario los cambios «necesarios» que nuestro país debe iniciar si pretende incrementar su productividad: «La medida de adelantar el reloj una hora debe ir acompañada de un cambio de hábitos como, por ejemplo, que se dejen de emitir programas televisivos de 'prime time' después de las once de la noche. También se debe seguir el ejemplo de muchas empresas que han hecho esfuerzos por rentabilizar el tiempo y en las que los empleados salen antes, con lo que tienen mayores posibilidades para atender a sus hijos, sus mayores, o sus asuntos personales. El efecto motivador que produce en los empleados aumenta la productividad».
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