Crítica de Todo el dinero del mundo: La oreja de John Paul Getty III
Aunque no pasará a la historia como la mejor película de Ridley Scott sí lo hará como la más ilustrativa de su enorme talento

Aunque no pasará a la historia como la mejor película de Ridley Scott (lo cual no es significativo, pues ha hecho media docena larga de obras maestras), sí lo hará, tal vez, como la más ilustrativa de su enorme talento, pues ha convertido lo invisible en intrascendente: habiéndola rodado con Kevin Spacey en el papel, crucial, del multimillonario Paul Getty, lo «borró» y lo «reconstruyó» con prisas y con Christopher Plummer, y es tan perfecto el cosido que no se podría entender lo sustancial de este drama sin el relleno completo del gran actor canadiense, candidato al Oscar por su acuarela terrible y sin una gota de agua del cómo, el porqué y el para qué se apuntala un imperio en la jungla del dinero y el poder. Y hay tanta crítica como «admiración» en el modo en que Ridley Scott le alisa el lienzo al notable actor para que lo componga.
La historia es, en sí misma, historia, y la imagen de la oreja cortada por sus raptores al joven John Paul Getty III es una de las imágenes del siglo XX. Scott le abre una puerta a la ficción para convertirla en una película de intriga, acción y sentimientos que rechinan, con personajes tan retocados como el ex agente de la CIA que interpreta Wahlberg o el secuestrador compasivo de Romain Duris, y hay que suponer que también está muy afilada la cuchillería entre el clan Getty (es decir, solo el viejo, despiadado y avaro magnate) y la nuera del poderoso y madre del secuestrado, una Michelle Williams que consigue con fuerza y con los sentimientos más comprensibles de la función colocarse como punto principal de esa línea borrosa que separa el poder del mal.
En una película de titulares (Kevin Spacey, John Paul Getty…) lo importante está en la letra pequeña , en los pormenores, en lo que susurra, en lo que no teníamos por qué saber. Otro tipo de lágrimas que se pierden en la lluvia.
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