En el Mundial de las prórrogas –cinco en ocho partidos de octavos–, Bélgica fue la última en superar la criba, compensada después de someter a Estados Unidos en un partido increíble (2-1). Hacia mucho, muchísimo, que no se veía semejante superioridad, un ataque y gol que tuvo todo de lo primero y poco de lo segundo para lo que pudo ser, resuelta la batalla con los tantos de De Bruyne y Lukaku que debieron llegar muchísimo antes.
Bélgica tiene premio y se lo merece, mientras que Tim Howard se queda sin recompensa después de un recital de intervenciones. De poco sirvió el arreón final a partir de la diana de Green, aunque casi hay penaltis por un ejercicio impagable de amor propio americano. [En directo, Bélgica-Estados Unidos]
Bélgica, sorpresa que no es tal ya que todo el mundo hablaba de ella antes de empezar esta aventura, se creció a la hora de la verdad, muy mejorada en un encuentro sin retorno después de salvar la fase de grupos con tres triunfos por la mínima. Hizo pleno, sí, pero no exhibió todo lo que se esperaba y sus mejores momentos llegaron ante Estados Unidos en un cruce de un solo color, dos países invitados a una fiesta a la que suelen llegar los más fuertes salvo en Brasil, cuyo camino está lleno de cadáveres con pedigrí.
A Estados Unidos, de repente, le interesa como nunca eso a lo que llaman soccer, encendido el país y paralizado para animar al equipo de Jurgen Klinsmann. Cualquier excusa es buena para presumir de bandera y mantuvieron el sueño después de una primera parte de claro dominio europeo, difícil de entender el empate sin goles al descanso.
Básicamente porque Bélgica mereció más y ya a los 40 segundos dispuso de una clara ocasión de Origi que desbarató Howard, la primera de muchas aproximaciones que se quedaron en el casi. Origi, por cierto, tiene 19 años y una pinta estupenda, pero le falta instinto a la hora de rematar. A él y a todos sus compañeros.
Lo mejor para los norteamericanos fue el descanso, aunque se mantuvo el mismo guión en la reanudación, incluso más exagerado el asedio. Bélgica, suelta y alegre, dueña absoluta de la situación y la pelota, buscó por fuera y contó un puñado de opciones serias para marcar. Entre Howard, el larguero y la falta de acierto de los atacantes belgas aguantó el empate y a Estados Unidos sólo le quedaba celebrar el paso de los minutos.
El enorme portero fue sometido a un acoso y se convirtió en el héroe con paradas de todos los colores, un coloso entre los palos que alimentó la esperanza yanqui hasta la prórroga, que se pudo ahorrar de forma injustísima si Wondolowski no hubiera fallado ante Courtois un remate a bocajarro sobre la bocina. En los primeros 90 minutos, sirve la estadística para resumir la aplastante dictadura: Bélgica tuvo 16 saques de esquina, remató 30 veces y 20 a puerta.
Era imposible que Bélgica no festejara y lo hizo nada más empezar la prórroga. De Bruyne aprovechó un pase de Lukaku, que le dio aire fresco a los europeos y además anotó el segundo. Parecía todo finiquitado hasta que Green metió a los suyos en el partido y Estados Unidos, todo orgullo, pudo incluso empatar en una prórroga loca.