artes&letras
Toledo: La ciudad del saber
En el siglo XII se vuelve a repetir en Toledo la fructífera experiencia de la convivencia y el trabajo común, a través de la «Escuela de Traductores », creada y protegida por los arzobispos cluniacenses de la ciudad

Hacia el año 1134 llegó a Toledo un joven estudiante, Gerardo de Cremona, que ansiaba leer el «Almagesto» de Tolomeo. En París le dijeron que no conocían ese extraño texto. Tal vez, podría encontrarlo en Chartres. Pero Gilberto de la Porrée, canciller de la Escuela chartriana, le animó para que fuera a Toledo. ¡Allí lo encontraría! Gerardo permaneció 54 años en Toledo, convirtiéndose en el más importante traductor de la historia intelectual de Europa, abarcando desde la filosofía a la medicina, de la geometría a la física, de la astrología a la alquimia, del álgebra a la nigromancia.
En el primer tercio del siglo IX, en Bagdad, el gran califa Al-Mamún creó la famosa «Casa de la Sabiduría», en la que reunió a hindúes, cristianos siríacos, judíos persas e islamitas de diversos países, bajo un lema fundamental: «tanto las palabras de Alá, como las de Yavé o las de Dios son conformes a los criterios de la razón y sólo pueden oponerse a esos criterios quienes, de puro ignorantes, carecen de razón». Así renació la soñada ciudad ideal, regida por la razón humana y expresada en leyes. Ya no gobernarán alfaquíes, ni escribas, ni ulemas, ni sacerdotes, sino la «razón universal», que no es más, ni tampoco menos, que el acuerdo mínimo de las razones individuales.
Dos siglos después, esta fructífera experiencia de trabajo y convivencia de las Tres Culturas se reproducirá en Toledo. Esta experiencia toledana, apoyada por los arzobispos cluniacenses, en especial Juan de Castellmorum y Cerebruno de Poitiers, enriqueció, ya para siempre, el pensamiento de la Europa naciente, cansada y asfixiada por el «pensamiento único» impuesto por el Papado y la ignorancia. Un grupo de pensadores y traductores cristianos, judíos y musulmanes comenzaron una experiencia que, mucho después, se denominaría «Escuela de Traductores de Toledo». Objetivo: trasladar todo el conocimiento científico y filosófico de los griegos, de los helenísticos y de los árabes al latín. Fué la epopeya intelectual más importante en la historia del conocimiento en Europa. Una auténtica revolución mental. La verdad científica y filosófica, escondida hasta ese momento, recorrerán los caminos de la Cristiandad, ahuyentando las inteligencias que servían al odio y a la intolerancia, para alcanzar el sueño de que todos los hombres se reunieran en una nueva Arca de la Alianza. Aquellos hombres sabían que la verdad siempre se esconde, dificultando su conquista, pero también eran conscientes de que la libertad y la convivencia sólo florecen a la luz de la verdad conquistada que permitirá que el hombre se aleje, mar adentro, de la esclavitud, del odio, de la intolerancia… Toledo, en el siglo XII, abrió las puertas y ventanas a la Razón y al Saber humano.
Pero, ¿existió realmente una «Escuela de Traductores» en Toledo? Como nos referimos a la Universidad de París, en los primeros años del siglo XIII, aunque no se parezca en nada a las Universidades post-renacentistas, no cabe la menor duda de que en Toledo, a lo largo del siglo XII y parte del siglo XIII, se institucionalizaran los trabajos de traducción y de docencia, por «mandato» de los titulares de la sede arzobispal. No sólo tradujeron aproximadamente más de ciento cincuenta libros desde Aristóteles a Avicena, desde Arquímedes a Euclides, desde Tolomeo a Al-Khawrismi, o de Hipócrates a Galeno, sino que se impartían enseñanzas, como afirma el inglés Daniel de Morley: «Como en Toledo era tenida en la mayor consideración la ciencia árabe, allí me dirigí a toda prisa para escuchar a los más sabios filósofos del mundo».
Toledo no puede mantener en el olvido a Juan Hispalense, Avendauth, Domingo Gundisalvo, Ghalib, Gerardo de Cremona, el maestro Juan, Platón de Tívoli, Daniel Morley, Alfredo de Sereshel, Miguel Scoto, Hermánn el alemán, Salomón de Avenraza, Roberto de Chester, Marcos de Toledo, Abraham de Toledo, Yehuda ben Moses… En un momento de configuración de las monarquías, cuando las ciudades cerraron los castillos y la literatura artúrica y amorosa inundaban a toda Europa, en Toledo un grupo de pensadores inundaban las escuelas y nacientes Universidades de conocimientos y sabiduría. De saber humano, derivado de la Razón. Sobre todo, Toledo y sus autoridades. Porque esa increíble realidad confirma la posibilidad de convivir las Tres Culturas. Como afirmaba el poeta Ibn Arabí:
“Mi corazón lo contiene todo:
una pradera donde pastar las gacelas,
un convento de monjes cristianos,
un templo para ídolos,
la Kaaba del peregrino,
los rollos de la Torá,
y el libro del Corán”.
Aniceto Nuñez es autor del libro «Toledo siglo XII: la ciudad del saber»
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