Los peores

LEO que una discoteca alicantina, creyéndose original, va a premiar a los malos estudiantes regalándoles una copa por cada suspenso que demuestren. Su gran fiesta de fin de curso bien podría simbolizar la meritocracia inversa -la promoción de los peores- si no fuera por lo que sigue.

Como estrategia de promoción es estúpida, los del suspenso ya son previsiblemente clientes suyos. A quien deberían atraer es a la parte de su mercado potencial a la que aún no han llegado, esto es, a los que aprueban. Además, las provocaciones obvias son ineficaces, como todo lo excesivo; mucho más interés habría despertado en las redes sociales y otros patios de vecinas una propuesta del tipo «Bebe gratis toda la noche si has aprobado filosofía». ¿Por qué? ¡Exacto, por qué! Ya tenemos tema, y dale que te pego y mira lo que te digo. Dices tú de meritocracia inversa...

Yo conocí a principios de los ochenta una especie de empresa de colocación y de contactos (aparentemente se trataba de una organización política) que convirtió la promoción de los peores y el castigo a los mejores en arte. Nadie los ha igualado. Se llamaba PSC. Existe aún, pero dedicada a otras actividades. Espero. Aquella cosa, aquella agencia, aquella orgía ostentaba la representación exclusiva del gran partido que gobernaba España sin cortapisas. Tocábale pues una cuota notable de poder, a cubrir con amigos. Pero ser amigo pedía tiempo. No esfuerzo, seamos justos, porque hacer, lo que se dice hacer, no había que hacer nada. Había que esta allí, en ciertas terrazas por la tarde y en ciertos locales por la noche, y reírse.

Naturalmente, a quienes estudiábamos nos parecía todo esto una pérdida de tiempo intolerable. Dedicarle algún día no estaba mal, podías llegar a pasártelo en grande. Pero ya. No comprendíamos que los fijos de la nada y de la risa estaban invirtiendo al no estudiar. Su malogro intelectual les resultó extraordinariamente rentable. Ah, los good for nothing, qué gente previsora.