barcelona al día
Boliche Cinema: pasen, vean y lean
Se cierran salas de cine, sí, pero también se abren, y con un proyecto, una visión, un criterio, un riesgo, una invitación y la esperanza de que el cine convierta en «normal» lo que la política catalana «anormaliza»
ANIMO a cualquiera que esté harto de escuchar y leer noticias del desolador apocalipsis que vivimos a que lea ésta: se abren cuatro salas de cine en Barcelona, el Boliche Cinema. En el mismo lugar, pero con espíritu renovado, donde estaba hasta 2008 el Cine Boliche. Esta iniciativa hay que verla como un pañuelo para que enjuguen sus lágrimas todos aquellos millones de cinéfilos que han llorado el cierre paulatino de Alta Films y los Cines Renoir y a los que se les brinda la oportunidad de secar sus lágrimas apoyando (o sea, yendo..., y no llorando) esta nueva empresa que ponen en marcha Alfons Mas y Rafael Dalmau (el empresario de los Cines Maldá).
Pero la noticia no se acaba ahí, en su apertura, sino que el argumento de esta película tiene dentro un guiño de guión fabuloso y lleno de imaginación: por supuesto, serán salas en versión original, pero con el subtitulado en catalán. Es decir, que no se doblará ninguna película, que se proyectarán en su versión original, y si es española, en español, y si es en otro idioma que precise de subtítulos, estos irán exclusivamente en el idioma catalán. Medida inteligente, «transversal» (signifique esto lo que signifique) y que permitirá a todos aquellos cuya piel está recubierta de una fina capa de sensibilidad patriótica (signifique esto lo que signifique) sentirse acomodados en las nuevas salas Boliche, pues se podrá elegir entre ver, por ejemplo, «Ayer no termina nunca» en ese perfecto castellano de Candela Peña, o si lo prefiere, escuchar el inglés latoso de Robert Downey Jr. con unos tranquilizadores subtítulos en catalán. Cine en su estado puro..., y proyecto enfocado con pureza, sin dobleces ni doblajes, a un público muy determinado y que se reconocerá rápidamente como tal. Nadie debería usar esta iniciativa cinematográfica con otros motivos que los de acompañar la película que prefiere con los subtítulos en el idioma que usa o que quiere usar en ese momento para entenderla, aunque no se puede descartar la tentación de que su uso «político» desvirtúe lo que debiera ser sólo un uso lingüístico, sentimental o cinematográfico.
Se cierran salas de cine, sí, pero también se abren, y con un proyecto, una visión, un criterio, un riesgo, una invitación y la esperanza de que el cine convierta en «normal» lo que la política catalana «anormaliza».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete