la nada nadea
Maldición
Como una maldición, hoy el viento del descontento social levanta polvaredas que remueven, sacándolos del pasado, los demonios y los muertos
Releo con frecuencia, y casi con fervor, el discurso que pronunció José María Gil Robles el 15 de julio de 1936 ante la Diputación Permanente del Congreso. No voy a citar fragmentos. Búsquelo quien no lo conozca, y guárdelo. Lo reproduje íntegro en mi libro La República de Azaña; disculpen la auto promoción. Aquel discurso -último en muchos sentidos- es el documento capital de una etapa endemoniada que nuestros padres creyeron superada y que contiene lecciones para una parte importante de la izquierda española contemporánea, crecientemente ágrafa, panfletaría y sentimental. Puesto que el progre presenta una muy conocida aversión al matiz y a la palabra escrita (salvo que lo sea sobre pancarta, o a través de tuits en mayúsculas), mejor que las lecciones de Gil Robles no las aprendan nunca, pues su única alternativa al conocimiento de la historia sería la experimentación de la historia.
Creo que la España de los años treinta empezó a cavarse su fosa con el uso y extensión de un tipo de lenguaje. Hablando hablando, sin lograr en general afilar el verbo -que es cosa más difícil que injuriar-, pero sí la mala intención, insertando en las frases para el espacio público epítetos hirientes por sistema, trazando en cada oración líneas divisorias, entregándose al fatalismo bélico, cosificando o animalizando al adversario, dibujando mundos irreconciliables, dos españas llegaron a la conclusión de que sólo existía una solución: exterminar a la otra.
Como una maldición, hoy el viento del descontento social levanta polvaredas que remueven, sacándolos del pasado, los demonios y los muertos. Y el lenguaje. Canalizada por revolucionarios de manual, la ira contra los bancos embargantes y los banqueros bergantes ha ido a desembocar en los escarches (escarnios)... contra representantes del PP. En su onda expansiva, la práctica acaba de ser adoptada por unos independentistas catalanes, amigos de Otegi, para dirigirla contra la persona de Albert Rivera, a quien un matón con escaño acaba de advertirle en pleno Parlament que se vaya acostumbrando. Lean a Gil Robles.
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