Zygmunt Bauman: «La ocupación de Wall Street no cambió Wall Street»
El sociólogo presenta en Barcelona «Sobre la educación en un mundo líquido»

Vestido de negro, aunque sin su carismática pipa, Zygmunt Bauman (Poznan, 1925) pronuncia una conferencia en el CCCB barcelonés: «Pese a la crisis económica contemplo cierto optismismo en la gente: parece que España ha resistido bien». Se cumple una década desde que el sociólogo anunciara la «sociedad líquida»: un siglo XXI acunado en el relativismo posmoderno.
Desde entonces, la bibliografía del catedrático emérito de la Universidad de Leeds y premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades no ha dejado de ampliar -y confirmar- sus focos de análisis. A «Modernidad líquida» siguió «Amor líquido», «Tiempos líquidos», «Miedo líquido», «Vida líquida» y «Sobre la educación en un mundo líquido» (Paidós), diálogos con Ricardo Mazzeo acerca de la generación de jóvenes que, pese a estar mejor formados que sus padres, padecen hoy la precariedad laboral y la incertidumbre.
Vivimos un tiempo de interregno, advierte Bauman: «Transitamos de un sistema que no funcionaba a otro todavía por articular». Desencantada de la política, la juventud «deposita su confianza en Facebook y el movimiento indignado». La «liquidez» convierte en papel mojado contratos laborales y personales. Hacer y deshacer amistades constituye una de las modalidades de la universalidad líquida: la clausula de rescisión ya no es letra pequeña, sino el leit motiv de nuestras sociedades. La instantánea y compulsiva satisfacción de los deseos conforma una vida orientada al consumismo: «La energía vital se desperdicia cuando podría destinarse al servicio de inquietudes humanas como el compromiso, la devoción, la responsabilidad...».
Con una biografía repartida entre Polonia, Rusia y la británica Leeds, donde reside desde 1968, Bauman prefiere el himno europeo al de Polonia o Gran Bretaña. La identidad, apostilla, «es también algo líquido» que hoy prolifera en múltiples facetas, desde la identidad sexual a las identidades nacionales. Frente al siempre problemático equilibrio entre seguridad y libertad, «la gente tiende a preferir la primera a la segunda».
Ante la afirmación de su admirado colega Richard Sennet sobre el fin del capitalismo occidental, Bauman no oculta cierto escepticismo: «Soy sociólogo y no profeta. A mis 88 años he oído muchas veces anunciar el fin del capitalismo, pero el capitalismo es ingenioso y flexible: siempre busca tierras vírgenes. En otro tiempo fue el colonialismo, luego consiguió que pasáramos de depositar nuestros ahorros en un banco a endeudarnos con el banco. Siete millones de personas compraron el Iphone 4 y cuando salió el Iphone 5 fueron nueve millones... Eso significa que habían desechado el modelo anterior por la novedad. La ocupación de Wall Street no cambió Wall Street. El capitalismo no ha muerto: lo que ocurre es que nuestros políticos padecen un déficit de poder».
La «licuefacción», ese culto a la inmediatez y el despilfarro, culminó hace tres décadas: «Vivimos de alquiler: de una ilusión que nos llevó de la civilización del ahorro a las tarjetas de crédito... Nuestros nietos pagarán estos años de consumismo».
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