referéndum en escocia
«No soporto a Salmond, no puedo con él»
ABC recorre un barrio de Stirling puerta a puerta con un ministro del Partido Nacional Escocés (SNP) en campaña a favor de la independencia

«No perdáis mucho tiempo con los que lo tienen claro, la clave son los indecisos». Gerry McLaughlan, un veterano militante del Partido Nacional Escocés (SNP), ultima el plan de ataque y reparte el material de campaña a la quincena de voluntarios convocados el lunes pasado por la tarde por la campaña independentista «Sí Escocia» (Yes Scotland). Quedan menos de tres meses para la celebración del referéndum, y las encuestas dan una clara ventaja al «No» a la secesión, pero también suficientes motivos a los nacionalistas para el optimismo.
«Es mi tercer referéndum y este es el más emocionante de todos»«Me incorporé al partido en la universidad en 1971 y es mi tercer referéndum, y este es con diferencia el más emocionante de todos», explica McLaughlan, un ingeniero de 59 años que montó una consultoría medioambiental en Stirling cuando fue despedido de su anterior trabajo. «Estamos viviendo la campaña más incluyente de la historia, mucha de la gente que se suma no ha estado nunca vinculada a la política , les tengo que explicar qué es un puerta a puerta y qué hacer con los carteles», dice.
De la quincena larga de voluntarios que acudieron a la convocatoria en el centro de distrito de Cornton, apenas 5-6 son miembros del SNP.El primer referéndum de 1979no logró una mayoría suficiente para establecer una asamblea legislativa escocesa, y fue una segunda consulta en 1997 la que condujo al establecimiento del parlamento regional en 1999. La media de sondeos que recopila el portal de John Curtice , una de las fuentes más consultadas, asignaba a mediados de junio un 53% de apoyo al No, un 36% de defensores de la independencia y un 11% de indecisos.
Sitirling, el corazón de Escocia
Si se excluyen los indecisos, la situación queda en un 60-40 en favor de los defensores de permanecer en el Reino Unido . Una distancia que se ha mantenido constante de media durante casi dos años. Luce un sol inesperado, y los vecinos de Corntonse muestran muy dispuestos a abrir sus puertas al debate, y a la propaganda electoral. Stirling está considerado por muchos como el corazón geográfico y sentimental de Escocia por su ubicación entre las tierras altas (Highlands) y las bajas, y por haber sido escenario de batallas históricas como la que hace 700 años dio una inesperada victoria a Roberto I de Escocia sobre las tropas inglesas de Eduardo II que controlaban el castillo.
Según un estudio reciente del banco Lloyds, es la ciudad de Escocia donde la vivienda es más asequible. «El debate sobre el referéndum tiene que ver con la economía y con la seguridad material mucho más que con las banderas y con la identidad», explica Bruce Crawford, el diputado de la circunscripción de Stirling y responsable de asuntos parlamentarios en el gobierno que preside Alex Salmond. Crawford, de 59 años, es diputado al parlamento regional por el SNP desde la primera legislatura.
En los comicios regionales de 2011, su partido obtuvo aquí un 48,9% de los votos, por encima del 45,4% que el partido de Alex Salmond obtuvo de media para obtener una histórica –e inesperada- mayoría absoluta. Entre las seis y las ocho de la tarde del lunes, Crawford se armó de tarjetas de visita, folletos explicativos (para los indecisos) y pegatinas (para los convencidos), y se sometió a un duro interrogatorio puerta a puerta en una zona de la ciudad con muchas viviendas sociales y un fuerte apoyo tradicional a los laboristas.
«Son sobre todo personas con ingresos medios-bajos, pero con empleo y mucha dignidad», nos explica Moira Anderson, que coordina los distintos grupos de voluntarios. La tarde no va a ser un paseo triunfal, confiesa. Ella es quien recopila la información: sitúa a cada persona entrevistada en un eje que va del 1 al 10, en el que el 1 son los partidarios más convencidos del Sí y el 10 los defensores de permanecer en Gran Bretaña. «Hasta 6-7 se les puede convencer, así que pasad tiempo con ellos», les jalea Gerry McLaughlan. Los primeros asaltos del puerta a puerta son esperanzadores.
«A peor no iremos comparado con ser gobernados, como ahora, desde Inglaterra», afirma Jimmy, un antiguo votante laborista. Votará Sí, al igual que sus dos hijos (el censo de la consulta incluirá por primera vez a los residentes en Escocia de 16 y 17 años). Otros vecinos, en cambio, explican con naturalidad que la cuestión divide al matrimonio. Thomas Taylor votará Sí. Su mujer Gillian dirá No.«A los del No les guía el miedo a perder su trabajo, basan su campaña en meternos miedo », afirma.
Ni rastro de la campaña unionista por el No
El nacionalismo acusa a la coalición «Mejor Juntos» -que agrupa a conservadores, laboristas y liberales- de basar su campaña en un discurso negativo. «Tenemos una presencia mucho más amplia que la campaña del No», explica Crawford. El vecindario le da la razón. El 100% de los entrevistados, independentistas o no, solo coinciden en una cosa: no han visto a los activistas del No por ningún sitio. «Ni siquiera un folleto debajo de la puerta», nos explica Silvia Connelly en la calle Strathmore Drive, compuesta por humildes viviendas adosadas unifamiliares, la mayor parte de protección oficial.
Connelly forma parte de las no recuperables para la causa independentista. «No soporto a Salmond, no puedo con él», dice. Moira apunta un 10. Nada que hacer. Muy cerca, Catherine Heirr le ofrece algo más de esperanza. Pensaba votar No, pero ahora tiene dudas. Crawford olfatea la posibilidad de una conversión y desgrana su argumentario, donde mezcla promesas de justicia social con el recurso fácil de echar la culpa a Londres.
«¿Y qué pasa si dentro de cinco años la cosa no va bien, ¡no habría marcha atrás!»«Si seguimos sometidos a unas políticas de austeridad decididas en Westminster, en 2020 habrá 100.000 niños escoceses más debajo del umbral de la pobreza», dice. Pero la señora Heirr no se deja intimidar. «Los ricos seguirán siendo más ricos y los pobres más pobres , no veo por qué eso cambiará siendo independientes», replica. En su respuesta, emerge poco a poco una de las pocas tendencias demoscópicas claras de la velada.
Los escoceses quieren información y decidir por ellos mismos en base a los datos. Y la única variable que parece ser determinante es el género, más que la edad o el origen social. Al menos en Stirling, son las mujeres las que hacen las preguntas más afinadas, y las que más dudas plantean. Y los sondeos indican desde el principio un menor apoyo a la independencia entre las mujeres que en la población general, como bien saben Salmond y los suyos. «El petróleo del Mar del Norte no durará siempre, así que no veo cómo el separarnos del Reino Unido hará que las cosas vayan mejor aquí», insiste.
Crawford prueba entonces a enumerar los compromisos sociales mantenidos por el gobierno de Alex Salmond. «Nuestros hijos no pagan la universidad, hemos ampliado el bono de transporte gratuito para los mayores y la gratuidad de los medicamentos con receta», alega. «Sí, han hecho muchas cosas bien, pero con la ayuda de Londres», contesta ella, implacable. «Y, ¿qué pasa si dentro de cinco o diez años las cosas no van bien y queremos dar marcha atrás?… ¡no hay vuelta atrás!», exclama.
Catherine se queda en ese 6-7 en el ranking que tiene el referéndum en sus manos. Sus matices tienen eco en un estudio publicado esta semana por el gobierno escocés, según el cual el 59% de los escoceses expresa «confianza» hacia el ejecutivo regional, por solo un 26% que dice confiar en el gobierno de Londres [puedes consultar el estudio aquí ]. Un dato que no hace sino confirmar la comodidad de una mayoría de escoceses con mayores niveles de autogobierno, pero sin separase del todo de Gran Bretaña.
Las dudas y preguntas de las escocesas
Christine Davies se autodefine como un 5. No ha tomado aún una decisión que podría ir en ambas direcciones. Trabaja para una entidad deportiva pública, y le molesta que en las próximas Olimpiadas de la Commonwealth, que se celebrarán en Glasgow este verano, «todo se vende bajo la bandera de Londres». Se refiere al apoyo del gobierno central a un evento con el que cuentan los nacionalistas para movilizar el patriotismo escocés. Pero de ahí a apoyar la independencia media una distancia que no sabe si recorrerá.
«Mi mayor miedo es la moneda, y tampoco habéis aclarado qué pasará con la Unión Europea», denuncia. Aquí Crawford desenfunda la parte del argumentario que dibuja una pequeña nación independiente próspera y justa , como sus vecinos nórdicos. «Escocia es el decimocuarto país más rico de la OCDE, por delante del Reino Unido, y produce el 16% de los hidrocarburos de la UE», dice. Pero la lógica de Davies es aplastante, e inconformista.
«Si tenemos el 16% del petróleo de la UE, ¿por qué no lo venden a los escoceses a precios más baratos?», pregunta. «Y no me digas que es la culpa de Londres», advierte al ministro nacionalista. A pesar de que le ha robado la frase de la boca, el laborioso político abandona el frente esperanzado. «Christine está en camino», asegura. Confía en que tienen 80 días de infarto para doblegar esas resistencias. Pero las encuestas, por ahora, confirman la tenaz resistencia de una mayoría al canto de sirena independentista.
Noticias relacionadas
- Los clanes escoceses aparcan el referéndum para conmemorar las gestas de la era Braveheart
- Los laboristas cuestionan la actitud de Cameron frente al separatismo
- Escocia no es tan rica como Salmond cree
- «La cínica campaña del nacionalismo escocés recurre a mitos engañosos»
- J.K. Rowling apuesta por el «no» a la independencia de Escocia y dona un millón a la causa
- Londres cree que la independencia costará 1.700 euros anuales a cada escocés
- La dependencia del petróleo agrava el déficit de las cuentas públicas escocesas
- El PIB escocés sería un 3,8% mayor fuera del Reino Unido, según el gobierno de Salmond
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete