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EE.UU.-China: De la diplomacia del «ping pong» a la «ciberguerra fría»

Buscando su mediación con Corea del Norte, Obama recibe al presidente chino, Xi Jinping, entre acusaciones de «ciberespionaje»

EE.UU.-China: De la diplomacia del «ping pong» a la «ciberguerra fría» reuters

pablo m. díez

Magnates empresariales al margen, los dos hombres más poderosos de la Tierra se reúnen este viernes en el rancho Sunnylands de California . Tras su nombramiento en marzo, el presidente de China, Xi Jinping , ha querido aprovechar su viaje a Trinidad y Tobagao, Costa Rica y México para entrevistarse con su homólogo estadounidense, Barack Obama , en un encuentro informal que, sin embargo, revela las urgencias de ambas partes por mantener unas fluidas relaciones diplomáticas.

«En principio, estaba previsto que su primera reunión tuviera lugar en septiembre, durante la reunión del G-20 en Rusia, pero ambos países han visto que no podía pasar tanto tiempo», analiza para ABC Chen-shen Yen, presidente de la División de América y Europa del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Chengchi , en Taiwán. Aunque no se trate de una visita de Estado, este experto cree que «el viaje previo de Xi Jinping por Trinidad y Tobago, Costa Rica y México ha sido una escala para ver a Obama, lo que resulta muy importante teniendo en cuenta todo lo que ha pasado en Asia durante los últimos meses, como la escalada militar de Corea del Norte y los rifirrafes por las islas en disputa con Japón y Filipinas».

Sobre la mesa, además, están las serias acusaciones de «ciberespionaje» contra China que el Pentágono ha reiterado durante las últimas semanas , así como las habituales tensiones comerciales y monetarias por la manipulación del yuan para facilitar las exportaciones de la «fábrica global».

A tenor del profesor Chen-shen Yen, «China quería celebrar este encuentro, pero no iniciar una visita de Estado. Por eso ha optado por el recorrido previo, dando la oportunidad a EE.UU. para invitar a Xi Jinping». Tan sibilinas maniobras ponen de manifiesto la complejidad de las siempre difíciles relaciones diplomáticas entre las dos superpotencias mundiales, antiguos enemigos de la Guerra Fría unidos ahora por la globalización.

Tensiones históricas

Para empezar, la Casa Blanca no reconoció oficialmente a la República Popular China hasta 1979, ya que primero mantuvo sus relaciones diplomáticas con el Gobierno nacionalista del Kuomintang que dirigía el Generalísimo Chiang Kai-shek , quien huyó a la isla de Taiwán tras perder la guerra civil en 1949 y fundó la República de China.

Sólo un año después, las tropas estadounidenses se enfrentaron a las chinas durante la Guerra de Corea (1950-53), en la que el presidente Eisenhower incluso amenazó con lanzar una bomba atómica, como venía sugiriendo desde hacía tiempo el general MacArthur. Dicha tensión nuclear se agravó con los combates entre China y Taiwán por las islas del Estrecho de Formosa a mediados de los 50, mucho antes de que la crisis de los misiles soviéticos en Cuba aterrorizara al mundo con la posibilidad de una hecatombe nuclear en 1962.

Pero fue, precisamente, el revisionismo crítico de Jruschov con la figura de Stalin el que minó la alianza soviética con Mao, quien muy hábilmente buscó el deshielo con Estados Unidos. En abril de 1971, la diplomacia del «ping-pong» marcaba un punto de inflexión gracias al partido que disputaron en Pekín los equipos de tenis de mesa de China y EE.UU., cuyos jugadores se convertían así en los primeros ciudadanos americanos en pisar este país junto a un grupo de periodistas que cubrieron el evento.

Poco después, en julio de ese mismo año, el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger , viajaba en secreto a China para preparar la visita del presidente Nixon en febrero de 1972. Tras sus históricos encuentros con Mao y con el primer ministro Zhou Enlai, ambos países mejoraron sus relaciones, pero la Casa Blanca no reconoció oficialmente a la todavía China roja hasta 1979, cuando Deng Xiaoping iniciaba su apertura al capitalismo. Siguiendo el patrón marcado por la ONU, que en 1971 le había retirado su asiento a Taiwán para dárselo a China, el presidente Jimmy Carter estableció lazos diplomáticos con Pekín. Pero, al mismo tiempo, el Congreso de EE.UU. garantizó a Taiwán la continuidad de sus vínculos comerciales y su apoyo militar en caso de guerra.

Desde entonces, China y EE.UU. han estrechado sus lazos económicos hasta el punto de que Pekín financia a la Casa Blanca al atesorar las mayores reservas de divisas del mundo, buena parte de ellas en Bonos del Tesoro emitidos por la Reserva Federal. Entre 1980 y 2004, el comercio entre ambos países ha pasado de 5.000 millones de dólares a 231.000 millones (de 3.770 a 174.000 millones de euros).

Superpotencias

Pero las tensiones diplomáticas han estallado de vez en cuando debido a graves episodios como la masacre de Tiananmen en 1989 , las primeras elecciones democráticas de Taiwán en 1996, el bombardeo de la Embajada china en Belgrado por parte de la OTAN durante la guerra de Yugoslavia en 1999, el choque de un avión espía americano con un caza chino en 2001 y, finalmente, la huida del disidente ciego Chen Guangcheng a la Embajada de EE.UU. en Pekín el año pasado. A todo ello hay que sumar el gigantesco déficit comercial americano con China, que en 2011 alcanzó la cifra récord de 295.500 millones de dólares (223.000 millones de euros).

Tras el derrumbe de la Unión Soviética , China ha tomado el relevo como la única superpotencia capaz de disputarle a EE.UU. la hegemonía global en una nueva «guerra fría» que ya no se libra con amenazas nucleares, sino con conflictos comerciales y acusaciones de «ciberespionaje». Por ese motivo, EE.UU. está intentando contrarrestar el ascenso chino en la región de Asia-Pacífico, pero al mismo tiempo necesita la mediación de Pekín con Corea del Norte.

«Washington quiere comprobar las diferencias que hay entre el anterior presidente, Hu Jintao , y Xi Jinping, quien se muestra más seguro de su liderazgo y busca una posición de igualdad, pero China no va a retar a EE.UU. porque no quiere que su ascenso se vea como una amenaza», asegura el experto Chen-shen Yen. Para terminar, recuerda que Xi Jinping ya ha dejado claro que «el Pacífico es lo suficientemente grande para albergar a las dos potencias».

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