¿Quiénes son los rebeldes de la República Centroafricana?
Sin una agenda política, el mayor temor es que el grupo insurgente Seleka repita los errores de los anteriores golpistas

El golpe de Estado protagonizado el pasado domingo en la República Centroafricana por el grupo insurgente Seleka («alianza», en lengua sango) y la salida del país del presidente François Bozizé abren una crisis política en la región de impredecibles consecuencias.
En la actualidad, el movimiento Seleka -un paraguas rebelde formado en agosto pasado por facciones disidentes de la Unión de Fuerzas Democráticas para la Integración (UFDR), la Convención de Patriotas para la Justicia y la Paz (CPJP) y el Frente Democrático de los Pueblos de África Central (FDPC)- cuenta con una base operativa cercana a los 3.000 miembros.
Desde el principio, los amotinados exigieron «el respeto por los acuerdos de paz de 2007» que implicaban la reintegración de los rebeldes en las fuerzas armadas (en una fórmula similar a la utilizada en 2009 al este de la República Democrática del Congo con la insurgencia local), así como la liberación de todos los presos políticos. Es precisamente, la excelsa motivación de los rebeldes su principal ventaja sobre las impagadas fuerzas estatales.
Sin embargo, en los últimos meses el grupo dista mucho de ser homogéneo. Primero, ante los intereses cruzados y la llegada de nuevos sediciosos a la alianza. Ya en diciembre, el «mandatario a la fuga» Bozizé denunciaba cómo la alianza se estaba sirviendo de mercenarios provenientes de Chad, Sudán y Nigeria bajo la promesa de ser recompensados con las ingentes reservas que dispone el país (oro y diamantes).
Segundo, ante la falta de una agenda clara sobre los pasos a seguir. Solo unas horas después de que Michel Djotodia, líder del Sekela se autoproclamara presidente del país, Nelson N'Jadder, portavoz de la Convención Patriótica de Salvación, otro grupo rebelde también perteneciente a la coalición amotinada, aseguró que sus combatientes no reconocían al nuevo liderazgo.
«Tengo suficientes soldados leales a mí para atacar a Djotodia», reconocía el militar, quien aseguró que su intención es llegar a la capital, Bangui, el próximo miércoles.
En este sentido, el mayor temor entre las filas insurgentes es que se repita la tendencia innata del país: Desde su independencia en 1960, se han producido cuatro asonadas exitosas (cinco, con esta última). Y en todas ellas el protagonista militar de la alborada extendió su poder durante años.
«Seleka no tiene ningún programa o estructura política, tampoco ideología clara ni exigencias precisas», señalaba ya en diciembre el analista Alain Lamessi.
Para el experto, «en su forma actual, Seleka no puede ser considerada una alternativa creíble al régimen Bozizé» (educado en la Unión Soviética, el autonombrado presidente Djotodia era prácticamente un desconocido hasta hace unos meses).
Anarquía política
Mientras, y ante esta anarquía política, los saqueos se recrudecen en la capital.
«La situación en los últimos días es crítica. No hay ningún tipo de autoridad en las calles y la gente tiene miedo de salir de sus viviendas», asegura a ABC en conversación telefónica Anthony N'zengué, residente en la capital.
Sin embargo, un próximo retorno de Bozizé parece improbable. Sobre todo, porque para ello debería ser necesario un golpe en la mesa de Francia (en un caso similar a lo ocurrido en 1979 con el presidente David Dacko, quien fue rehabilitado en el poder por la antigua excolonia).
Así que, como ya ocurriera en las pasadas crisis de Costa de Marfil o Malí, las miradas del conflicto se vuelven a dirigir al país galo, quien ha enviado 350 soldados para evitar que los insurgentes se hagan con el aeropuerto de la capital. Pese a ello, para la mayor parte de los analistas, el «hartazgo» que ha provocado en la opinión pública los anteriores conflictos puede pesar en la reacción final.
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