Según la profecía
de San Malaquías, con el próximo Papado vendrá un tiempo de paz
Madrid. María González-Vega
Malaquías, el humilde discípulo de San Bernardo,
que a pesar suyo llegó a arzobispo de Armahg, y fue, por su santidad, elevado a los
altares, tampoco pasó desapercibido para la Historia. La lista enigmática –a él
por lo menos se le atribuye– que dejó para las generaciones futuras daría lugar a
numerosas especulaciones a lo largo del tiempo. En ella escribió los lemas, a modo de
nombre, de los 112 Papas que, hasta la hora del Juicio Final, sucederían a Celestino II,
contemporaneo suyo. Según esta larga relación sólo faltan tres Pontífices para que
llegue el fin del mundo.
San Malaquías que lleva el nombre del último de los doce profetas menores del Antiguo
Testamento quién, hacia el 400 antes de Cristo, profetizó en Jerusalén la venida del
Mesías, fue un prelado irlandés del siglo XII, discípulo y amigo de San Bernardo,
nombrado obispo de Down, y más tarde arzobispo de Armahg, sede primada de Irlanda. Por
los escritos de San Bernardo sabemos de él que era muy humilde, reacio a cualquier honor
y estaba siempre dispuesto a ofrecer su puesto a otro. Murió en el monasterio de
Claraval, en 1148. La Iglesia le canonizó y fijó su fiesta el 3 de noviembre. Comparte
santoral con San Martín de Porres otro santo humilde entre los humildes.
Curiosas coincidencias
El documento primitivo con el texto de la
profecía, –según cuenta Juan Manuel Igartúa, uno de los autores que más ha
investigado sobre este tema, en el libro «El enigma de la profecía de San Malaquías
sobre los Papas»– debió ser un manuscrito que comienza con Celestino II, primer
Papa elegido por los cardenales y contemporaneo de San Malaquías. En 1595, el monje
benedictino Arnoldo de Wión imprimió la relación. Wion mismo y el perito en historia
eclesiástica Alfonso Chacón añadieron, al publicarlo, al lado de los lemas, los nombres
de los Pontífices correspondientes habidos hasta ese momento y la interpretación de cada
lema hasta Clemente VIII, Papa que gobernaba cuando se publicó el documento. La lista
–sobre la que la Iglesia al parecer no se ha pronunciado oficialmente– con los
ciento trece nombres, ha estado sujeta a numerosas interpretaciones. La interpretación de
cada uno de los lemas y su relación con cada Papa se ha establecido de diversas maneras.
Una de modo personal, teniendo en cuenta, según los casos, el nombre, el apellido, el
lugar de nacimiento, el escudo, el título o dignidad eclesíastica. Igartúa en su obra
pone numerosos ejemplos: «Bonus Comes» que corresponde a Adriano V y tenía por nombre
Ottobonus. «Rosa Compósita», Nicolás III llamado por sobrenombre «Il Composto» (el
ordenado). «Abbas Suburranus», Anastasio IV que era de la familia Suburra. «De Schola
exiet», Clemente III de la familia Scholaris. «Ex castro Tiberis», Celestino II nacido
en la antigua Castrum de los romanos junto al Tiber.
«De Pannonia Thusciae», Pascual III nacido en la
Panonia. «Concionator Gallus», Inocencio V nacido en Francia. «Draco depresus»,
Clemente IV, en su escudo figuran un dragón abatido por un águila. «Ex rosa leonina»,
Honorio IV, en el escudo familiar hay una rosa y dos leones. «Luna cosmedina», Benedicto
XIII, de la familia Luna y en su escudo la media luna. «Lumen in coelo», lema de León
XIII –el Papa que dió la bula para que el templo que que iba a construirse en Madrid
en honor de Santa María Real de la Almudena fuera catedral– en su escudo figura un
cometa en el cielo. «Cubus de mixtione», Bonifacio XI, en su escudo figuran cubos
ajedrezados. «Piscator Thuscus», Juan XXI, su título de cardenal es Tusculano. «Nauta
de Ponte Nigro», Gregorio XII, comendador de Nigroponte. Muchas coincidencias –y eso
que no damos más que algún ejemplo– que son las que a lo largo de los años han
hecho cada vez más creíble la enigmática lista hasta elevarla a profética.Otro método
de relacionar los lemas con los nombres es el de la interpretación histórica y así
tenemos que «Ex ansere custode», Alejandro III, fue un Pontífice que hizo frente a tres
antipapas y luchó triplemente contra el cisma. La leyenda dice que Roma fue salvada por
los gansos capitolinos los cuales con sus graznidos avisaron a los romanos de la llegada
de los enemigos. Alejandro III además era de la familia Paparoni y lleva un «paparo» o
ganso en el escudo.En cuanto a la interpretación simbólica de los lemas, Igartúa en su
obra también hace un exhaustivo análisis pero baste los ejemplos del lema «Flagellum
solis» que corresponde a Alejandro V, considerado un verdadero azote para la Iglesia, en
contraposición con el «De labore solis» lema del infatigable Juan Pablo II .
Claves matemáticas
Pero el autor de «El enigma de la profecía de San
Malaquías», añade una posible clave matemática en la lista basandose en la «Sección
aurea» o número de oro usado por físicos, pintores y arquitectos.Al aplicar la
ecuación de la que resulta el número 0,618 para hallar las sucesivas secciones aureas de
la lista, algunos lemas da la sensación que se repiten matemáticamente al contemplar la
analogía de sus palabras. Pero hay aún otra clave matemática en la relación de San
Malaquías.«Axis in medietate signi». «El eje en la mitad del signo», es el lema que
corresponde a Sixto V que ocupa el número 73 de la lista. En su escudo hay una barra en
medio de un león.Desde Celestino II a Sixto V transcurren 444 años. Sumando otros 444
años a los 1590 en que muere el Papa Sixto se llega a la tercera década del año 2000,
segundo milenio de la muerte de Cristo.El «Axis in medietate signi», viene a ser el
punto medio de la lista –con un total de 888 años– si calculamos su final en el
segundo milenario de la Redención. Ese número –888– es tenido por los antiguos
como de perfección por corresponder al nombre de Jesús. Las letras griegas del nombre
Iesous, calculadas según la numeración griega alfabética clásica suman esa cifra.Las
especulaciones se disparan y se buscan coincidencias, que las hay, con algunos versículos
del Apocalipsis. Para los que creen en la dimensión profética de la lista sólo faltan
tres Papas para el fin del mundo. Precisamente la palabra «fin» tras el último lema es
la que da lugar a tales interpretaciones. De no existir podría pensarse que San
Malaquías la había dejado incompleta por falta de inspiración divina. Claro que los
más optimistas piensan que fue el monje belga Arnoldo de Wion quién, al transcribir,
puso la terminante palabra simplemente como remate.
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