Cuando el médico se va a las guerras
POR EVARISTO AMADOLA CORUÑA. «A usted lo conozco yo; usted sale en los periódicos al lado del militarote, el médico ése...», replica un recién intervenido desde la camilla. «Sería mejor que se
POR EVARISTO AMADO
LA CORUÑA. «A usted lo conozco yo; usted sale en los periódicos al lado del militarote, el médico ése...», replica un recién intervenido desde la camilla. «Sería mejor que se callase. Porque ese militarote acaba de salvarle la vida, a costa de jugarse la suya. Porque tenía una espoleta que podía explosionar en la pierna y está aquí de milagro», le responden.
Es una de entre los cientos de anécdotas que José María Gómez Ulla cuenta sobre su tío, el célebre cirujano, académico y general Mariano Gómez Ulla (Santiago, 1877-Madrid, 1945), un brillante estudiante y académico que vivió los rigores de la medicina de campaña desde el desierto africano marroquí a Koënisberg en la Segunda Guerra Mundial.
La sede coruñesa de la Real Academia Galega de Medicina y Cirugía reúne hasta el mes de noviembre una vasta exposición sobre uno de los galenos más respetados en la historia del ejército, y en definitiva uno de sus modernizadores. «Un monárquico al que no gustaban las ideas del régimen, pero tenía que aguantarse; porque él lo que fue es monárquico», explica su sobrino y albacea.
Cientos de fotos, material de quirófano, condecoraciones, discursos y estudios, dedicatorias, comunicaciones con la realeza y personajes públicos del momento, incluso pésames a la familia tras su muerte, se combinan en un recorrido comisariado por Carro Otero, pero que no sería posible sin Gómez Ulla, propietario de gran parte de los objetos: «Mi tío no dejó descendencia; los sobrinos conservamos las que fueron sus pertenencias».
Gómez Ulla repasa foto a foto las campañas de su antecesor, que «da nombre a más de cincuenta calles en España», en Marruecos, la Guerra Civil, la Gran Guerra o la Segunda Guerra Mundial. Gómez Ulla, célebre en su tiempo, sirvió a los dos bandos en la Guerra Civil, a franceses y alemanes en las guerras europeas. Incluso reconfiguró los servicios de la División Azul.
Eran tiempos duros para ejercer en los frentes, con enfermerías enclavadas en las trincheras, como puede observarse en la exposición. Casi sin medios. No como en los hospitales universitarios norteamericanos, donde también se llegó a ovacionar a Gómez Ulla tras una intervención. Está reflejado en sus dietarios.
Preso durante la Guerra Civil, las autoridades del bando republicano lo salvaron de pasar por el paredón debido a la escasez de médicos en la capital madrileña (se ha escrito que fue Melchor Rodríguez, anarquista y delegado de prisiones, quien lo salvó). Gómez Ulla sirvió en el Ritz, improvisado hospital de campaña. Intentó fugarse a territorio nacional. Interceptado en una de sus escapadas, se vio obligado a comerse una bandera española delatora que portaba en un bolsillo. «Siempre comentaba lo difícil que es tragarse una bandera de España», explica con sorna su sobrino.
El albacea, que llegó a editar una biografía sobre su tío (una edición «princeps» de la obra fue regalada a Don Juan), alaba todos los óleos que retrataron al cirujano, menos uno: «Ese señor pintaba a todo el mundo como si estuviese a punto de dar un golpe de Estado», comenta.
La muestra, que será clausurada según está previsto por el ministro de Defensa, incluye pequeñas sorpresas, como una foto dedicada de la Premio Nobel Madame Curie «a mi compañero de viaje» (en francés), misivas de Marañón....
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