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«Malote» se ríe hasta de su sombra

Thomas Gravesen se ha integrado en el vestuario del Real Madrid en tiempo récord. En apenas cuatro meses, el danés ya domina el castellano en los corrillos, se ha ganado a los compañeros y ha sorprendido con su filosofía de rehuir los productos químicos para curar lesiones con un perfil genético positivista. Bromista empedernido, se ríe hasta de su sombra. Responde perfectamente a la estampa del «guiri» que se parte de risa cuando escucha alguna palabra extraña y que no para de repetirla hasta que logra la pronunciación más aproximada. «¿Zevila? ¿Zevilla? ¡Ja, ja, ja! Sevilla. ¡Ah! ¡Sevillanas. Feria! ¿Torrooos, no? ¿Toros, sí? San Isidro. Yo ir con Javi (García Coll) a ver pronto». Y se desternilla.

Así es Thomas. Concienzudo. Hace las cosas con mucha atención y detenimiento. Cuando llegó a Madrid lo primero que se propuso fue aprender castellano a un ritmo de clase diaria. Y sus avances han sido espectaculares. En menos de cuatro meses ha asimilado mucha gramática y posee un rico vocabulario, hasta el punto de defenderse perfectamente en los corrillos.

Es tan constante que cuando se le pregunta algo en inglés pide que la consulta se la hagan en castellano. «Si me hablan en inglés nunca voy a aprender». Su rigurosidad y perseverancia es tal que, fuera del horario de club, atiende a los medios de comunicación siempre adoptando como prioridad su asistencia a clase.

El vestuario le adora. Se ha ganado a los compañeros desde el primer día. Su llegada fue una revolución en una caseta infectada de narcisismo. Aceptaba las burlas típicas del novato sin adoptar represalias. Ya no traga tanto y alguna estrella ha comprobado, siempre en tono de broma, el acero de sus brazos y puños. Para los compañeros es «malote», apodo puesto amparándose en su fachada exterior, pues dicen que posee un corazón muy grande.

Se ha adaptado con rapidez a la ciudad y ya domina muchas de sus costumbres. Conduce su vehículo particular, vive en una zona exclusiva de «a kilo el metro cuadrado» -durante dos meses compartió el mismo hotel que el entrenador- y conoce el circuito diurno y nocturno de los más famosos. Incluso se ha animado a probar suerte en el Casino. No se le conoce novia oficial, solo escarceos con bellas rubias, y se confiesa con sus compatriotas Gronkjaer (Atlético) y Tofting, amigo y ex futbolista danés que le visita mucho.

Cuida mucho su salud. Come de todo -carne, verdura y pescado- y no le gustan demasiado las salsas. Maneja una dieta sana y si le ponen algo raro, muy común en la nueva cocina, pregunta qué está comiendo. Solo bebe agua en las comidas y rechaza los medicamentos para combatir lesiones o enfermedades. Huye de la química. Como «los agua clara», término que se acuñó en Francia después del Tour del 98, en alusión a los corredores que rechazaban la utilización de productos químicos. Gravesen ha reconocido que nunca ha tomado una aspirina ni acepta los antiinflamatorios. Tampoco utiliza terapias naturales ni otras alternativas. Acepta el dolor como lógico y normal. Mañana regresa al equipo después de dos semanas de baja por un esguince en el tobillo derecho. Su recuperación se prolongó precisamente por el rechazo a los medicamentos.

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