«Rubiños 1860» deja la calle Alcalá
Los antepasados de Antonio Rubiños, fallecido en agosto de 2003, ya eran librerosen el siglo XVIII. Hoy, «la librería más antigua de España» se va de la vía públicay entra en los grandes almacenes

MADRID. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde está la librería más antigua de Madrid y, quizá, de España? Esto se han preguntado cientos de madrileños que, en las últimas semanas, acudían al 98 de la calle de Alcalá y contemplaban, desazonados, que el escaparate de uno de los templos de la palabra impresa estaba empapelado de arriba a abajo, en tono beige.
¿Ha cerrado «Rubiños 1860»? Pues no exactamente. Ya no estará a «puerta de calle», a la vista de todos, como ha venido ocurriendo desde hace cinco generaciones. Esta firma se mantiene, como tal, en la zona de librería de El Corte Inglés, que adquirió el negocio. Hoy,tiene su «stand» propio en los centros de Goya y de Sol. Poco a poco, quedará instalada en el resto de los centros, según han señalado fuentes de este centro comercial.
Antonio Rubiños, el último propietario, fallecido en agosto de 2003, vendió su histórico negocio poco antes de que le sobreviniera la muerte. Había contado en ABC su intención de que la venta de lo que era un bien patrimonial de los madrileños, se realizara con una garantía: el mantenimiento del nombre del establecimiento y de su plantilla.
El adiós a Rubiños es un adiós a medias. Ya no lo podremos ver mientras paseamos por la vía pública. Ni nos pararemos, absortos, ante su escarate de Alcalá 98 que, cada miércoles, renovaba con esmero María Dolores, la esposa del librero, hoy viuda. Estará presente, eso sí, y en un lugar que siempre debería ser privilegiado, entre el ir y venir de los miles de clientes de la firma que lo ha adquirido. Parece que los tiros van por ahí. Es algo que el público madrileño sabrá agradecer.
Mercados en la antigua URSS
Antonio Rubiños no podía ser otra cosa que librero. Lo vivió desde la cuna, en un hogar que acumulaba ya cuatro generaciones de libreros; de aquellos libreros que cumplían íntegro todo el proceso: impresión, encuadernación y venta al público. El negocio se fundó en 1860 pero existen documentos que atestiguan que, a mediados del siglo XVIII, esta familia ya era proveedora de libros de las minas de Almadén. Moratín llega a mencionar en su «Comedia Nueva» un diccionario de Nebrija editado por la firma Rubiños.
El último eslabón de esta librería, Antonio Rubiños, nació en 1929, en la calle de Preciados, muy cerca de donde hoy está la Fnac, como si el destino ya estuviera dando pistas. Su pasión por la palabra impresa era tal que logró abrir mercados para las publicaciones españolas incluso en la antigua URSS, allá por los años 60 del pasado siglo.
Nada pretencioso, Antonio Rubiños compartía sus méritos con su mujer y su hija, Leles. Ellas fueron su apoyo cuando su hijo murió en un accidente.
Por el local de la calle Alcalá 98 han circulado, cada año, cincuenta mil nuevos títulos y un millón de volúmenes. Queda más de un siglo de historia de una saga de libreros aún por contar.
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