Hernández y Fernández
Estos detectives gemelos, adelantados del principio de Peter, ya han alcanzado su nivel de incompetencia desde la primera vez que toman parte en las aventuras de Tintín. No resuelven un solo caso. Se diferencian por un mínimo detalle que Hergé nunca plantea de forma explícita y que hay que descubrir en las viñetas: uno tiene las guías del bigote hacia arriba y romas el otro. Si en su indumentaria cotidiana y en los mostachos se inspiran en unos policías aparecidos en una portada de la revista belga «Le Miroir» (según revelan los archivos de Hergé), cuando intentan viajar de incógnito con sus disfraces de guardarropía, deslumbran. En España, por ejemplo, tratarían de pasar desapercibidos vestidos de toreros. Funcionan a piñón fijo y se pelean entre sí como niños enrabietados. Jamás se separan (por algo el capitán los llama en cierta ocasión los hermanos siameses) y, con buenas o peores intenciones, siempre estorban. Sobre ellos, aún diría más. Pero no cabe.
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