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«Soy el vaquero del Rastro»

POR MARÍA ISABEL SERRANOFOTO DE SAN BERNARDOMADRID. Es imposible no fijarse en él. Da lo mismo que vaya andando o a «lomos» de alguna de sus motos, la Vespa o la Honda. Cuando este «cowboy» se mueve

POR MARÍA ISABEL SERRANO

FOTO DE SAN BERNARDO

MADRID. Es imposible no fijarse en él. Da lo mismo que vaya andando o a «lomos» de alguna de sus motos, la Vespa o la Honda. Cuando este «cowboy» se mueve por la ciudad nunca pasa desapercibido. «Yo soy el vaquero del Rastro», nos dice orgulloso mientras «descabalga» lentamente de su caballo mecánico y muestra esas botas con unas espuelas que brillan como el sol, ese cincho y esa estrella de «marshall» medio escondida en la solapa. Todo, al más puro estilo «far West».

Es Jesús Jiménez Martínez, 49 años recién cumplidos, manchego de nacimiento y madrileño de adopción, que vive de su profesión de mensajero y, lo más importante para él, de la compra, venta o cambio de tebeos, novelas y álbumes en el Rastro, donde tiene su residencia y su puesto fijo todos los domingos y festivos.

Sabe perfectamente que su indumentaria llama la atención. No le importa. Le gusta que sea así. Que le conozcan no sólo en el Rastro, sino en medio Madrid. Su lema es simple: «Me gusta que me miren y provocar una sonrisa. Es agradable ver feliz a la gente».

Por melones y pimientos

Quedamos con él en plena calle. Con mucha tranquilidad, apaga el motor de la moto y se quita el casco repleto de muñecos de goma que ha pegado con un material especial. Los colecciona. Asegura tener más de 1.600. Sin mediar palabra, deja el casco a un lado y saca del pequeño maletero de su vehículo un sombrero tejano negro. Se lo pone. «Me tenéis a vuestra disposición», asegura.

Cuando dice que vive del cuento y de las novelas es tan cierto como que hay día y noche. Es un apasionado de cambiar, comprar y vender tebeos y novelas. Y lo hace en la plaza del Campillo Nuevo. Para eso es «el vaquero del Rastro».

Jesús no finge. Lo suyo no es una pose. Es así. Viste y piensa como un auténtico «cowboy»de esos de las películas que acuden al rescate de la gente. En parte, es su filosofía de vida. Su infancia fue grata pero dura. «En Valdepeñas, me llamaban el «tonto de los cuentos» porque nevando, lloviendo o con un sol de justicia me recorría todo el pueblo para cambiar cuentos y tebeos. Yo era pobre y no podía comprármelos. Como mi padre tenía una huerta, por la tarde, cuando acababa el colegio, le cogía un melón o unos pimientos y los cambiaba por los cuentos, sobre todo los de pistoleros y de historias del Oeste».

En el año 1975 Jesús se viene a Madrid. Recaló en el Rastro. «Sabía -nos dice- que ahí iba a estar muy a gusto. Sólo tenía que hacerme con un sitio para mi pequeño negocio y que no me lo quitaran. Con años, logré un permiso municipal. Hay que pagar pero es un puesto de trabajo».

Terrorismo

«Conmigo, en el Rastro, están varios chavalillos. Me ayudan. Si yo gano, ellos ganan. Eso es lo que tenían que hacer todos los empresarios y los ricos. Casi no pasa. Si te portas bien con la gente, la gente no te falla. Lo he comprobado personalmente», dice.

Hablamos de muchas cosas pero descubrimos que hay una que le trae por la calle de la amargura. Es el terrorismo. Jesús ha estado en muchas manifestaciones de la ATV (Asociación de Víctimas del Terrorismo). No se explica que los políticos «se anden con palabrerías en algo que preocupa tanto a los españoles. Aquí, en Madrid, tuvimos el 11-M con una respuesta ciudadana de las de quitarse el sombrero. ¡Ojalá los políticos tuvieran esa generosidad a la hora de ponerse de acuerdo entre ellos!».

¿No le han tentado para hacer cine o televisión?, preguntamos a Jesús. «En serio, no», responde medio muerto de la risa. Al tiempo.

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