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Ángel Liberal, o las virtudes militares

HACE unos días nos ha dejado el almirante general Ángel Liberal Lucini. Tuve la suerte y el honor de compartir con él mis años primeros en el Ministerio de Defensa, de 1982 a 1987. Primero los dos

HACE unos días nos ha dejado el almirante general Ángel Liberal Lucini. Tuve la suerte y el honor de compartir con él mis años primeros en el Ministerio de Defensa, de 1982 a 1987. Primero los dos como subsecretarios y luego él como Jefe del Estado Mayor de la Defensa y yo como secretario de Estado. De hecho lo sustituí como subsecretario de Defensa, por así decirlo, él me confirmó la alternativa que me había dado, como ministro, Alberto Oliart.

Nacido en 1921 en el seno de una familia militar (su padre era comandante de Infantería y ayudante del capitán general de Valladolid cuando murió en julio de 1936, convirtiéndose en una de las primeras víctimas de nuestra guerra civil). Desde muy pronto y tras una brillante carrera militar desempeñó puestos de carácter político-militar (fue el primer secretario general de la Marina) y, desde la misma creación en 1977 del ministerio de Defensa, el general Gutiérrez Mellado le llama como colaborador inmediato llegando a alcanzar el máximo grado en las Fuerzas Armadas-JEMAD. Entre otras muchas misiones pilotó, junto con el entonces joven embajador Javier Rupérez, la entrada de España en la Alianza Atlántica.

Lo primero que sorprendía del almirante Liberal era su grávitas. Raramente reía, aunque sonreía con frecuencia. Ángel era una persona seria, más aún era la seriedad personificada, en el fondo y en el modo; y esa seriedad transpiraba todas sus acciones; las cosas del almirante Liberal nunca eran cosas de broma. Seriedad que no era sino la expresión de su extraordinario sentido de la responsabilidad, muestra de su patriotismo y de su espíritu de servicio a España. Pensando en el almirante Liberal surge constantemente la idea de patriotismo, jamás la de nacionalismo. El concepto de patriotismo está asociado a conceptos como el de generosidad, desprendimiento, sacrificio; por el contrario, el nacionalismo -cualquier nacionalismo- siempre está asociado con conceptos como el de diferenciación, privilegio y, en definitiva, egoísmo.

Pero su temple y su inteligencia impidieron siempre convertir la seriedad en rigidez, y así, combinando seriedad y flexibilidad, pudo convertirse en pieza fundamental del Ministerio de Defensa y de las Fuerzas Armadas, tanto a nivel nacional como internacional, en un momento especialmente difícil, como todo el mundo sabe. Era tal la rectitud del almirante Liberal y tan indiscutible su valía, que siendo subsecretario de Defensa antes del 23 de Febrero, continuó siéndolo después: fue subsecretario del Ministerio con el General Gutiérrez Mellado y siguió en ese puesto con Rodríguez Sahagún y con Alberto Oliart, terminando con Narcís Serra quien le nombró JEMAD, de hecho fue el primero en ocupar ese puesto, cuya creación fue un hito decisivo en la unificación de la Defensa y de la mejor coordinación de los tres Ejércitos.

Eran tiempos duros y difíciles pero también de entusiasmo y de esperanza. Gutiérrez Mellado fue un militar y un hombre extraordinario, tanto que muchos compañeros no le entendieron, especialmente lo de «la España de todos», y algunos incluso lo rechazaron. Para poder hacer la inmensa labor política que hizo, comenzando por la revisión de las Reales Ordenanzas (de Carlos III) y terminando en la creación del Ministerio de Defensa, necesitaba de alguien que no quedándose a la zaga, ni en categoría ni en inteligencia ni en amor a España, encarnase al mismo tiempo las más acrisoladas virtudes militares, y entre ellas la modestia, incompatible con la arrogancia o el simple deseo de protagonismo.

«No aquí en la arrogancia crece

de nadie el mérito, pues

aquí el más valiente es

el que menos lo parece»

En Ángel Liberal esa modestia era consecuencia de su concepto del trabajo, y por tanto siempre estaba donde debía estar; pero al entenderlo todo como servicio, Liberal brillaba, para los ojos despiertos, más que ningún otro.

«Porque aquí, a lo que sospecho,

no adorna el vestido al pecho,

que el pecho adorna al vestido»

Jamás vio nadie al almirante Liberal presumir de nada, y eso que, como don Rodrigo Manrique «sus hechos fueron claros pues los vieron». Por no citar más que uno, la noche del aciago 23 de Febrero de 1981 el almirante, como subsecretario de Defensa, estaba constituido como Gobierno en funciones ya que éste se hallaba retenido en el Congreso; codo con codo con los demás subsecretarios manteniendo la dignidad del Estado de Derecho, y poniendo de manifiesto el compromiso de nuestras Fuerzas Armadas con la democracia. Y es que Liberal unía a su gran capacidad de trabajo, unas ideas muy claras sobre España, la Monarquía constitucional, el Estado de Derecho y las Fuerzas Armadas.

Con todo, para mí, la mejor lección que recibí de Ángel Liberal (y recibí muchas) fue su concepto de la disciplina.

«Aquí la más principal

hazaña es obedecer

y el modo como ha de ser

es ni pedir ni rehusar»

En los despachos de los ministros, muchas veces recibía órdenes con las que no estaba de acuerdo. Primero manifestaba, incluso con insistencia, su opinión (en eso consiste precisamente la lealtad), y cuando finalmente recibía la orden, la acataba exactamente igual que si la hubiese dado él.

De su rectitud y honradez no hay que hablar, simplemente fueron proverbiales:

«Fama, honor y vida son

caudal de pobres soldados

que en buena o mala fortuna

la milicia no es más que una

religión de hombres honrados»

El paso del tiempo lo difumina todo, también el dolor que produce la pérdida de los seres queridos, pero algunos entornos se destacan en la bruma, así su figura -al tiempo egregia y entrañable- se agigantará con el tiempo.

Por fortuna nuestros clásicos, en este caso Calderón de la Barca («Para vencer a amor, querer vencerle»), siguen vigentes. Ángel Liberal ha sabido encarnar como pocos ese espejo de virtudes militares que de modo insuperable definió nuestro escritor.

Mientras España cuente con personas como el almirante Liberal, puede -por difícil que parezca- afrontar el futuro con esperanza. Su familia puede estar bien orgullosa de él. Y mientras España siga dando gente como el almirante Liberal, yo me siento orgulloso de ser español.

Que Dios lo guarde.

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