«Al final les coges cariño»
POR ROGER JORROBARCELONA. Si usted ve en la calle a una persona mayor acompañada de un o una joven en edad de hincar los codos entre apuntes y libros, no los clasifique automáticamente como nieta y

POR ROGER JORRO
BARCELONA. Si usted ve en la calle a una persona mayor acompañada de un o una joven en edad de hincar los codos entre apuntes y libros, no los clasifique automáticamente como nieta y abuelo. Es posible que haya topado con una de las parejas del programa «Viure y Conviure» de Caixa Catalunya.
Con objetivos más ambiciosos que combatir la soledad de ancianos y facilitar alojamiento a estudiantes universitarios, la iniciativa abrirá en septiembre una convocatoria más, La voluntad de seguir trazando puentes entre dos generaciones a menudo demasiado alejadas.
El funcionamiento del proyecto es simple: la entidad bancaria pone en contacto a personas mayores que precisan compañía y ayuda personal con estudiantes universitarios que buscan hospedaje durante el curso académico.
El resultado ha sido, a todas luces, exitoso. «La convivencia tiene beneficios para ambos. Y se da el caso que un 15% de las convivencias continúan después manteniendo su relación. En este caso concreto, Francesca enseña catalán a César y él le hace compañía y le pasea la perrita», explica Teia Roger, trabajadora social del programa.
De México al Ensanche
La pareja a la que hace referencia Roger comparte morada en la calle Mallorca de la Ciudad Condal desde hace casi un año. César de la Rosa es un joven mexicano que cursa un doctorado en la Universidad Pompeu Fabra. Cada día saluda, da los buenos días a Francesca, con acento latino que cobra, mañana tras mañana, una sonoridad más catalana.
La vivienda, ahora compartida, antes estaba habitada sólo por Francesca Jolucas. Con 92 años a la espalda, esta anciana no es una advenediza en el trato con jóvenes alumnos. Abrió las puertas de su casa cuatro años antes a otro estudiante azteca. La experiencia fue tan positiva que en octubre de 2006 decidió repetir. «La experiencia ha sido buenísima. Yo no he tenido ninguna queja y él, de momento, tampoco» afirma con una sonrisa que delata su satisfacción.
En la residencia de Francesca las barreras generacionales quedan en un discreto segundo plano. Asimismo, lejos de imperar unas normas férreas, César y Francesca han construido su convivencia con la confianza mutua como sólido pedestal. «¿Las reglas que nos pusieron? La verdad es que no las recuerdo. Solamente recuerdo la del horario y alguna más. Nosotros las vamos construyendo, teniendo en cuenta la responsabilidad con ella», explica César.
En casa a las diez
Sin embargo, el programa «Viure i Conviure» no deja cabos por atar. Entrevistas previas, tests psicológicos y un seguimiento promenorizado de la convivencia garantizan el portazo casi infalible a los rifirafes. En este sentido, un contrato previo firmado por los dos inquilinos detalla las obligaciones que tienen cada uno para con el otro.
«En teoría tengo que llegar a las 22:30 como máximo cada día. Con un día libre por semana. Pero en realidad puedo salir, pasármelo bien y la abuela no pone ninguna objeción», narra César.
La insistencia en los horarios no es casual. Los principales encontronazos entre compañeros de piso se producen por esta causa. «El primer mes es como una luna de miel. Pero luego las costumbres se relajan y los estudiantes empiezan a llegar más tarde. Y los mayores se me quejan de que no les ven», explica Teia Roger.
La iniciativa topa también con las propias reticencias iniciales de ambas generaciones. «Al principio tenía un poco de miedo, ya se sabe que cada uno tiene sus manías», dice César. La trabajadora social suscribe sus palabras: «Nos viene gente con miedo: los hijos de las personas mayores piensan que los estudiantes les robarán o cosa similares. Hay muchos prejuicios».
Sin embargo, la realidad acaba sobreponiéndose a los prejuicios y la cohabitación acaba aportando beneficios recíprocos. «Al final, los hecho de menos, les cojo cariño», manifiesta esta nonagenaria barcelonesa. «Aprendes experiencias, vivir con alguien mayor es enriquecedor. Yo por ejemplo era muy desorganizado y Francesca me ha ayudado mucho en este sentido». Francesca sonríe tras escuchar al joven estudiante.
El programa «Viure i conviure» de Caixa Catalunya ha permitido que en 2007, en 304 domicilios residan jóvenes estudiantes y personas mayores de edad, en una singular experiencia de convivencia
ELENA CARRERAS
Francesca y César comparten vivienda y experiencias
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