Ser español, según Camba
POR JESÚS GARCÍA CALEROMADRID. Julio Camba está de actualidad, ahora especialmente porque sus mejores artículos vuelven a editarse en el cuidado volumen «Maneras de ser español» (Luca de Tena

Julio Camba está de actualidad, ahora especialmente porque sus mejores artículos vuelven a editarse en el cuidado volumen «Maneras de ser español» (Luca de Tena). También lo está -ahora y siempre- porque leyendo estos textos suyos que hablan de política, cultura y periodismo; de la gastronomía y del extranjero, desde principios del siglo XX, vemos perfectamente retratados no sólo nuestro carácter, sino también nuestra España actual, la de principios del XXI: un lugar proclive a las broncas políticas que llenan las aceras de acérrimos vociferantes; un país con el envite de un referéndum ilegal (por no hablar del Chikilicuatre...)
Para Camba, ser español es más una cuestión de temperamento, «una mezcla bárbara de buenas y malas cualidades. ¡Qué no vayamos a perderlas en el ajetreo de una europeización atropellada!», según cita la estudiosa Almudena Revilla Guijarro en su introducción. Claro que entre las cualidades, a saber si malas o buenas, Camba también contaba la de que existen españoles impermeables a la europeización, algo que pudo documentar y que pervive entre nosotros.
El impulso para poner en marcha esta edición fue de Ignacio Ruiz Quintano, relata Almudena Revilla, que tenía muy clara la necesidad de reunir algunas de las reflexiones de Camba sobre el ser español, entre las que destacan crónicas parlamentarias que anteceden a las de Wenceslao Fernández-Flórez, mucho más reconocidas, pero entre las que también abundan las disquisiciones sobre las dos Españas, o las que abordan asuntos culturales o culinarios. «Al final, cuando uno acaba el libro la idea que permanece es que ser español es un cúmulo de contradicciones».
Camba está de actualidad, porque sus inicios anarquistas, de los que abjurará, no son tan conocidos. El libro recoge un texto panegírico de Angiolillo, el asesino de Cánovas, de 1904, publicado en «El Rebelde». Por aquellos años, el joven periodista es un ácrata melenudo que iba a los cafés para ver si alguien le invitaba a un bistec, un «anarquista de café», como lo retrata Cansinos. Almudena Revilla recuerda también que «es llamado a declarar en relación con el atentado a Alfonso XIII, porque fue de los últimos que vio con vida a Mateo Morral».
Poco después, y aún muy joven, en las tertulias traba amistad y respeto con Galdós, quien facilita su ingreso en «España Nueva», que fue el soporte de sus ácidas crónicas parlamentarias, algunas casi salvajes. Allí publica durante apenas dos meses y luego parte al extranjero como corresponsal. Más adelante verá sus crónicas censuradas, como las que aparecieron en un volumen anterior de la misma editorial, «Haciendo de República».
Ironía, misantropía
Poco a poco la vida va moldeando su fina sensibilidad, con ribetes de una misantropía propia de alguien que decidió ser un espectador. En esa postura de Camba ante el mundo, Almudena Revilla cimenta una ironía, una distancia con las gentes y las cosas de la que el escritor hará bandera desde los años cuarenta, cuando vivía en su habitación del Palace: «Me han contado con detalle cómo, en los cincuenta, acudía a Lhardy, se sentaba en una banqueta y pasaba las horas observando a todo el que entraba, y viendo si, de paso, caía algún caldito». Aun así, todos sus amigos, desde González-Ruano -su Tercera en homenaje a Camba ya muerto se incluye en el frontispicio del libro- a Sainz Rodríguez dejaron testimonio de su inteligencia tanto como de su trato difícil.
La estudiosa Almudena Revilla también subraya que en esta época final, desde los cuarenta hasta su muerte en 1962, casi todos sus artículos se fueron convirtiendo en refritos de otros textos anteriores, a los que Camba iba dando salida en una impostura que, a la postre, también era una muestra de resistencia ante la desagradable realidad. Su mirada, su evolución intelectual y el traqueteo en su periplo vital son el reflejo, en todo caso, de la convulsa historia española de la época que le tocó vivir.
En definitiva, los artículos de esta antología «Maneras de ser español», que toma el título de un texto del propio Camba, son algo así como un escaparate de lo mejor de su obra, con el valor fundamental de recuperar sus tempranas y especiadas crónicas parlamentarias, nunca antes recogidas en un libro. Divididos en capítulos temáticos, sus títulos (Ser español, España al por mayor, España al por menor, España plural, Las dos Españas, La cocina española, La España culta, El periodismo español) reflejan bien a las claras los tipos de estas maneras de ser español.
La inteligencia de Julio Camba está de actualidad. España aún siente hormigueos recurrentes en la cicatriz por donde se partiera en dos; los ciudadanos aún asumen deportivamente el ímpetu de «saltarse a la torera las normas y las leyes», pero el humor nos salva «y un valor en alza, la gastronomía» (por más que hoy mismo Santi Santamaría comparezca en su reyerta contra Ferrán Adriá). Hoy como entonces, nada mejor que leerle.
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