La candidata secuestrada
Cuando se llega a la sede de la candidata presidencial, Ingrid Betancourt, secuestrada por las FARC hace tres meses y tres días, es imposible no contagiarse del ambiente depresivo que reina en el lugar. Todo es desasosiego, deudas sin pagar, llanto. «Hemos aguantado hasta el final sin sueldos, sin recursos, sin apoyo», dicen los jefes de prensa, que pasan sus horas haciendo solitarios en el ordenador y recortando los pocos artículos que hablan de Ingrid, una secuestrada más de los 851 de este año.

En un tercer piso está Yolanda Pulecio, la madre de la candidata, a quien los colombianos conocen muy bien no sólo porque fue reina de belleza, congresista y embajadora, sino porque desde siempre ha abanderado una campaña a favor de cientos de niños huérfanos. «Me duele el corazón. De día y de noche», dice entre lágrimas esta mujer que asumió la dirección de la campaña desde aquel sábado 23 de abril cuando un piquete de guerrilleros internó a su hija en la selva para convertirla en un botín de guerra compuesto por cinco congresistas, once concejales y 47 oficiales y suboficiales.
Canjear presos por políticos
La ecuación es sencilla pero dolorosa: las FARC, con quienes el Gobierno de Andrés Pastrana rompió negociaciones el pasado 20 de febrero, buscan con sus presiones una ley de canje para intercambiar guerrilleros presos por personalidades políticas. Ingrid, a sus 40 años y Clara Rojas, su jefa de campaña, son parte del grupo.
«Pero al presidente no le importa ni Ingrid ni el dolor de nadie porque insiste en que no habrá ley de canje y que el tema deberá resolverlo el próximo Gobierno», agrega Yolanda quien enterró al padre de Ingrid un mes después de que la candidata fuera secuestrada. «Iré hasta el mismísimo infierno para liberarla», dice de repente. Ha llegado lejos. Hace un mes viajó a Caracas e incluso habló con el presidente Hugo Chávez. «A mí qué me importa que este país no se entienda con Chávez y que lo acusen de no ser trasparente en sus relaciones con las FARC. Es un hombre cálido que se mostró dispuesto a colaborar».
Denunció los negocios sucios
Junto a ella está Juan Carlos Lecompte, el segundo esposo de la candidata, un publicista de 43 años. Tiene rabia. «El jueves 11 de abril -cuenta- me cité con Pastrana, a quien conocí de joven. Éramos amigos. Pero Pastrana me dijo muy claro que su Gobierno ya estaba empacando maletas. No van a hacer nada porque Ingrid ha sido la piedra en el zapato de los gobiernos, la que denuncia los negocios sucios que hacen, la que les dice las verdades en la cara a los corruptos. En otras palabras: la guerrilla le hizo un favor al Gobierno al llevarse a Ingrid».
Es cierto. Desde que esta politóloga, madre de dos hijos de un primer matrimonio, se lanzó al ruedo político, su historia poco o nada tiene que envidiarle a la de Juana de Arco, como la han bautizado varios medios de Francia, país en el que Ingrid publicó su último libro «La rabia en el corazón», del que vendió más de 120.000 ejemplares.
Primero trabajó como asesora de los Ministerios de Hacienda y de Comercio Exterior durante la Administración de César Gaviria (1990-1994), y luego saltó al Congreso agitando la bandera de la anticorrupción. Desde el principio se hizo notar. Junto con los congresistas María Paulina Espinosa, Guillermo Martínez Guerra y al ex guerrillero Carlos Alonso Lucio, formó el llamado grupo de «Los Mosqueteros», un bloque parlamentario que hizo importantes denuncias sobre corrupción.
«Torpedear» la reforma
Luego, en las elecciones al Senado de 1998, Betancourt obtuvo la más alta votación -150.000 votos- y se convirtió en la figura más destacada del nuevo Congreso. En la primera etapa de la Administración de Andrés Pastrana, Betancourt apoyó el proyecto de reforma política del mandatario pero con el paso del tiempo se enemistó con el actual Gobierno a quien acusó de «torpedear» la reforma política. Ingrid renunció a su cargo para escribir su libro y lanzarse a la Presidencia.
No pudo llegar muy lejos. Aunque las encuestas le dan menos del 1 por ciento de los votos, lo cierto es que para su madre y su esposo ése ya no es el problema. El problema es que Ingrid aparezca algún día.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete