«Paseando a Miss Daisy», la transformación escénica de Amparo Rivelles

El regreso a la escena madrileña de la consagrada Amparo Rivelles tiene nombre propio, el de un personaje, sin embargo, más célebre por el cine que por el teatro: Miss Daisy. La adaptación de Luis Olmos del texto que valió a su autor, el norteamericano Alfred Uhry, un premio Pulitzer (y a la actriz que lo protagonizó en la gran pantalla, Jessica Tandy, un Óscar de la Academia), se estrenará el día 31 en el Teatro de La Latina, bajo la producción de Concha Busto y tras más de medio centenar de funciones por provincias españolas, en una gira interrumpida por la rotura de pie de Rivelles.
La actriz, que ha cumplido sus 63 años de trayectoria profesional, declaró ayer que la transformación sobre las tablas que supone el que cuando se sube el telón deba interpretar a un personaje de 72 años y, cuando éste se descuelga, tenga 97, con las consiguientes variaciones de vestuario, peinado, voz y movimientos, es sólo uno de los elementos que hacen de este papel el más difícil de su carrera. Porque estas alteraciones por el envejecimiento, que también sufren los otros dos personajes por aquello de que el tiempo no pasa en balde para nadie, no són las únicas que experimenta Miss Daisy. De ser una dama «insoportable, clasista y regañona», una adinerada mujer huraña y recelosa que se resiste a aceptar las limitaciones que impone la edad, como el dejar de conducir, se convertirá en una entrañable y tierna anciana, debido a la relación de amistad forjada a regañadientes con el chófer negro (Hoke Coleburn, interpretado por el cubano Ildefonso Tamayo), a quien contrata su hijo (el argentino Mario Vedoya).
En los trayectos juntos, en un lujoso autómovil que también se subirá a las tablas, Hoke, armado de la paciencia de un «santo», desvelará y terminará por anular los prejuicios y racismos de Daisy. «Es un personaje que no tiene nada que ver conmigo», destacó Rivelles, quien contó que suele «contratar espías» para que, desde la última fila, observen las reacciones del patio de butacas. «Si no conectáramos, hubiera dejado esta profesión hace 62 años», dijo.
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