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LA MALA EDUCACIÓN

«Dos días antes del estreno de «Dos rombos», la pasada semana, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) advertía a través de un informe del alarmante incremento del número de embarazos entre las adolescentes españolas, cuyo índice ha pasado del 15 por mil registrado en 1990 al 19 por mil del año 2002. Según el CSIC, cada día se producen en España 62 embarazos en este segmento de edad, lo que ha disparado la tasa de abortos entre menores, que supera ya el 50 por ciento. En esta siniestra coyuntura, TVE ha lanzado un programa sobre sexo, pero para adultos y de madrugada, «sin miedo y con sentido del humor». Si alguien dudaba de que otra televisión fuera posible, como hasta hace poco anunciaba la propia emisora pública, aquí tiene una buena prueba de que -ya lo advirtió en Adidas a través de una visionaria campaña- «Impossible is nothing».

La cosa sexual de Televisión Española, continuación de aquel «Me lo dices o me lo cuentas» autonómico, no pasa de ser un ejercicio de desahogado exhibicionismo verbal, alegría de cintura para abajo narrada a medianoche con desparpajo, soltura, pelos y señales. Partiendo de la convicción de que cualquier sitio es bueno para aprender, el programa de Lorena Berdún resulta tan divulgativo como una buena película pornográfica. No hacen falta imágenes explícitas para colocar en la pantalla los dos rombos. A la felicidad por las confidencias del alcoba, porque todo esto del bajo vientre suele gustar y, en su momento, resulta bastante entretenido.

«Lo que nadie te contó sobre el sexo te lo contará Lorena Berdún», rezaba la letra del anuncio del nuevo programa de TVE, amenizado, en un alarde creativo, por el ««Je t´aime... moi non plus» de Gainsbourg. El reclamo, a estas alturas, quizá tenga sentido para niños en edad de experimentar inquietudes eróticas y de asomarse a los bordes de los dos rombos que reivindica el programa como señal de prohibido, pero para los adultos que permanecen en vela hasta la madrugada el nuevo programa de la emisora estatal no pasa de ser un pasatiempo picantón, como una cazuela de callos o un vaso de caracoles. El espacio tiene una «sexy cam», un reportero callejero que intenta hacer gracia y una presentadora que se encarga de lubricar frases ásperas, pero su contenido resulta gratuito en una cadena pública cuando hay un sector de la audiencia, amplio y distraído, que reclama otro tipo de lecciones. Enseñar el sexo no sólo consiste en bajarse los pantalones.

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