Óscar Alvariño: «Un estatua de Cervantes para Toledo tiene que oler a Greco»
MARÍA JOSÉ MUÑOZ
TOLEDO. Antes de que finalice el año, su estatua de Cervantes tiene que estar colocada a los pies de la escalera que desciende desde el Arco de la Sangre, a la derecha. El escultor Óscar Alvariño Belinchón, ganador del concurso público para la ejecución de una obra con la que la ciudad de Toledo estaba en deuda, trabaja sin prisa pero sin pausa en la figura de dos metros que quedará fundida en bronce y apuntando al Puente de Alcántara, a su espalda Zocodover.
«Cuando pienso en Toledo pienso en el Greco, por eso pensé un Cervantes a la manera del Greco, con una cabeza pequeña y estirado, alargado. La estatua es una alusión romántica al Greco». ¿Un Cervantes quizá más Quijote que Sancho?», le preguntamos. «Una mezcla entre Quijote, Cervantes y el Greco», responde Alvariño, cuya trayectoria artística está sembrada de numerosos galardones.
«Un Cervantes para Toledo no puede ser igual que para Barcelona o Ciudad Real; un Cervantes en Toledo tiene que oler a Greco», reitera el autor, que no ha querido situar la estatua sobre un pedestal sino a nivel del suelo. «He querido un Cervantes cercano al transeunte y al ciudadano, al que la gente y los turistas puedan abrazarse, tocar, sobar, acariciar, hacerse fotos con él. La pieza así tomará más sabor».
Un Cervantes mundano a quien el estudioso pueda acercarse, incluso, con ánimo crítico, añade el escultor, quien, en referencia al estilo de la obra, explica que «es figurativo pero sin hacer concesiones marcadas al realismo».
Qué mejor manera de cerrar en Toledo el IV Centenario de la publicación de su gran obra que -abrigado de bronce- plantarse en medio de los toledanos y ver pasar los días, la vida, junto a ellos. En lo alto de la calle Cervantes.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete