Hazte premium Hazte premium

El fantasma del «angolazo» planeó sobre España

El partido era complicado por el rival y por la situación en que llegaba. Angola es un equipo muy atlético, con un baloncesto sencillo pero práctico y con todo hecho en el torneo. Además, sabía que

El partido era complicado por el rival y por la situación en que llegaba. Angola es un equipo muy atlético, con un baloncesto sencillo pero práctico y con todo hecho en el torneo. Además, sabía que todo lo que llegue a partir de ahora es un premio que debe disfrutar. Una situación aparentemente similar a la de Pepu y sus hombres, pero con muchos matices diferenciadores. A saber: España, para sus aspiraciones, realmente aún no ha logrado nada; España no podía permitirse el lujo de perder con Angola, y España se jugaba el primer puesto del grupo y, en consecuencia, el valor añadido de buscar un camino cómodo hacia las semifinales, su objetivo mínimo.

Hasta ahí, todo correcto. El desconcierto se presenta cuando llevas doce días comiendo langosta (los nueve triunfos de la preparación y los tres mundialistas ante Nueva Zelanda, Panamá y Alemania) y, sin previo aviso, te colocan en la mesa una ración de sardinas. Estarán riquísimas, serán fresquísimas y perfectamente asadas, pero sorprenden. Algo así ocurrió ayer. Pasamos de la «España-caviar» a la «España-sardina» de sopetón.

Del infinito a casi el cero

E incluso fue algo peor. Porque estaba el público empezando a chupetear el crustáceo cuando se lo quitaron de entre las manos. El banquete prometía resultar opíparo. España volaba. Se divertía. Arrollaba. Todo de acuerdo al menú previsto. La defensa, la misma que atenazó a Alemania, aquella presión de los bajitos en la subida de la bola para acabar en una zona repleta de ayudas, funcionaba de maravilla. Y el marcador crecía. Para el minuto 15, la diferencia era de 19 puntos (39-20), después de un triple de un Rudy que estaba enamorando con su dinamismo y elasticidad. Y justo ahí los camareros dejaron de traer «delicatessen». Se cerró el grifo del champán. Se echó la llave a la alacena de los manjares.

Al principio todo se achacó a la vena de aciertos de Antonio Carvalho -superviviente, a sus 37 años, del «angolazo» de Barcelona 92-, que clavó tres triples seguidos para llevar el tanteo a un 46-36 al descanso. Pero luego se vio que el problema no radicaba en la muñeca de aquel veterano, recuerdo del peor de los fantasmas de la historia de la canasta española.

La culpa era del relajo defensivo, de las dificultades para cerrar el rebote (15 capturas de ataque angoleñas, seis de Mingas, para un total de 34, ocho más que los españoles, que acabaron con 26). Gasol no podía con Gomes (24 puntos, 11 rebotes), un pívot de 2,03, que jugaba en Holanda, pero no tiene equipo, aunque no tardará en encontrarlo. Calderón se disipaba en gritos de ánimo. Navarro se evaporaba y Angola se acercaba de forma muy peligros (74-70, a 5:48 del final).

Afortunadamente, entró Cabezas para poner algo de lo que su apellido pregona. Ralentizó el juego y buscó a Gasol, que borró en ataque la pobre impresión ofrecida en defensa. Metió en los cinco minutos finales 10 puntos, los mismos por los que España se impuso.

Ahora sólo queda confirmar que lo ocurrido no cabe achacarlo más que a la «empanada» lógica tras el día de descanso o al exceso de relajo que provocó ir 19 arriba ante un rival al que hace unas semanas ya se le había ganado de paliza (97-73) en la preparación.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación